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¿De dónde viene el cuero de los bolsos de lujo? Una investigación lo relaciona con la ganadería ilegal

Un estudio publicado por la ONG Earthsight, que investiga prácticas fraudulentas en las corporaciones, vincula la industria de la marroquinería con ganadería ilegal en el Amazonas

Bolsos de lujo
Leticia García

El próximo noviembre, el estado brasileño de Pará acogerá la COP30. Será la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático realizada en la selva tropical. Pará es uno de los estados brasileños más golpeados por la deforestación, con más de 18 millones de hectáreas de selva perdida entre 2001 y 2024, una extensión casi dos veces mayor que todo Portugal. Solo en el último año, el 90 % de la deforestación registrada se debió a la ganadería ilegal, según datos de la ONG brasileña Imazon. Ahora un estudio publicado por otra ONG, Earthsight, que investiga prácticas fraudulentas en las corporaciones, vincula dicha ganadería ilegal con la fabricación de bolsos de lujo.

A través de trabajo encubierto, análisis de registros de envío, imágenes vía satélite, documentos judiciales y entrevistas, Earthsight ha trazado un recorrido que conecta a dos grandes curtidurías italianas con Frigol, uno de los frigoríficos de ganado más grandes de Brasil. Esta empresa está acusada de haber comprado miles de cabezas de ganado criadas en zonas deforestadas ilegalmente, incluyendo el territorio indígena Apyterewa, donde vive el pueblo Parakanã, víctima histórica de robo de tierras y explotación. Se trata, de hecho, del territorio más deforestado de la Amazonia brasileña, con 476 km² de selva arrasados entre 2008 y 2023. Practicar la ganadería con fines comerciales allí es ilegal y, sin embargo, Earthsight ha descubierto que entre 2020 y 2023, Durlicouros, una empresa de cuero brasileña abastecida por Frigol, exportó más de 14.700 toneladas de cuero a Italia. Casi una cuarta parte del total fue adquirida por Conceria Cristina y Faeda, dos grandes empresas del Véneto que suministran cuero a grandes marcas.

Faeda ha respondido a las demandas de la ONG argumentando que “el cuero de Brasil es de baja calidad y no se utiliza para bolsos”. Conceria Cristina no ha querido responder.

Ambas curtidurías, junto a otras con sede en Europa, ya han estado en el punto de mira en los últimos meses. El pasado año, la ONG AidEnvironment publicó un extenso informe denunciando el hecho de que buena parte del cuero utilizado en la fabricación de muebles, coches y bolsos, entre otros objetos de lujo, viene de zonas protegidas de Brasil, aunque, como apuntan en dicho informe, el problema es que no existe una legislación real que obligue a trazar de dónde viene el ganado utilizado para la obtención del cuero.

Los que sí han contestado a los hallazgos de Earthsight son algunas de las marcas implicadas, en concreto las de lujo. La ONG detalla de hecho los emails intercambiados con ellas: Fendi ha iniciado una investigación a Faeda y Conceria Cristina, puesto que ambas les han asegurado que su cuero procede de Europa. El grupo Kering (Saint Laurent, Gucci, Balenciaga..) también admite trabajar con estos dos proveedores italianos pero hacerlo según un sistema propio de transparencia por el que tienen que justificar la procedencia del cuero. Chloé demuestra a través de cifras que tiene a todos sus proveedores auditados y Chanel, directamente, afirma haber dejado de trabajar con ellos en 2024 debido a “situaciones confusas”.

En su respuesta a la ONG, Chanel afirma que “la certificación Leather Working Group no es suficiente para asegurar la trazabilidad de los materiales, porque solo llega a las curtidurías”, es decir, no al ganado y el proceso de obtención del cuero. La LWG es la certificación que utilizan todas las grandes marcas para asegurarse de que las pieles se han tratado de forma sostenible, pero no exige rastrear el cuero hasta el ganado, el nivel donde más se concentran los abusos ambientales y sociales. Incluso permite que una curtiduría obtenga una medalla de oro (su modo de puntuar la sostenibilidad) sin conocer ni siquiera el matadero de origen del cuero. Portavoces del LWG reconocen ante Earthsight que su certificación no debe entenderse como una garantía libre de deforestación, sino como un método para garantizar el tratamiento sostenible de la materia prima.

Buena parte del sector del cuero ha intentado excluirse del nuevo Reglamento Europeo contra la Deforestación (EUDR), previsto para entrar en vigor en diciembre de 2025. Argumentan que el cuero es un “subproducto” de la carne y, por tanto, no impulsa la deforestación. De hecho, Faeda responde a Earthsight escudándose en este mismo argumento: “Si ustedes realizan su propia investigación, verán que las emisiones de CO₂ de una curtiduría por piel son las mismas que si se dejara ese cuero en un vertedero. Con el cuero pueden fabricarse zapatos, bolsos, sofás… que, de otro modo, se harían en cierto porcentaje con plástico, cuyo impacto en emisiones de CO₂ es mucho mayor", les explican vía email. Pero lo cierto es que el cuero es un producto altamente lucrativo por sí mismo, con un mercado global valorado en 461.000 millones de euros en 2024 y una previsión de crecimiento del 7 % anual hasta 2032.

El pasado noviembre, la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (UNECE) llevó a cabo una reunión con responsables de la industria de la madera, el cacao, la soja, el café y otros productos importados para tratar el reglamento concerniente a la deforestación. La asociación de curtidores italiana argumentó, en este sentido, que el cuero no daña estos ecosistemas, dado que sólo se utiliza el de ganado criado con fines alimenticios. Sin embargo, afirmaron que dado el planteamiento del sistema actual, es imposible trazar de manera completamente detallada de dónde proviene el cuero que les llega.

Desde Earthsight creen que estas y otras empresas presionan con estos argumentos al Parlamento Europeo para excluir al cuero del EUDR, aprovechando el retraso en su aplicación para seguir operando sin obligaciones de trazabilidad reales. “Los consumidores de productos de lujo esperan que los altos precios ofrezcan alguna garantía de que no están contribuyendo a la deforestación o al robo de tierras indígenas. Esta investigación demuestra que esa confianza está mal depositada”, explica Rafael Perioni, responsable de Earthsight para América Latina. Hace justo un año, la misma ONG destapó que el sello Better Cotton, el principal para certificar la sostenibilidad del algodón, trabajaba de forma encubierta con agricultura ilegal, también en Brasil: 816.000 toneladas de algodón no cumplían con los requisitos legales y, aún así, acabaron transformadas en casi 250 millones de prendas terminadas a través de ocho empresas asiáticas, proveedoras de grandes cadenas textiles.

Lo que ocurre en Pará con sus comunidades indígenas y sus hectáreas de selva destrozadas no es un hecho aislado, sino un reflejo de cómo opera una parte de la industria de la moda. Las certificaciones no bastan y las promesas de sostenibilidad pierden sentido sin una trazabilidad real, pública y obligatoria.

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Leticia García
Redactora jefa de moda de S Moda. Es licenciada en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y ha sido investigadora en el Fashion Institute of Technology de Nueva York.
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