La fantasía
Pienso que si recuperara la lata con aquellos muñequitos de los chocolatines Jack podría recuperar mi infancia entera


Cuando era chica, en la Argentina existían unos chocolates marca Jack que traían dentro un pequeño muñequito de plástico duro. Eran personajes de las historietas de un hombre llamado Manuel García Ferré. Mencionaré algunos, aunque seguramente muy pocos los conocerán: Simpronia y Eduviges, Larguirucho, Calculín, Pucho y el profesor Neurus, el comisario de Trulalá, el superhéroe Hijitus, que vivía dentro de un caño con su perro Pichichus; el niño Oaky y su padre el señor Gold Silver, el Gran Hampa, Raimundo, la bruja Cachavacha. Yo tenía muchísimos muñecos de los chocolatines Jack. Eran unas miniaturas deliciosas, bien diseñadas, muy coloridas. Los guardaba dentro de una lata. Jugaba con ellos casi todos los días disponiéndolos en casas que armaba con los Rastis o con bloques de madera. Les inventaba historias, los hacía hacer esto y lo otro. Pero un día, muchos años después de que yo dejara la ciudad en la que crecí para irme a estudiar y vivir en Buenos Aires, los busqué y no estaban. La lata con los muñequitos de los chocolatines Jack había desaparecido. Los rastreé por todas partes, por cajones y por armarios, en la casa de mis padres y en la de mis abuelos, pero fue inútil. Jamás volví a verlos. No sé dónde están. No sé si tienen frío, si les duele algo, si piensan en mí, si me extrañan. No sé si me quieren como yo los quise. No sé si recuerdan nuestros juegos, lo bien que la pasábamos. No sé si están en un basural o si los tiene algún niño o si los compró un coleccionista o si se perdieron como se pierden las lágrimas en la lluvia. Pero tengo una fantasía: pienso que si volviera a encontrar la lata con los muñequitos de los chocolatines Jack podría recuperar mi infancia entera. Con cada uno de sus extáticos días, con cada uno de su extáticos juegos, con sus dramas, sus mentiras, sus cuentos, sus trigales, sus caballos, sus miedos, sus hechizos, su radioactiva potencia que todavía me irradia y que, a la vez, me rompe el corazón.
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