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Economía
Columna
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Argentina y la crisis del tequila en 1994

Las similitudes del país sudamericano con México son varias, como la intervención del banco central o la pérdida de reservas internacionales, todo ello en un contexto político-electoral complicado

La situación económica de Argentina pasa, una vez más, por un momento delicado. La sostenibilidad de la paridad y del régimen cambiario está en entredicho. El régimen cambiario es clave para el funcionamiento del programa de ajuste y estabilidad económica del presidente Milei. En las últimas semanas se incrementó el riesgo-país y el banco central ha tenido que intervenir en el mercado vendiendo reservas internacionales. Además, en dos semanas habrá elecciones legislativas nacionales, lo que aumenta la incertidumbre sobre el futuro político y la gobernabilidad interna. El Gobierno de Estados Unidos ha ofrecido apoyo financiero, lo que pretende contribuir a sostener el régimen cambiario, aunque también representa un aumento en los compromisos financieros del país que, de por sí, son ya muy elevados. La situación, pues, es sumamente compleja.

En este contexto, algunos analistas han sugerido que la situación actual en Argentina es similar a la que vivió México en 1994, que desembocó en la profunda crisis económico-financiera de ese año conocida como “la crisis del tequila”. Revisemos brevemente algunas similitudes y diferencias entre ambas situaciones.

A principios de 1994, México tenía un régimen de bandas cambiarias. El tipo de cambio fluctuaba libremente dentro de la banda y el banco central intervenía cuando la paridad tocaba los extremos de la banda. Este régimen operaba desde 1991, cuando había sustituido a otros dos regímenes previos de tipo de cambio fijo o semifijo que habían estado vigentes desde 1987. La fijación del tipo de cambio había ocurrido a fines de 1987 como parte de un programa heterodoxo de estabilización de la inflación que utilizaba al tipo de cambio como ancla nominal. El programa fue exitoso ya que logró reducir la inflación anual de 180% en febrero de 1988 a 7,5% en enero de 1994.

Hasta entonces, el tipo de cambio se había comportado razonablemente bien y se mantenía regularmente dentro de la banda. Sin embargo, un par de choques lo llevaron al techo de la banda hacia finales de marzo de 1994: el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del oficialismo. Este evento político generó una enorme incertidumbre y provocó que el banco central interviniera vendiendo dólares. En cuestión de días, el Banco de México vendió 10.000 millones de los 28.000 millones de dólares que mantenía en sus reservas internacionales.

La presión para ajustar la banda o para abandonar el régimen cambiario era alta, pero el presidente Salinas de Gortari no estaba dispuesto a hacerlo. Salinas sabía que había elecciones en agosto de ese año y que una devaluación podría afectar no sólo su imagen sino también las posibilidades de ganar del candidato oficial sustituto. Para estabilizar la situación el gobierno mexicano decidió emitir bonos pagaderos en dólares (los llamados Tesobonos), lo que podría calmar el apetito de los inversionistas que querían salir del país. Aquí es oportuno recordar algo: como resultado del anclaje del tipo de cambio, el peso mexicano se apreció en términos reales, lo que condujo a un enorme desequilibrio comercial. El déficit en cuenta corriente había llegado a 6,5% del PIB en 1993 y a 7,7% en 1994. Este enorme déficit estaba siendo financiado por inversión extranjera de cartera. Tan solo en 1993, las entradas de este tipo de capital fueron de 29.000 millones de dólares. Por ello, el aumento en la incertidumbre desalentaba a estos capitales que, de irse, hubieran agotado las reservas existentes.

Llegó la elección y triunfó el candidato oficial. Erróneamente, se pensó que la situación económica se había estabilizado. La enorme emisión de Tesobonos, muy por encima de las reservas existentes, y el continuo aumento de las tasas de interés externas siguieron presionando al peso. A finales de noviembre, las condiciones para una corrida cambiaria estaban dadas. El presidente Salinas no aceptó devaluar la moneda y le dejó la responsabilidad al presidente entrante. Un mal manejo de la transición y un fallido intento por ajustar el techo de la banda cambiaria, terminaron produciendo la corrida cambiaria que acabó con las pocas reservas existentes. La crisis se materializó en diciembre de ese año. México estuvo a punto de entrar en una nueva moratoria internacional, solo lo evitó el rescate financiero del Fondo Monetario y del Gobierno de los Estados Unidos. Aun así, la crisis económica y financiera en el país fue brutal.

Las similitudes entre México y Argentina son varias: un programa de ajuste y estabilización que usa al tipo de cambio como ancla nominal, un régimen de bandas cambiarias, un aumento en el riesgo político que lleva el tipo de cambio al techo de la banda, la intervención del banco central, la pérdida de reservas internacionales, la amenaza de una corrida cambiaria y todo ello en medio de un contexto político-electoral complicado. En esta ocasión, Estados Unidos interviene antes de la crisis para apuntalar al régimen. Hay, a pesar de todo, una diferencia clave importante: la moneda argentina no parece estar sobrevaluada como lo estaba en su momento el peso mexicano. Esto se deduce del hecho de que Argentina tuvo un superávit en cuenta corriente en 2024 y que ha tenido un balance comercial superavitario en todo 2025.

¿Resistirá el régimen cambiario las dos semanas que faltan para las elecciones? Muy probablemente sí, en especial por el apoyo externo recibido. Sin embargo, queda la incógnita de qué ocurrirá una vez que pasen éstas. Es muy probable que, si pierde el oficialismo, el riesgo-país volverá a aumentar y el régimen cambiario será insostenible. En cambio, si triunfara el oficialismo, no se puede descartar que eso destienda las presiones cambiarias y que la paridad regrese al interior de la banda. Aun en ese caso, quizá sería deseable ajustar el régimen cambiario: un aumento del techo de la banda o incluso una mayor flexibilización cambiaria podrían ser deseables.

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