El reino, el poder y la fuerza
La lógica de Trump es la del negocio, no la de la paz. Quiere forzar el acuerdo por los minerales de Ucrania sin dar garantías a Zelenski

”El presidente Trump, el negociador y el pacificador, se está exhibiendo”. Este fue el mensaje que el senador republicano Lindsay Graham quiso compartir a primera hora del viernes. Donald Trump lo había invitado a la Casa Blanca para asistir a la firma del acuerdo entre Estados Unidos y Ucrania porque Graham estaba comprometido para hacerlo posible desde hacía medio año. A Graham, agradecido y feliz, se le ve en alguno de los selfis que otros senadores, demócratas y republicanos, se hicieron con Volodímir Zelenski antes de la reunión entre los dos mandatarios en el Despacho Oval. Durante esos minutos previos, Graham, que ha viajado en diversas ocasiones a Kiev desde el inicio de la invasión rusa y que fue uno de los puntales del proyecto de ley Stand With Ukraine Act, le recomendó al presidente ucraniano que no presionase a Trump para obtener garantías de seguridad y que, sobre todo, se mostrase agradecido. Minutos después, tras ver en directo ese diálogo durísimo que revela la brutalidad del poder y cómo ha decidido ejercerlo de manera impúdica el comandante supremo del primer ejército del mundo, Graham, devastado, elogió a Trump y afirmó que no sabía si Estados Unidos podía hacer negocios con Zelenski.
A mediados del pasado mes de agosto, Graham y el demócrata Richard Blumenthal ―miembro del grupo de senadores que abordan las relaciones con Ucrania desde 2015― estuvieron en Kiev. En esos días la inesperada Operación Kursk había llevado a las tropas ucranias a ocupar territorio del enemigo. “La noticia más importante es que Ucrania está luchando contra Rusia en Rusia”, afirmó Blumenthal. Los senadores pidieron a la Casa Blanca de Biden que levantase las restricciones para que fuese posible el uso del armamento estadounidense sobre territorio ruso. Se reunieron con Zelenski y pusieron las bases de un futuro acuerdo sobre minerales de tierras raras, un acuerdo a través del cual Estados Unidos aumentaría su autonomía con respecto a sus rivales. “China controla el 70% de la capacidad mundial de extracción de tierras raras y el 90% de la capacidad de procesamiento”, leo en un reportaje del periodista económico Dominic Culverwell. Se utilizan para industrias de defensa y aeroespacial, para motores eléctricos o para los imanes de los generadores de turbinas eólicas. “Ahora es el momento de formar una asociación estratégica con Ucrania”, dijeron los senadores. “Puede tener enormes beneficios económicos para Estados Unidos y conducir a la estabilidad en Europa”.
Dos semanas después de la victoria de Trump, Graham fue entrevistado por la Fox. “Esta guerra es sobre el dinero”, recordó. La parte ucrania entendió que podía ser una buena táctica posponer la firma del acuerdo a la investidura para que el nuevo presidente pudiese venderlo como una victoria. El 3 de febrero ya se refirió a las negociaciones. El día 12, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, entregó a Zelenski una primera propuesta de acuerdo sobre la minería ucrania. Durante los días posteriores las negociaciones, tensas, continuaron. Las reuniones han sido privadas, la información no es clara. La clave era la creación de un Fondo de Inversión para la Reconstrucción de propiedad estadounidense que Ucrania cofinanciaría a través de sus recursos (los minerales de tierras raras, los puertos…). “El acuerdo debe firmarse”, afirmó el expremier Johnson en Kiev el 24. El día después Ucrania dijo sí. La condición de Zelenski para firmarlo había sido lo que Graham le pidió que no reclamase, lo que planteó en la rueda de prensa en el Despacho Oval: garantías de seguridad. Trump no está dispuesto a darlas. ¿Por qué? Su lógica nacionalista es la del mundo posliberal: el reino oscuro del poder y la fuerza.
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