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¿‘Fat but fit’? Estar en forma podría ser un mejor predictor de longevidad que estar delgado

Un nuevo estudio señala que la capacidad cardiorrespiratoria es mucho más crucial para predecir el riesgo de mortalidad por cualquier causa que el peso de una persona

La capacidad cardiorrespiratoria es un predictor importante de la mortalidad por cualquier causa.
Adrián Cordellat

Entre los pilares de salud reconocidos y aceptados por las principales autoridades médicas y sanitarias se hallan la buena nutrición, el ejercicio físico, el sueño reparador y la relajación. Todos ellos contribuyen, de alguna u otra manera, a mantener nuestro cuerpo en forma y en unos rangos de peso saludables, dos condiciones consideradas indispensables para tener más probabilidades de vivir una vida larga y libre de enfermedad. Un estudio reciente con datos de casi 400.000 personas, no obstante, parece indicar que el estado de forma, determinado por la capacidad cardiorrespiratoria, resulta mucho más crucial para predecir el riesgo de mortalidad por cualquier causa que el peso de una persona.

“El hallazgo principal de nuestro estudio es que la capacidad cardiorrespiratoria, descrita por el consumo máximo de oxígeno (VO₂ pico), es un predictor importante de la mortalidad por cualquier causa y por enfermedad cardiovascular. Una vez que los datos se ajustaron por VO₂ pico, las categorías de índice de masa corporal (peso normal, sobrepeso u obesidad) no fueron predictoras del riesgo de muerte. Es decir, que una vez que se tuvo en cuenta la condición física, la cantidad de grasa no predecía el riesgo de muerte”, explica a EL PAÍS Siddhartha Angadi, fisiólogo del ejercicio de la Universidad de Virginia (EE UU) y autor principal del estudio.

Según el investigador, en ese sentido, los beneficios del ejercicio físico para mejorar la capacidad cardiorrespiratoria se obtendrían incluso en ausencia de pérdida de peso. “El entrenamiento físico produce mejoras agudas y crónicas en el control de la glucosa en sangre, la resistencia a la insulina, la función cardiovascular, la inflamación y la acumulación de grasa en órganos como el hígado que están relacionados con resultados de salud positivos”, sostiene Angadi. Estudios previos del experto ya habían demostrado precisamente eso: que el riesgo de mortalidad asociado con la obesidad se atenúa o elimina en gran medida con niveles de moderados a altos de aptitud cardiorrespiratoria o actividad física, independientemente de que exista pérdida de peso.

“Los resultados no son tan sorprendentes. En nuestro departamento llevamos mucho tiempo defendiendo que diferentes parámetros antropométricos que definen la situación de delgadez, sobrepeso u obesidad no nos dicen toda la verdad, son incompletos”, sostiene Javier Escalada, director del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Clínica Universidad de Navarra. Según el experto, de hecho, cuando se hacen estudios más profundos de composición corporal, el porcentaje de grasa corporal se encuentra en rango de obesidad en hasta un 30% de las personas con normopeso y hasta en un 80% de las personas con sobrepeso. “Hay mucha más obesidad oculta debajo de parámetros que parecen normales”, sostiene Escalada, que destaca la necesidad de hacer estudios más completos que, además del peso y la composición corporal, analicen la funcionalidad de los pacientes (pruebas para analizar la función muscular, test de sentarse y levantarse, prueba de marcha de seis minutos, etc.): “Eso es lo que define realmente el estado funcional de una persona y es lo que está muy relacionado con la morbilidad y la mortalidad”.

¿Mito o realidad?

Un estudio publicado en 1999 y liderado por Steven Blair (1939-2023), reconocido investigador de la Universidad de Carolina del Sur en el campo de las Ciencias del Ejercicio, ya llegó a conclusiones similares a las obtenidas por Siddhartha Angadi. Y popularizó el concepto de fat but fit (gordo pero en forma) o de la persona con obesidad metabólicamente sana. Sin embargo, para el doctor Ángel Durántez, pionero en España de la Medicina Preventiva Proactiva, sería “un error” trasladar la idea de que la obesidad no pasa factura, “porque sí que pasa factura, por muy en forma que estés, porque, además, cuanto más fat estés, más te va a costar mantenerte fit”. La prueba, según el experto en medicina antienvejecimiento, es que entre los hombres y mujeres más longevos del mundo, aquellos que alcanzan y superan los cien años, brillan por su ausencia las personas con sobrepreso u obesidad.

Un estudio publicado en 2021 con datos de más de 380.000 participantes del Biobanco del Reino Unido venía a contradecir, de hecho, esta idea de la persona con obesidad metabólicamente sana. Según los resultados del mismo, las personas que entraban dentro del rango de lo que se considera obesidad metabólicamente sana tenían un riesgo considerablemente mayor de diabetes (4,32 veces superior), aterosclerosis (1,18), fallo cardiaco (1,76) y enfermedad respiratoria (1,2) que los sujetos sanos que no presentaban obesidad. Los autores del estudio concluían que se debía evitar el concepto de obesidad metabólicamente sana, “por ser engañoso”, y alentaban a recomendar el control de peso a todas las personas con obesidad, independientemente de su estado metabólico, para reducir el riesgo de diferentes enfermedades metabólicas y cardiorrespiratorias.

Una visión “holística” para mejorar el estado físico y el peso

Angadi destaca que los resultados de su estudio revelan la importancia de “seguir las recomendaciones de las principales asociaciones médicas para la condición aeróbica y muscular”. A saber, realizar actividad de intensidad moderada (como caminar a paso ligero) durante 150 minutos o más por semana o, si se prefiere, 75 minutos por semana de actividad vigorosa; y a ello sumar la realización de ejercicios de fortalecimiento muscular al menos dos veces por semana.

Sin embargo, según un estudio publicado en 2022, esto no sería suficiente, ya que, “si bien la actividad física mitiga en parte los efectos perjudiciales del sobrepeso y la obesidad sobre el riesgo de enfermedad cardiovascular, el exceso de peso corporal per se está asociado con un aumento notable en la prevalencia de los principales factores de riesgo”. Otro estudio publicado en 2017 en TheBMJ, por su parte, concluyó que las estrategias para reducir peso disminuyen la mortalidad prematura por todas las causas en adultos con obesidad, independientemente de que se complementen o no con programas de ejercicio físico.

“No hay que quitarle valor a la dieta, ni a la farmacología, ni a la cirugía, ni al ejercicio. Al final, lo más efectivo es un abordaje multidisciplinar en el que, por supuesto, el ejercicio físico debe ser clave, ya que metabólicamente va a alargar la vida y va a posponer la enfermedad, que es lo que todos buscamos”, sostiene Ángel Durántez.

En unos términos muy parecidos se posiciona, por último, Javier Escalada, que destaca también la importancia de la actividad física en estos abordajes holísticos, sobre todo cuando entran en juego fármacos como Ozempic y sucedáneos, que conllevan una gran pérdida de peso en breves espacios de tiempo. “En estos casos, si no se hacen bien las cosas, se puede perder masa muscular, lo que sería una pérdida de peso de mala calidad que puede conducir a la sarcopenia, que es lo que realmente marca el pronóstico. Para evitarlo, hay que meter actividad física, sobre todo de fuerza y resistencia”, concluye.

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Sobre la firma

Adrián Cordellat
Escribe como colaborador en EL PAÍS desde 2016, en las secciones de Salud y Mamás&Papás. También ha colaborado puntualmente en Babelia y en la sección de Cultura, donde escribe sobre literatura infantil y juvenil. Dedica la mayor parte de su tiempo a gestionar la comunicación de sociedades médicas y científicas.
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