Feijóo, con Mazón al cuello
La ambigüedad del presidente del PP respecto a la impostura del presidente valenciano lastra su propia credibilidad como líder


La solemnidad del funeral de Estado que hoy, exactamente un año después de la tragedia, se celebra en Valencia por las víctimas de la dana se ve empañada innecesariamente por las turbulencias políticas en torno a la figura del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Que numerosas víctimas le hayan pedido que no acuda, que llegara a ponerse en duda su presencia da una idea del grado de descrédito en el que se ha hundido el máximo representante del Estado en la Comunidad Valenciana después de un año sin asumir la responsabilidad por la negligencia de su Gobierno mientras decenas de personas morían ahogadas, la mayoría atrapadas en acciones cotidianas por no haber sido alertadas del grave peligro que corrían. Sería injusto y triste que, en un acto pensado para que las víctimas sientan el abrazo de todos los españoles, la atención acabe centrada en cada gesto de un político convertido por méritos propios en símbolo de incompetencia y arrogancia.
Mientras España cumple un año de duelo, Mazón cumple un año sin haber respondido sobre lo más elemental: qué estaba haciendo aquella tarde. Es más, ha mentido y modificado su relato varias veces a rebufo de las investigaciones periodísticas. Ha repartido culpas y desafiado las críticas con una altivez indefendible. La impostura de presentarse como un líder al frente de la reconstrucción ha llegado al nivel de ofensa a las víctimas y a todos los valencianos —incluidos los votantes del PP—, que reclaman abrumadoramente en las encuestas su dimisión.
¿En qué momento creyó Carlos Mazón que sus conciudadanos iban a pasar página de una tragedia así sin saber toda la verdad? ¿Cuándo pensó que podía mantener la farsa ante el avance de una minuciosa investigación penal cuya misión es ofrecer justicia a una sociedad traumatizada por la muerte y por la ruina material? El president no solo ignoró aquel día lo que estaba pasando, sino que un año después da la impresión de no ser consciente de lo que ha pasado.
Esta situación es inexplicable sin el apoyo orgánico del PP a Mazón. La incomodidad oficiosa de sus dirigentes no tiene ningún valor político. La estrategia de ambigüedad calculada apunta directamente a su líder, Alberto Núñez Feijóo, incapaz de hablar claro sobre lo que resulta evidente también para sus votantes. Es cierto que él no es el jefe de Mazón —que responde ante las Cortes Valencianas, no ante la calle Génova—, pero Feijóo es, hoy por hoy, la única persona en España cuya palabra puede acabar con el oprobio. Como presidente del PP, el partido más votado y con más poder territorial del país, tiene que poner voz a lo que piensa la inmensa mayoría de la ciudadanía —valenciana y española, de derechas y de izquierdas— y pedirle a Mazón que dimita.
Cada día que Feijóo se desentiende de esta situación, se hace más pesado el lastre político. Carlos Mazón ya fue uno de los factores que contribuyeron en 2023 a privar al PP de una mayoría de gobierno en el Congreso. Su apresurado pacto con Vox hizo realidad el relato de Pedro Sánchez sobre el peligro de la ultraderecha en plena campaña de las elecciones generales. El riesgo de que el presidente valenciano vuelva a ser un factor de distorsión en próximos comicios es obvio, porque el bloqueo solo puede ir a peor. Feijóo no tiene ninguna responsabilidad en el desastre de la gestión de la dana, pero tiene la obligación de escuchar el clamor ciudadano que, también desde sus propias filas, reclama desde hace meses la dimisión de Carlos Mazón.
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