Ir al contenido
_
_
_
_
Código Abierto
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Y si Da Vinci fuera un robot?

A la mayoría de la gente le desagrada la mera idea de que exista arte creado por inteligencia artificial

Detalle del cuadro de 'La Gioconda', de la página web del Louvre.
Javier Sampedro

Supón que estás en el Louvre admirando la Mona Lisa, que ya sé que es mucho suponer, cuando de repente te entra un vídeo de tu influencer favorito que asegura que Da Vinci era en realidad un robot enviado desde el futuro para animar un poco el Renacimiento italiano. ¿Y ahora qué? ¿Seguirás mirando el cuadro con la misma devoción? ¿O ya no te parece para tanto?

Hazte la misma pregunta con esa fuga de Bach que te hace saltar las lágrimas, o tu canción favorita de los Beatles, o de Taylor Swift. Si te enteras de que esas partituras fueron escritas por una inteligencia artificial, ¿te seguirán gustando igual o de otra forma? ¿O de ninguna forma?

Pasa algo vagamente similar con Louis-Ferdinand Céline. Si leíste Viaje al fin de la noche antes de saber que Celine denunció a sus vecinos judíos a la Gestapo, y ello con nombres, apellidos y direcciones, es posible que después recuerdes la novela con otros ojos. Y si no la has leído, lo más probable es que ya no la leas, pese a su indudable calidad literaria. Bien mirado, no es tan fácil que tu artista predilecto resulte ser Santa Úrsula en su vida privada. Los genios suelen ser gente insoportable, y a menudo no los aguanta ni su padre. Hasta qué punto estamos dispuestos a transigir con sus defectos es una opción personal, aunque influida por los valores del entorno y del momento histórico. Que un novelista fuera adúltero sería casus belli en la Inglaterra victoriana, pero hoy tiene tanta importancia como que un músico se drogue: ninguna.

Los robots, sin embargo, parecen darnos aún peor rollo que los nazis y los adúlteros. La mera idea de que una inteligencia artificial pueda pintar un buen cuadro o escribir un buen guion levanta oleadas de pánico entre los artistas y sarpullidos de desconcierto en públicos de toda clase. Digo “la mera idea”, porque lo cierto es que ninguna de esas cosas ha ocurrido aún, pero ya han causado la irritación de los filósofos y una huelga de guionistas en Hollywood. Todos nos consideraríamos estafados si Da Vinci fuera un robot, e incluso si lo fuera nuestro influencer favorito. ¿Por qué, si el cuadro o el vídeo seguirían siendo exactamente los mismos aunque los hubiera creado una máquina?

Deni Ellis Béchard, un periodista y escritor de ficción, y Gabriel Kreiman, un científico que estudia la frontera entre los sistemas biológicos y los artificiales, han organizado una pequeña encuesta entre 150 estadounidenses para examinar la cuestión de manera un tanto informal. Según los resultados, a la mayoría de la gente le desagrada la mera idea del arte creado por inteligencia artificial. No es que no les guste ese arte, es que no les gusta el mero hecho de que exista. Ven una “profundidad emocional” en el arte que, por alguna razón, las máquinas no pueden generar, o ni siquiera deben pretender. No se trata de un test de Turing en versión artística –contemplar obras de arte sin saber si las ha creado una persona o una máquina—, sino una mera encuesta de opinión. Pero así está el tema, en cualquier caso.

Esa misma mayoría, sin embargo, muestra una mente abierta sobre la utilización de la inteligencia artificial para crear arte, pero solo si hay un artista humano enredado en el proceso. Aquí no valdría simplemente que el artista le pida a ChatGPT que le pinte un cuadro, sino que tendría que implicarse a fondo en la generación de la obra. Alguien que vive plácidamente y duerme como un lirón no debería usar un robot para que le escriba la música. A los consumidores de arte les gusta ver sufrir al artista, por así decir. Qué complicados sois los humanos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_