La venganza de Elon Musk
El millonario tiene intereses fuera de Estados Unidos y un terreno abonado en Europa, donde la ultraderecha prospera rápidamente


Los narcisistas se parecen mucho a los psicópatas. Los dos sufren déficit de empatía, y eso les permite manipular a otros sin remordimiento para conseguir lo que quieren: admiración, placer, poder y control. Los dos se dan aires de grandeza, a pesar de ser fundamentalmente mezquinos, y esperan tratamiento exclusivo, aunque los narcisistas necesitan demostrar constantemente que son superiores al resto, mientras que los psicópatas no necesitan confirmarlo porque ya están convencidos de que lo son. Los dos carecen de sentido de la culpa y nunca se hacen responsables del daño que causan o de lo que sale mal. La diferencia clave es que los narcisistas viven dominados por la vergüenza, mientras que los psicópatas no saben lo que es. Sabemos que Trump y Musk son narcisistas porque son personas inestables, intolerantes a la crítica, y propensos al conflicto y la pataleta. Típicamente, creyeron desde el principio que podían aprovecharse el uno del otro sin consecuencias ni reciprocidad. Como dice Jabois, desde Cumbres borrascosas no ha habido una relación más condenada que esta.
Musk compró la presidencia como garantía de contratos gubernamentales y escudo contra la competencia y la regulación, y ha usado el poder de Trump para acceder a los datos del gobierno estadounidense, impulsar las cripto y extorsionar a otros países para expandir infraestructuras como la red Starlink. Trump se ha gastado el dinero de Musk en la campaña, ha usado su máquina de propaganda X y se ha restregado el aura de innovación y libertad económica del presunto visionario prodigio, para darle a su mensaje retrógrado un aire de progreso interestelar. También lo ha usado para construir un Amazon Prime de deportar personas. La propuesta de Steve Bannon de deportar a Musk por haber conseguido su green card de manera fraudulenta tiene el encanto de la justicia poética, pero no va a ocurrir.
Desde el principio, Musk manifestó su oposición a medidas trumpistas como los aranceles, la cancelación de visados de alta cualificación técnica y a los recortes presupuestarios. Pero la grieta es una cadena de humillaciones reciente. Se involucró en la campaña del republicano Brad Schimel para la Corte Suprema de Wisconsin y perdió estrepitosamente. Varios de sus cohetes explotaron nada más despegar. Prometió recortar el gasto en dos billones de dólares y se va habiendo recortado 140.000 millones. Cuando la semana pasada Trump retiró la nominación de Jared Isaacman, aliado de Musk, como administrador de la NASA, se abrió la veda de las hostilidades públicas. Es probable que los hombres del presidente filtraran los datos y las fotos de su caja de pastillas al New York Times. La cuestión es qué tiene que pasar ahora. Está claro que no va a quedar así.
Trump tiene sustituto para Elon. Una importante habilidad de los narcisistas es que les gusta triangular. También le ha advertido a Elon Musk de que habrá consecuencias muy serias si empieza a donar dinero a candidatos demócratas. Pero Musk tiene intereses fuera de Estados Unidos. Si fuera un verdadero supervillano, se teñiría de rubio platino y se iría con Xi Jinping. Pero hay más posibilidades de que empiece a preparar su venganza en Europa, donde la ultraderecha prospera rápidamente y encuentre un marco capitalista, antiregulatorio, tecno optimista y escéptico de las élites políticas tradicionales o de los medios de comunicación. Nuestra única ventaja es que los narcisistas son personas rígidas que no aprenden de sus errores. Hará lo mismo aquí que hizo antes allí.
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