El sinhogarismo no se resuelve con un documental
Los lectores y las lectoras escriben sobre el problema de la exclusión social, Carlos Mazón, la adicción a las pantallas y el auge del autopago en los comercios

El 25 de noviembre, este periódico difundió el documental impulsado por Richard y Alejandra Gere sobre las personas sin hogar en España. Cada campaña sobre sinhogarismo promete acabar con esta lacra en plazos breves, algo que se repite, según parece, desde hace siglos. Llama la atención que este nuevo anuncio provenga de una iniciativa casi individual. El problema del sinhogarismo combina dos rasgos que lo alientan: la falta de sensibilidad social y política para dar respuestas eficaces, y la aparición de iniciativas bienintencionadas cuyo impacto real, lejos de resolverlo, lo colocan cada vez más en la esfera de los individuos. Mientras tanto, siguen en la calle muchas personas en situación de exclusión extrema, incluidas aquellas con trastornos mentales graves a las que los sistemas públicos no ofrecen la atención necesaria y adecuada, vulnerando sus derechos más básicos. Ojalá el matrimonio Gere y su equipo logren su objetivo en los seis años que se han propuesto, pero una intervención de tal magnitud solo sería creíble si la asumiera el conjunto de la sociedad a través de las instituciones y servicios públicos financiados por la ciudadanía.
Santos Malagón Jiménez. Madrid
Una vergüenza más
¿No querías taza? Pues tomad taza y media. Es lo que me parece el hecho de que Carlos Mazón presida una comisión de Les Corts que no se ha reunido en cinco años, y por lo que cobrará más de 600 euros al mes. Una vergüenza más del PP, que premia a un político que ha demostrado una irresponsabilidad absoluta.
Antonio Nadal Pería. Zaragoza
Enganchados a las pantallas
Tengo la suerte de haber nacido justo antes de que aparecieran los primeros móviles. Crecí con tiempo para aburrirme, y con el tiempo entendí que aburrirse no era algo malo sino necesario. Del aburrimiento salían las ideas. Hoy los niños ya no se aburren. Nosotros tampoco. Vivimos enganchados a pantallas que nos están destruyendo el cerebro. Nuestros sistemas de recompensa están totalmente alterados. Queremos todo ya, y si no lo tenemos pasamos de largo. Nos hemos convertido en una sociedad que no sabe esperar, que no sabe esforzarse por lo que quiere. Solo hace falta salir a comer fuera para verlo. Parejas que se pasan la cena mirando el móvil, incapaces de sostener un momento sin estímulos. Y luego nos sorprendemos de que nos cueste concentrarnos o leer un texto largo. Quizá la pregunta no sea cuántas horas pasamos mirando el móvil, sino cuánto tiempo llevamos sin mirar otra cosa.
Lucía Martincic. Punta del Este (Uruguay)
Un puesto de trabajo menos
Mi padre, siempre que va al supermercado, opta por hacer cola en una caja tradicional, donde le atienda una persona, aunque haya máquinas libres. No lo hace por nostalgia ni por buscar conversación, sino porque sabe que detrás de esa máquina hay un puesto de trabajo menos. Escoger la caja de autopago puede parecer cómodo, pero también significa validar un modelo que sustituye el empleo humano por tecnología. Ir a la caja de toda la vida es un pequeño gesto para apoyar el trabajo de las personas y frenar, en la medida de lo posible, esta automatización acelerada.
Yunà Tato López. Sant Antoni de Vilamajor (Barcelona)
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