Cómo el entorno y los propósitos de Año Nuevo ayudan a dejar de fumar: “Hacer pública la decisión convierte el abandono del tabaco en un proyecto”
Dejar el vicio no es solo una decisión individual: la estrategia, los recursos y el apoyo de familia y amigos aumentan las posibilidades de éxito
“El año que viene dejo de fumar”, dijo Diego con seguridad mientras cenaba con sus amigos el sábado. La afirmación fue seguida por una risa colectiva. Le han escuchado pronunciar las mismas palabras cada Navidad durante los últimos cinco años. La llegada de un nuevo año suele venir acompañada de una lista de propósitos que no siempre se cumplen y que, en muchos casos, se repiten por inercia. Dejar el tabaco encabeza cada enero esa lista. No es casualidad. Aunque la decisión es individual, los expertos coinciden en que el papel del entorno resulta determinante para que el intento se consolide o se diluya con el paso de las semanas. Pero, ¿cómo debe actuar ese entorno para convertirse en apoyo y no en obstáculo?
El entorno como apoyo clave durante el proceso
El primer paso para abandonar el consumo de cigarrillos es tomar la decisión. Pero no todas las decisiones pesan igual. “No es lo mismo querer dejar de fumar que necesitar dejarlo”, explica Paul Freund, neumólogo y especialista en tabaquismo. “Si una persona no está convencida de que fumar le perjudica, difícilmente va a dar el paso”, añade.
Para César Minué, presidente de la Sociedad Española de Especialistas en Tabaquismo (Sedet), la clave está en la motivación: “Lo más importante es encontrar una razón lo suficientemente poderosa como para que a esa persona le merezca la pena el esfuerzo que supone dejar de fumar”. Esa motivación puede ser interna —la salud, la economía, el cansancio de la dependencia— o externa, vinculada al entorno familiar, la pareja o incluso una enfermedad cercana.
En ese contexto, el círculo más próximo se convierte en un factor decisivo. “Somos más fieles a los compromisos cuando los verbalizamos”, señala Noa Rey, presidenta del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo. Contarlo refuerza la decisión y activa al entorno como red de apoyo. “Decírselo a la persona que más ilusión va a poner es clave”, apunta.“Hacer pública la decisión convierte el abandono del tabaco en un proyecto”, considera Elisardo Becoña, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad de Santiago de Compostela y director de su Unidad de Tabaquismo. “El momento del año también influye: las vacaciones y los cambios de rutina pueden facilitar el inicio del abandono o la reducción gradual del consumo”.
Acompañar a una persona fumadora en ese proceso no es sencillo. Los expertos recomiendan evitar el reproche y la vigilancia constante, y optar por estrategias que reduzcan la ansiedad: proponer actividades incompatibles con fumar, mantenerse ocupado, acudir a espacios libres de humo. “Pensar que es solo ‘dejarlo y ya está’ dificulta mucho el proceso”, advierte Minué. Validar el esfuerzo, reconocer los avances y tomarse en serio el intento resulta más eficaz que señalar las recaídas. Y hay una recomendación clara: si hay más de una persona fumadora en casa, es preferible dejarlo a la vez. Rey subraya también la importancia de los pequeños logros: “Premiarse por días sin fumar refuerza la motivación y hace más llevadero el proceso”.
Recursos sanitarios para dejar el tabaco
Aunque la mayoría de las personas que abandonan el tabaco lo hacen sin ayuda, el acompañamiento profesional multiplica las probabilidades de éxito. “La intervención más eficaz combina apoyo psicológico, generalmente cognitivo-conductual, con tratamiento farmacológico”, explica Minué. Se trata de que la persona comprenda por qué fuma, cómo actúa la nicotina, cuáles son sus disparadores y qué asociaciones mantiene con el consumo.
Los recursos disponibles incluyen la atención primaria, las farmacias comunitarias y las unidades de tabaquismo. Sin embargo, el acceso no siempre es homogéneo. “No existe una red estructurada de unidades de tabaquismo como ocurre con otras especialidades”, señala Minué. “Depende mucho de iniciativas locales”.
Desde atención primaria, explica Freund, existen criterios para acceder a tratamientos financiados: ser mayor de edad, fumar más de 10 cigarrillos al día o mantener el consumo durante más de 10 años, entre otros. El médico de cabecera evalúa cada caso de forma individual. “No basta con pedir la ayuda”, apunta. A nivel estatal, la financiación sigue siendo limitada y desigual. Ambos expertos insisten en un mensaje clave: el tabaquismo es una enfermedad y debe tratarse como tal.
El tabaquismo, en cifras
Los datos invitan a un optimismo prudente. Según la última Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (Edades) del Ministerio de Sanidad, el consumo diario de tabaco en España ha descendido hasta el 25,8% de la población, el nivel más bajo en tres décadas. Aun así, tras el alcohol, sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida. Dos de cada tres fumadores se han planteado dejarlo y más del 40% lo ha intentado alguna vez.
La Organización Mundial de la Salud alerta de que el tabaco provoca más de siete millones de muertes al año en el mundo, aunque reconoce avances significativos. El porcentaje de personas que fuman ha caído del 22,3% en 2007 al 16,4% en 2023, en buena parte gracias a políticas de control como las advertencias sanitarias, los espacios sin humo o el aumento de impuestos. Hoy, más del 75% de la población está protegida por al menos una de estas medidas, aunque 2.000 millones de personas siguen desprotegidas.
La OMS advierte además del crecimiento de nuevos productos, como los cigarrillos electrónicos, especialmente entre jóvenes, y de la necesidad de regularlos con mayor rapidez para evitar que reviertan los avances logrados. En España, el Gobierno aprobó el pasado año el Plan Nacional de Prevención y Control del Tabaquismo 2024–2027, que refuerza la prevención, la asistencia para dejar de fumar y la regulación de nuevos dispositivos. Los beneficios de abandonar el tabaco son inmediatos. “A las pocas horas del último cigarrillo ya se producen cambios positivos en el organismo”, recuerda Freund.
Cuando el propósito deja de ser una promesa
Aunque cualquier momento es bueno para dejar de fumar, Rey cree que “hay que aprovechar el tirón de estas fechas y de los propósitos”. Becoña coincide: “Las fechas señaladas ayudan a tomar decisiones”. El ego de Diego sintió una punzada al escuchar las risas de sus amigos, pero no se enfadó. En el fondo sabía que, hasta ahora, ni siquiera él se había tomado en serio su promesa.
Esta vez es distinto. Va a hablar con su entorno, ha buscado información y sabe dónde pedir ayuda. No tiene la certeza de que será fácil, pero sí de que es posible. Rey asegura no conocer a nadie que se arrepienta de haber dejado de fumar. “Siempre merece la pena”. Y concluye: “El apoyo emocional, celebrar cada avance y no desmerecer las recaídas aumenta notablemente las probabilidades de éxito”.
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