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RED DE REDES
Columna
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Algo se ha roto, confiemos en que no para siempre

Los 219 folios de la demanda de los Macron contra una ‘influencer’ que afirma que la esposa del presidente francés es un hombre componen una novela con protagonistas de carne y hueso ambientada en tiempos distópicos: la rabiosa actualidad

Natalia Junquera

Para explicar cómo funcionan las redes sociales y hasta qué punto han alterado la forma de vivir y relacionarse; de votar y de informarse, incluso si uno carece de cuentas de X, Tik Tok o jamás ha entrado en YouTube, una historia reciente resume bien todas las plagas que han esparcido. Las protagonistas se llaman Brigitte Macron y Candace Owens. La primera, maestra retirada, es la primera dama de Francia. La segunda, estadounidense, no terminó la carrera de periodismo y se gana la vida con una profesión que no existía antes de que las redes llegaran: influencer. Solo en X suma más de siete millones de seguidores. La primera tiene 72 años, la segunda, 36. Viven en continentes diferentes, pero la segunda ha provocado que en medios de todo el mundo apareciesen titulares como este: “Macron y su esposa presentarán pruebas para demostrar que ella es una mujer”.

Lo peor es que es cierto: el presidente de la séptima potencia económica mundial y su esposa han emprendido, efectivamente, una batalla judicial contra la estupidez. Y no es el primer asalto. En el anterior, pendiente de recurso, un tribunal parisino absolvió a otras dos mujeres, Natacha Rey y Amandine Roy, quienes habían logrado viralizar (otro nuevo concepto) un vídeo en el que sostenían que Brigitte Macron era, en realidad, su hermano Jean-Michel Trogneux; que ella había muerto muy joven y este supuestamente habría cambiado de sexo y asumido la identidad de su hermana. Rey dice ser una periodista independiente; Roy es una supuesta médium que mezcla contenidos esotéricos o de misterio con ataques al Gobierno ―¿les suena el perfil?―. En primera instancia fueron condenadas a pagar 8.000 euros a la primera dama francesa y 5.000 a su hermano, pero otro tribunal revocó el castigo al considerar que habían actuado “de buena fe”.

Los Macron presentaron su demanda contra Owens en Delaware, donde están radicadas las empresas de la influencer. Es decir, si finalmente hay un juicio, el presidente francés, que este lunes proclamaba en la sede de Naciones Unidas en Nueva York el reconocimiento de Palestina como estado independiente, tendría que regresar a EEUU con su esposa, pero no para para participar en una cumbre internacional o abordar cualquier asunto de política exterior, sino para defenderse de una bloguera antivacunas que asegura en sus tuits, vídeos y podcasts que su esposa es un hombre, concretamente, su cuñado; que él y su mujer son parientes que han cometido incesto; que él llegó a la presidencia de Francia gracias a un experimento de la CIA, “un programa de control mental” y que periodistas que se atreven a investigarlos aparecen muertos en extrañas circunstancias. De llevarse a cabo, el proceso sería con jurado popular. Es decir, decidiría el público, la audiencia.

La demanda de los Macron tiene 219 folios; una novela con protagonistas de carne y hueso ambientada en tiempos distópicos: estos, la rabiosa actualidad. Recopila, uno por uno, los disparates vertidos en los últimos años sobre el matrimonio; los intentos para que Owens se retractara y los motivos por los que creen que nunca lo hizo: la mentira da dinero. La web de la demandada está repleta de llamadas a hacer donaciones para acceder a “la verdad sin filtros” o para adquirir sus productos de merchandising: sudaderas, gorras, cremas, camisetas para presumir de “antifeminista” ―la que llevaba impresa una falsa portada de la revista Time con Brigitte Macron como “hombre del año” está “agotada”, según recuerda la demanda―.“Cada vez que los Macron salen de su casa”, afirma su abogado, “lo hacen sabiendo que un número incontable de personas ha oído y puede llegar a creer las fabulaciones de Owens”. Se trata, asegura, de “una humillación global”; de un “acoso implacable a escala mundial” cometido por alguien que “no quiere informar, sino inflamar” y que “no busca la verdad, sino la fama”. El documento concluye que, con el poder de difusión que dan las redes, esta ciudadana estadounidense ha logrado incluso “debilitar” la relación de Macron con políticos de su gabinete.

Es difícil combatir la estupidez y más aún condenarla en los tribunales. Por eso no está nada claro que haya que intentarlo. Algo se ha roto ―confiemos en que no para siempre―, cuando un presidente y su esposa sienten la necesidad de defenderse de una influencer a la que nunca han visto en persona; cuando esta influencer se presenta como periodista de investigación e independiente y cuando una audiencia millonaria está dispuesta a creer que eso es periodismo y que Candace Owens merece que paguen una suscripción a su canal.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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