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Bodas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por qué tiene sentido que no quiera ser “su mujer” después de la boda, según expertas

Un recorrido por los motivos por los que se usa esta fórmula y las alternativas que existen, de la mano de una Doctora en Sociología y Antropología y una filóloga.

Dice la tradición que el ruido de las latas ahuyentan los malos espíritus.
Sara Campos Román

Quizás sea muy previsora al pensar en cómo nos referiremos el uno al otro después de que nos declaren marido y mujer (así lo pone el Código Civil). Llevo tiempo observando cómo se presentan los matrimonios y no acabo de acostumbrarme a referirme a mi pareja como ‘mi marido’ ni que él se refiera a mí como ‘mi mujer’. ¿Por qué un término propio para el hombre y no para la mujer tras casarse? Este artículo es un extracto de ‘De Boda’, el boletín de ‘S Moda’ en primera persona sobre cómo se organiza un enlace. Si quieres recibirlo, puedes apuntarte gratis aquí.

Es posible que hayas pensado en ‘marida’. Resulta que es una opción que el latín ya barajó, me lo cuenta la filóloga Luna Paredes, “MARITA en latín significaba ‘mujer casada’, pero no llegó a asentarse en español”. Mientras que sí lo hizo marido, “del latín, MARITUS, que es un derivado de MAS, MARIS ‘macho’, que se especializó como hombre casado”.

Así que, tras el matrimonio, nosotras somos mujeres. Vaya, ¿necesito casarme para ser mujer? La respuesta, claramente, es no, pero el lenguaje se construye con siglos de historia a sus espaldas y esta fórmula se debe a que el matrimonio para las mujeres, “el ser ‘la mujer de’ las ha definido socialmente. Al casarse, las mujeres pasaban de ser propiedad del padre a propiedad del marido”, explica Beatriz Ranea, Doctora en Sociología y Antropología. (¿Recordáis que hasta 1975 no pudimos abrir una cuenta corriente, sacar el pasaporte o trabajar sin consentimiento del marido?).

Pero no es solo una cuestión de propiedad, también es una cuestión de identidad. Porque “el rol de esposa, como el de madre, son roles centrales en la definición de su identidad y forman parte de lo que se espera de las mujeres”, expresa Ranea, que recuerda que en muchos países las mujeres “pierden” su apellido cuando se casan, como EE UU o Francia. Pienso en España, donde hasta 2017 la norma dictaba la preferencia del apellido paterno sobre el materno a la hora de inscribir a los recién nacidos en el Registro Civil, por ejemplo.

La historia es diferente para los hombres. Como relata Ranea, al casarse, “no pasan a ser ‘el hombre de...’. Ellos son definidos como hombres sin más, y por tanto, marido es un rol complementario a su identidad, pero no tan central como lo ha sido para las mujeres”.

Descarto por completo usar la fórmula ‘mi mujer’. Hay otras palabras que están en la normativa legal, pero que se escuchan poco a viva voz: consorte o cónyuge, que además son válidos para ambos sexos. Vuelvo a Paredes:

¿Compartir el yugo? Interesante. La lengua la hacen los hablantes, por eso busco qué significado esconde la palabra. Se denomina yugo a la tela que se usa en la misa de velaciones, el velo que el sacerdote cristiano coloca sobre los hombros del novio y la cabeza de la novia simbolizando su unión. Pero hay más, en el siglo XIX en algunos pueblos de España existía la tradición de que los novios, unidos por un yugo (esta vez sí, el del ganado) tenían que tirar del carro juntos. Una tradición que un pueblo de Zamora recreó en 2013 (puedes ver el artículo y las imágenes en este enlace).

En Casares de las Hurdes, Cáceres, el día de la boda o el de la tornaboda (la postboda de ahora) se llevaba a cabo el rito de uncir a los novios con un yugo unido a un arado y hacerlos arar varios surcos en la tierra, simbolizando la fecundidad del matrimonio, como cuenta José Luis Rodríguez en el artículo ‘Noviazgo y matrimonio en Extremadura‘. Un rito que quedó grabado en el fragmento de esta canción popular: “El novio y la novia / se van a casar; / cogen el yugo / y se van a arar”.

Dos bueyes unidos por un yugo en los carros engalanados de San Froilán en León.

La curiosidad es bonita, pero no me siento reflejada con cónyuge tampoco. Otra posibilidad es compañera, su etimología es preciosa: ‘que comparte el pan’, pero la uso mucho para otras personas y relaciones. Al final, creo que, aunque esté casada, no voy a cambiar mi forma de hablar y voy a continuar llamando a mi pareja así, pareja, que etimológicamente significa ‘igual’, ‘conjunto de dos personas’. Dice Paredes que cree que “esta opción siempre viene de hablantes más preocupados por la búsqueda de un lenguaje inclusivo”.

Este artículo es un extracto de ‘De Boda’, el boletín de ‘S Moda’ en primera persona sobre cómo se organiza un enlace. Solo tienes que apuntarte aquí para recibirlo gratis.

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Sobre la firma

Sara Campos Román
Es redactora de Estrategia Digital de EL PAÍS y coescribe la newsletter semanal De Boda. Antes fue directora de producto digital de laSexta y formó parte de las redacciones de ABC, El Mundo y Diario de León. Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Rey Juan Carlos y licenciada en Arte Dramático por la ESAD Asturias.
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