Polonia, primera línea del frente en la zona gris del Kremlin
Moscú intensifica la presión sobre Varsovia con tácticas de guerra híbrida de difícil respuesta. El uso de explosivos en el último sabotaje muestra la tendencia hacia la escalada


En Polonia sostienen que Rusia está en guerra con Occidente, y ellos se ven en primera línea del frente. No es un conflicto convencional con tanques, misiles, tropas y muertos. Es esa zona gris en la que Moscú ataca en la sombra con operaciones encubiertas, sabotajes, ciberataques y campañas de desinformación. La reciente voladura de una vía férrea en una ruta clave para el suministro de ayuda militar a Ucrania es una muestra de la tendencia hacia la escalada cada vez más peligrosa en esa guerra híbrida. Mientras Occidente debate cómo responder, el Kremlin observa e intenta ganar terreno.
El experto en seguridad y defensa Tomasz Szatkowski, representante permanente de Polonia ante la OTAN entre 2019 y 2024, señala que su país “es probablemente el segundo más mencionado por [el presidente ruso, Vladímir] Putin en Europa después de Ucrania”. Tiene “una obsesión”, dice, con las guerras del siglo XVI y XVII en las que Rusia compitió con Polonia por Bielorrusia y Ucrania.
Marek Menkiszak, jefe del departamento de Rusia del Centre for Eastern Studies (OSW, en sus siglas en polaco), un centro de análisis con financiación pública, coincide en que “Polonia está entre los países que Rusia considera sus principales enemigos”. Varsovia es una de las capitales más comprometidas con el apoyo a Ucrania, es un centro logístico vital y vía de entrada de armamento de la OTAN en el país agredido y tiene un largo historial de confrontación con Moscú.
También influye la proximidad geográfica, que le facilita las operaciones al Kremlin. Tiene acceso directo al país a través del enclave ruso de Kaliningrado y Bielorrusia, desde donde entraron y salieron los dos ucranios sospechosos del sabotaje ferroviario.
Desde la expulsión masiva de diplomáticos rusos en Europa tras la invasión de Ucrania, entre ellos agentes de los servicios de inteligencia (FSB y GRU), Moscú recluta cada vez más intermediarios a través de distintos canales, como Telegram. Esto le permite ampliar el alcance de sus acciones y complicar la atribución. La estrategia tiene además un coste-beneficio operativo favorable para Rusia: acciones baratas que obligan a respuestas costosas, como la movilización de 10.000 soldados polacos para proteger infraestructuras críticas tras el sabotaje.
Las acciones híbridas del Kremlin no son nuevas, pero se han intensificado en toda Europa desde el inicio de la guerra de Ucrania. En Polonia, medios y analistas repasan estos días las más preocupantes, como la red que planeaba atacar con explosivos trenes con ayuda a Ucrania. Los incendios misteriosos, entre ellos uno que arrasó un centro comercial en Varsovia en mayo de 2024. Dos meses después, estallaron paquetes enviados a través de DHL y DPD en varios países europeos, entre ellos, Polonia.
To kilka wybranych sabotaży, prób ingerencji, obserwacji, inwigilacji, etc, które opisuje w swoim nowym raporcie (wkrótce).
— Aleksander Olech (@AleksanderOlech) November 17, 2025
W kontekście "ataku", gdzie ktoś zginie, to przypomnę, że żołnierz RP🇵🇱 zginął na granicy.
To nie są ataki, to wojna hybrydowa, która będzie się rozwijać. pic.twitter.com/anHHkUSpDG
Los expertos tienen pocas dudas de que Rusia está detrás de esos y otros incidentes, pero es difícil demostrarlo con certeza, como se ha visto con el sobrevuelo de drones en toda Europa. Muchos de los reclutados son bielorrusos o ucranios, lo cual, además de margen de negación, proporciona “una oportunidad para otro aspecto de la guerra cognitiva rusa, que es crear divisiones”, subraya Szatkowski. Unos de los principales objetivos de Moscú es socavar el apoyo de Occidente a Ucrania, y generar enfrentamiento social, miedo y desconfianza en las instituciones y el Estado.
Con los polacos se topa frente al rechazo visceral hacia Rusia tras décadas de dominación soviética. Con todo, se esfuerza en agrietar el apoyo a Ucrania —aprovechando rencillas históricas de los vecinos— con campañas de desinformación que atribuyen a Kiev algunos incidentes, como la violación de su espacio aéreo con una veintena de drones bomba (sin carga explosiva) en septiembre.
Ataques más agresivos
Ninguno de los incidentes ha causado muertes, por ahora, pero son cada vez más peligrosos. El ataque a la infraestructura ferroviaria marcó un salto cualitativo: se usaron explosivos y se manipuló la vía férrea, lo que supuso una amenaza grave para un tren con 475 pasajeros a bordo. Radoslaw Sikorski, ministro de Exteriores polaco, lo calificó de “terrorismo de Estado”. Como señala Alexander Lanoszka, de la Universidad de Waterloo en Canadá, “Rusia está llevando al límite el riesgo con este tipo de actividades”.
Pese al agravamiento de la hostilidad en el terreno híbrido, Moscú se está encontrando con consecuencias limitadas. La tendencia en Occidente es hacia la desescalada, subraya el experto en defensa: “Los líderes de la OTAN, incluidos los polacos, son reacios a hacer cualquier cosa que desestabilice la región aún más de lo que ya está”.
La ambigüedad de la zona gris permite a las autoridades circunscribir hechos como el sabotaje al código penal y “eludir la responsabilidad de las acciones necesarias que implicaría cualquier proclamación de que este acto es un acto de violencia o subversión entre Estados”, dice Lanoszka. En estos casos, es complicado recurrir al Artículo 4 de la Alianza —que activa consultas cuando un miembro siente que su seguridad está amenazada—, y más aún al 5, que establece que un ataque contra un socio es un ataque contra todos.
Incluso si el sabotaje hubiera acabado en catástrofe, sería improbable que los 32 miembros de la Alianza acordasen de forma unánime represalias a un incidente de autoría incierta. Szatkowski, que también fue viceministro de Defensa en Varsovia, opina que los aliados responderían con medidas defensivas —“más aviones en el aire, más tropas, lo que sea”—, como hicieron con la puesta en marcha de la Operación Centinela Oriental tras el incidente de los drones.

