Fuego en el corazón de la Amazonía ecuatoriana: niñas y jóvenes en lucha por la justicia climática
Tres años después de que una corte ordenara la eliminación de las antorchas que queman gas en las petroleras por violar derechos humanos, la sentencia sigue sin cumplirse y la lucha de las activistas continúa

En las noches de la Amazonía ecuatoriana, enormes llamas iluminan la oscuridad de manera perenne. Es el fuego de los mecheros, grandes antorchas que queman gas en los pozos petroleros y que, lejos de representar progreso, son cicatrices vivientes en el pulmón verde del mundo. Estas estructuras no solo queman gas natural en un acto innecesario de despilfarro de un recurso no renovable, sino que contaminan el aire, destruyen la biodiversidad y ponen en riesgo la vida y los derechos de las comunidades que habitan cerca. Aquí, desde hace más de 57 años, la justicia ambiental es un sueño distante y los derechos humanos son quemados junto con el gas.
La quema de gas en mecheros: grandes errores climáticos
El extractivismo petrolero, desde la exploración hasta la explotación, afecta severamente a la biodiversidad y genera impactos que socavan el derecho a la vida digna, la salud y un medio ambiente limpio y saludable. La quema de gas en mecheros, en particular, se ha convertido en un símbolo de injusticia, pues el mantenerlos operando agrava la crisis climática global, al contribuir con emisiones significativas de gases de efecto invernadero como el metano, un supercontaminante, cuyo efecto de calentamiento de la atmósfera es más potente que el del CO₂. La persistencia de una práctica tan perniciosa e innecesaria perpetúa un modelo económico dependiente de los combustibles fósiles.
Ecuador está entre los 30 países del mundo que hace más uso de la quema de gas en mecheros
Desde Amnistía Internacional, hemos hecho un exhaustivo análisis en el que verificamos que, a pesar de la sentencia que determina la eliminación de los mecheros, estos han aumentado en número y siguen operando cerca de zonas pobladas. Esta situación profundiza la sistémica marginalización, desigualdad y racismo medioambiental, entendido como la distribución desigual de impactos ambientales negativos que afectan de manera desproporcionada a comunidades racializadas, que se experimenta en la Amazonía ecuatoriana como gran “zona de sacrificio” de la industria petrolera.
Según el Banco Mundial, Ecuador está entre los 30 países del mundo que hace más uso de la quema de gas en mecheros y al mantenerlos encendidos perpetúa una terrible práctica que pone en peligro la vida, la salud y demás derechos de las poblaciones más empobrecidas del país.
El gobierno ecuatoriano y empresas como Petroecuador han optado por perpetuar esta práctica, priorizando los beneficios económicos de la extracción petrolera sobre las vidas humanas y el medio ambiente. Esto a pesar de que deberían más bien cumplir con su responsabilidad de respetar los derechos humanos en el contexto del cambio climático y alinear sus operaciones y modelos de negocio con los objetivos del Acuerdo de París, concretamente limitando el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
Tres años después, la lucha de las activistas sigue en pie, porque el cumplimiento de esta sentencia sigue siendo una promesa vacía
También el Gobierno debe dialogar con los pueblos indígenas, respetando sus cosmovisiones y prioridades, para evitar la expansión de zonas de sacrificio y proteger la biodiversidad única de la Amazonía. Frente a los comicios que se están llevando a cabo en Ecuador, es imperativo que la persona que resulte elegida en la presidencia ecuatoriana no solo cumpla con la sentencia judicial, sino que también implemente políticas que aborden las causas estructurales de la desigualdad y la marginalización en la Amazonía profundizadas por una industria petrolera que extrae crudo a cualquier costo.
Resistencia de activistas jóvenes amazónicas
En medio de este panorama desolador, nueve niñas y jóvenes de la Amazonía se alzaron contra este símbolo de destrucción. Con el respaldo de la Unión de Afectados por las Operaciones Petroleras de Texaco (UDAPT) y el colectivo Apaguen los Mecheros, estas jóvenes decidieron enfrentarse a estos monstruos de fuego, como ellas mismas llaman a los mecheros, desafiando al Estado ecuatoriano y a la industria petrolera. Las activistas, cuya lucha es conocida como el Caso Mecheros, lograron en 2021 una sentencia histórica de una corte de la Amazonía ecuatoriana, que reconoció la violación a los derechos humanos que ocasionan los mecheros, así como su contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero que agravan el calentamiento global.
Tres años después, la lucha de las activistas sigue en pie, porque el cumplimiento de esta sentencia sigue siendo una promesa vacía. A pesar de la orden de eliminación progresiva de los mecheros, priorizando aquellos cercanos a comunidades pobladas, estas estructuras continúan contaminando la región, perpetuando los impactos negativos en la salud de sus habitantes y el medio ambiente.
En un mundo al borde del colapso climático, la lucha de estas niñas y jóvenes amazónicas y su valentía para enfrentar al Estado y a la empresa nacional de hidrocarburos, Petroecuador, nos recuerda que la justicia climática es, ante todo, una cuestión de derechos humanos. Su resistencia deja ver que un mundo mejor es posible, pero requiere del esfuerzo colectivo de gobiernos, empresas y ciudadanos.
No hay tiempo que perder
En diciembre 2024, la Organización de Naciones Unidas en su mensaje de fin de año anunció que desde 2014 se han vivido los años más calurosos jamás registrados. Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) declaró al año 2024 como el más cálido registrado, superando a 2023, que anteriormente ostentaba el récord. El año de 2024 también tuvo más huracanes, tempestades, incendios, inundaciones y otros desastres vinculados al cambio climático.
El tiempo de actuar es ahora. Las llamas de los mecheros nos advierten que seguir como vamos no solo perpetúa el daño, sino que nos acerca a un punto de no retorno.
Es hora de que el Gobierno del presidente Daniel Noboa actúe con determinación, no solo para cumplir con sus obligaciones con los derechos humanos y la naturaleza nacionales e internacionales, sino para garantizar un futuro digno para todas las personas, especialmente el de los niños y jóvenes que están pagando por una crisis climática que no causaron. Un futuro que además depende de la eliminación urgente de los combustibles fósiles.
La sentencia del Caso Mecheros es clara, la ciencia es irrefutable, y el tiempo se agota. Las comunidades afectadas, las activistas jóvenes que arriesgan sus vidas por la Amazonía y las generaciones futuras esperan más que palabras. Exigen acciones concretas y un cronograma efectivo para la eliminación de los mecheros, comenzando por los que envenenan hogares y escuelas. El presidente Noboa tiene en sus manos la posibilidad de responder al valiente clamor de estas nueve jóvenes que desafiaron a los innecesarios y peligrosos mecheros, pues es tiempo de que Ecuador apague la mecha de la injusticia para encender la vida.
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