Clara Kong: “No rechazo la etiqueta de ‘influencer’, pero creo que soy más que eso”
Es también una empresaria con un firme propósito: el de encauzar su carrera para encontrar una voz propia en un mundo que grita al unísono “creadora de contenido”


Encontrar un sello personal y verdaderamente distintivo en las redes sociales no es solo cuestión de belleza y de estilo, sino ante todo de personalidad. Clara Kong (Barcelona, 23 años) va sobrada de las tres cosas. De padre malasio, madre española y afincada desde 2023 en París, enamora a sus más de un millón de seguidores en sus redes sociales, gracias a algo que no se puede comprar: naturalidad. En noviembre se trasladó a Madrid para conocer de primera mano la nueva edición nocturna de Selection, que aúna las características de la línea más premium de Mango. “Siento que tanto los perfiles que escoge la marca como la imagen que tiene van conmigo. Realmente se preocupan por las cosas, miman el proceso. Al ver con quiénes trabajan descubres que todos tienen una visión y son creativos”, asegura Kong, que forma parte de la comunidad de Mango Girls. “Llevo ya tiempo en esto y escojo bien las marcas con las que trabajo, que son las que me dan espacio para crear libremente. Ya no quiero hacer un personaje de otra persona. Quiero ser yo y quiero que las firmas con las que trabajo lo vean. Trabajar con quienes respeten mi visión creativa es el último hit-goal”, asegura. No es ni la primera ni la última vez que a lo largo de la charla que intercala palabras e incluso frases en inglés, pero it’s ok. C’est pas grave. No pasa nada. Emplea el idioma de Shakespeare cada día, pero su francés está aún en manos de Duolingo. “¡Y me he apuntado a clases!”, apuntilla.

Hace siete años abrió su canal de YouTube y, tras un meditado parón, ha regresado con más fuerza que nunca con un contenido que muchas veces ronda los 30 minutos. “Creo que lo que me diferencia es que desde el principio he sido yo. No he admirado algo y he intentado copiarlo. Siempre me ha dado miedo exponerme mucho porque no me gusta ser superconocida; prefiero el anonimato y valoro mucho la intimidad. Mis vídeos son menos mainstream y me gusta contar mis cosas más íntimas al final”, dice. Mientras que otras prescriptoras de estilo muestran en sus vídeos una concatenación de momentos de glamour, los suyos sorprenden por la naturalidad. “Lo que me gusta de vivir en París es que tengo una vida muy normal. Cuando estaba en Madrid mi vida giraba casi siempre alrededor de las redes sociales, pero aquí no hay ningún tipo de famoseo. Todo se concentra durante la semana de la moda, cuando hay todo tipo de desfiles y eventos, pero el resto del tiempo me despierto, cojo mi bici, voy al gym y si me apetece, voy al restaurante que me da la gana”, asegura. Pese a no haber visto Emily in Paris y por más que no se pase el día con los ojos brillantes de su protagonista, reconoce que la ciudad aún le impacta. “Aunque estoy muy integrada, es verdad que a veces voy por la calle y me quedo embelesada mirando algunos edificios”, dice. El año pasado hizo un curso de dirección creativa, estilismo y arte digital en París, pero no fueron los estudios los únicos que han devuelto a su vida los horarios más establecidos tan poco habituales en la vida de muchas creadoras de contenido. “Ahora tengo una empresa de muebles de diseño, Aparentment, con mi socio, que además de diseñador y artista es mi tío. Con este trabajo es complicado planear, pero los estudios me han enseñado a combinarlo todo. Yo me encargo de la dirección creativa y de cómo llevar tanto la marca como su imagen”, explica.

Muchas creadoras de contenido reniegan de la etiqueta de influencer, ¿es su caso? “No la rechazo, pero creo que soy más que eso. Mis inquietudes van un poco más allá de solo crear contenido para las redes sociales, me gusta partir de la creatividad”, responde. Otro concepto en horas bajas es el de it girl, pues algunos piensan que Instagram acabó con el término. “Es de cuando no había 40 it girls, sino solo cuatro. Siento que yo impacté en la gente de mi generación, al menos en España, cuando empecé en YouTube y en Instagram, porque entonces apenas había gente de mi edad dedicándose a esto. ‘¡Buah, esta chica está haciendo YouTube! ¡Esta chica está subiendo cosas en Instagram!’. Supongo que era raro que una niña de 15 años lo hiciera”, reflexiona.

Aunque toma nota de los desfiles más aclamados desde el front row, intenta no dejarse arrastrar por las tendencias… Y no solo las de la moda. “Siento que el estilo personal está muriendo un poco porque nos dirigimos todos cada vez más hacia el mismo sitio. Cuando me visto intento escuchar mi primera intuición y al abrir el armario trato de no pensar en otras referencias, pero es cierto que a veces me pregunto si lo que elijo es fruto de mí misma o el resultado de haber consumido 500 cosas antes que han hecho que me vista de una manera. Me lo planteo también con los pensamientos. Me pregunto si estoy teniendo una opinión porque sí o porque he recibido 40.000 inputs que me han llevado a pensar de esa manera”, asegura, “incluso cuando veo una película intento hacer mi crítica sin escuchar las de los demás, pues siento que como sociedad, estamos perdiendo esa primera crítica personal”.


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