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Columna
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La IA me rodea

Las conversaciones cotidianas muestran que la inteligencia artificial no es el futuro sino el presente de todos

OpenAI anuncia SearchGPT, un "prototipo" de su buscador basado en inteligencia artificial
Rebeca Carranco

Después de la cena, ya en casa, llega la imagen al pequeño grupo de WhatsApp en común. “Se parece más a mí”, escribe quien ha enviado la foto de una niña monísima, de unos tres años, con media melena, cabello ondulado y camiseta azul. No es una fotografía real, pero tampoco es una fotografía cualquiera: es el aspecto que tendría una posible hija en común entre ella y su pareja —han decidido no tener descendencia— creada por ChatGPT. El envío responde a una velada marcada por los efectos de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas. “Prefiero enseñar el porno que miro antes que mis preguntas a ChatGPT”, había confesado esa misma persona durante la noche.

No sé si les pasa, pero la inteligencia artificial ha sido la protagonista de la mayoría de mis encuentros con amigos y familia durante este verano. “Sin empatía y haciendo la pelota: la IA es un pésimo terapeuta”, reza el titular de un artículo publicado por este diario el domingo, que envía otra de mis amigas, después de un encuentro en un bistró de la Costa Brava. La escena es menos pija de lo que parece: una experta en atención al paciente, una técnica municipal, una especialista en marketing y una periodista comiendo y hablando sobre el impacto de la IA en sus vidas profesionales. Pero también en las personales: de consultas médicas a asesoramiento cotidiano en el hogar. “La IA es complaciente, siempre quiere darte la razón”, insistía una de las comensales, que retó a ChatGPT con la afirmación “dos más dos son cinco”, hasta que la máquina elaboró un escenario en el que fuese plausible. El citado artículo confirmaba sus temores.

De nuevo, la IA capitalizó la comida familiar de domingo, esta vez en un restaurante en el interior de Cataluña, con un menú de fin de semana de primer plato, segundo y postre que alimentaría a un regimiento. “Es muy peligroso”, insistía uno de los presentes, quien recordaba haber visto en YouTube la explicación de un caso en el que la inteligencia artificial se rebeló y chantajeó a su supervisor. En esta época en la que apenas quedan consensos sobre lo verdadero y lo falso, el relato de las máquinas haciéndose dueñas del mundo parecía pura conspiranoia. Hasta una pequeña búsqueda en la hemeroteca confirmó que no es ciencia ficción todo lo que lo parece. Si no, lean el artículo publicado también por este diario en julio, subtitulado “La empresa Anthropic ha comprobado en un experimento que varias inteligencias artificiales generativas son capaces de amenazar a una persona para evitar que las desconecte”.

Hasta en un reciente desayuno de trabajo la conversación derivó a la inteligencia artificial, que amaga con “revolucionarlo todo”, en palabras de un mando policial. Apelaba a esa sensación de cambio e incertidumbre que se ha instalado en el ambiente, ante una ruptura histórica inminente, que en realidad ya ha llegado. “Antes buscabas enlace a enlace, tú mismo, y entrabas a cada uno de ellos. Ahora te lo da la máquina”, comentaba. Un argumento repetido días atrás con amigas y colegas, divididas entre quienes piensan que la IA facilita el trabajo de búsqueda y anhelan versiones de suscripción premium para mejorar la calidad de los resultados, y quienes defienden que el conocimiento se adquiere también durante el proceso de documentación, y que dejarlo en manos de una máquina empobrece el conocimiento que se adquiere.

Pero, sin duda, donde la IA se ha erigido en poseedora de la verdad es en X. Allí los usuarios han elevado a Grok a la categoría de oráculo incontestable y certero. Ante casi cualquier debate, alguien recurre enseguida a Grok, como si fuese un árbitro imparcial, para zanjar la discusión. Uno de los últimos episodios controvertidos fue cuando le preguntaron si Israel está cometiendo un genocidio en Gaza. Grok, para sorpresa de algunos, contestó que sí, y fue suspendida unas horas por ello. Al final, siempre queda un rincón para la esperanza.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.
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