“Probablemente sería más realista que una pequeña coalición de países quisiera en algún momento responder simplemente para restaurar la disuasión”, continúa Szatkowski. En Polonia, que lidera el gasto en Defensa de la OTAN con relación al PIB y se acerca al 5% en 2026, cree que podría emerger cierta presión social para actuar si un ataque híbrido supera un cierto umbral. “Si has construido una estrategia de disuasión pero no haces nada, entonces has fracasado: primero al ser atacado y luego, al no lograr restaurar la credibilidad de la disuasión”.
El dilema de la respuesta
Pero responder militarmente significa entrar en la espiral de la guerra. Moscú suele agitar además el fantasma de la amenaza nuclear. “Por supuesto, es un farol, pero Rusia sabe que resuena bastante bien en Occidente porque la gente tiene miedo”, explica Menkiszak. Rusia observa con atención las reacciones a sus operaciones, advierte. “Si llega a la conclusión de que somos débiles, que no estamos dispuestos a responder, que intentamos evitar la confrontación casi a cualquier coste, eso provocará que escale aún más”, opina el experto del OSW.
Hay dos líneas posibles de respuesta, desarrolla Menkiszak. La primera es reforzar las defensas, como ha hecho Varsovia. El Gobierno ha elevado la alerta en infraestructuras críticas, ha lanzado una aplicación ciudadana para reportar actividades sospechosas y ha activado una campaña contra la desinformación, en un intento de reforzar la resiliencia social. La opción defensiva tiene límites, sin embargo. Es imposible proteger el 100% de la red ferroviaria en un país de la extensión de Polonia o blindar frente a la propaganda a toda la población.
La segunda línea de reacción es la ofensiva. “No habrá cambio en el comportamiento ruso a menos que empecemos a responder ofensivamente a sus medidas agresivas”, subraya Menkiszak, que no se refiere en particular al caso polaco.
Todavía hay margen de maniobra para que Rusia sienta más el coste de sus agresiones, según los expertos. Plantean desde sanciones más duras y acciones contra la flota fantasma que exporta ilegalmente crudo ruso hasta otras más radicales, como el cierre de fronteras y de toda relación comercial. En paralelo, defienden un aumento sostenido del apoyo militar a Ucrania. Tras el incidente, Varsovia anunció que comprará armas para Kiev por un valor de 100 millones de dólares (86 millones de euros).

Hay otro abanico de represalias, más controvertidas, que entran en la lógica del tit for tat, las represalias simétricas. Serían acciones como orquestar contraataques cibernéticos o sabotajes en suelo ruso, pero no tienen cabida en organizaciones como la UE y la OTAN. “Infligir daño en la zona gris es mucho más difícil de hacer en un entorno democrático porque son medidas básicamente ilegales. Por supuesto, los servicios secretos de los Estados tienen cierto mandato para eso, pero los rusos tienen mejores herramientas”, advierte Szatkowski.
“Tenemos limitaciones legales, políticas y de capacidades que afectan nuestra capacidad de respuesta, porque también debemos medir los riesgos”, coincide Menkiszak, del OWS. “El dilema fundamental es que los países democráticos no pueden ni deben comportarse igual que los Estados totalitarios”.
Moscú tiene mejores armas y más margen de maniobra en esta guerra híbrida contra Occidente, pero ¿está ganando? “Si el objetivo es disuadir o reducir el apoyo a Ucrania, probablemente haya tenido cierto éxito, porque la asistencia militar occidental ha sido irregular y desigual”, opina Lanoszka. “Si es sembrar pánico y dividir a la opinión pública, entonces sería muy reacio a decir que Rusia está ganando”, dice. El auge de los partidos ultras, otro de los objetivos rusos, responde más a factores internos que a la influencia rusa, incide el analista.
En el caso polaco, la sociedad ya está lo suficientemente polarizada y dividida sin necesidad de los rusos. Pero sí hay riesgo de aumentar la desconfianza en la infraestructura y las instituciones. El Kremlin ha conseguido además desencadenar una respuesta costosa —el despliegue militar, la compra de armamento— frente una acción muy barata. “Pero eso es solo una cara de la moneda. La otra es que estamos aprendiendo y adaptándonos”, apunta Menkiszak.
Las autoridades polacas se preparan para el invierno. Saben que los ataques continuarán y que la oscuridad y el frío siempre han favorecido a Moscú. El dilema que tienen que resolver, junto a los aliados occidentales, es cómo combatir al adversario en esa resbaladiza zona gris donde cada movimiento debe equilibrar disuasión, legalidad y riesgo de escalada.
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