Los enviados de EE UU Kushner y Witkoff llegan a Israel para salvaguardar el alto el fuego en Gaza
El Gobierno israelí desbloquea el ingreso de ayuda humanitaria tras suspenderlo este domingo durante bombardeos en varios puntos de la Franja. Casi un centenar de palestinos mueren en ataques del ejército israelí desde el inicio de la tregua

Gaza vela este lunes los muertos de la oleada de bombardeos lanzada en la víspera por Israel, a raíz de una emboscada —por milicianos escondidos bajo un túnel— en la que murieron dos soldados. Los ataques israelíes por tierra y aire duraron nueve horas, mataron al menos a 28 palestinos e hicieron temer por la continuidad del alto el fuego. Poco después, el padre del acuerdo del alto el fuego, el presidente de EE UU, Donald Trump, dio credibilidad a la versión de Hamás, que aseguraba no haber organizado la emboscada en el área de la Franja bajo control israelí, y reafirmó la vigencia del alto el fuego. El Gobierno de Benjamín Netanyahu —que lo vulnera a diario y ha matado ya casi a 100 palestinos desde que entró en vigor el cese de hostilidades, el pasado día 10— lo consideró como un primer test para marcar cuanto antes las reglas del juego.
Ante la escalada de violencia, Trump ha enviado a sus dos hombres clave para Oriente Próximo, Steve Witkoff y Jared Kushner, que han aterrizado este lunes en Tel Aviv, y ha ordenado a Netanyahu desbloquear el ingreso de ayuda humanitaria, que fluye desde primera hora desde Egipto.
El ejército israelí asume que episodios como este se repetirán en los próximos meses en las decenas de kilómetros cuadrados en la que sus tropas permanecen replegadas. Allí han ido destruyendo, junto con contratistas privados (algunos de los cuales cobran en función del número de inmuebles que demuelen), casi todos los edificios e infraestructuras, dejando un paisaje de película postapocalíptica.
Pero, bajo tierra, los túneles que se afana por destruir (por si acaba yéndose de la zona, en el repliegue al que le obliga el acuerdo en la fase dos) aún albergan milicianos escondidos, según ha señalado este lunes Yoav Zitun, corresponsal militar del diario Yediot Aharonot. El viernes ya hubo dos incidentes similares en Jan Yunis y Rafah, también en el sur, pero pasaron más desapercibidos porque no hubo bajas entre los soldados.
Algunos milicianos se quedaron atrás y permanecen en los túneles. Y cuando las tropas israelíes penetran en la zona antes de demolerlos, abren fuego. Muchos de ellos perdieron a sus mandos tras dos años de ofensivas contra la cúpula de Hamás. Hace tiempo que las emboscadas, por lo tanto, son casi individuales y con armas recicladas de las bombas israelíes que no detonaron. Otros han elegido quedarse para efectuar las típicas acciones de grupos armados que aprovechan su conocimiento del terreno para sorprender a un ejército ocupante con recursos infinitamente superiores.

En realidad, tres incidentes desencadenaron la minicrisis de este domingo. De dos de ellos han trascendido pocos detalles, porque están bajo censura militar israelí. Medios vinculados a Hamás hablan de que un vehículo de contratistas activó sin querer un explosivo que llevaba tiempo ahí y hubo un intercambio de fuego cuando las tropas israelíes trataron de facilitar la huida a los Abu Shabab, un clan familiar de Gaza al que han armado, protegido y facilitado saquear ayuda humanitaria para revenderla a precios de oro en el mercado negro.
La muerte de los dos soldados encendió a los ministros más ultras de Netanyahu, aquellos que votaron en contra del alto el fuego y aspiran a anexionarse y construir colonias para judíos en Gaza. Pidieron “¡guerra!”, como tuiteó uno de ellos, Bezalel Smotrich, al frente de Finanzas. El titular de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, exhortó al primer ministro a “reanudar por completo con toda la fuerza los combates en Gaza”, para “destruir completamente” a “la organización terrorista nazi de Hamás”, frente a las “falsas conjeturas de que acatará el acuerdo”. Orit Strock, ministra de Misiones Nacionales, interpretó que Hamás no había vulnerado el alto el fuego: había “declarado con los hechos” que “el acuerdo no existe”.
La sensación general este lunes es de regreso al statu quo anterior: aquel en que Hamás no puede permitirse vulneración alguna del alto el fuego, por las consecuencias que acarrea, mientras que Israel lo hace a diario, a fin de preservar lo que sus expertos militares denominan “libertad de acción”. Consiste en seguir atacando lo que considere una amenaza, o un intento de Hamás de armarse o reorganizarse, igual que hace en Líbano desde 2024.
Este lunes, el ejército israelí ha informado de que mató a “varios terroristas” en el barrio de Shuyaiya, al este de la capital, alegando que cruzaron la denominada línea amarilla: el límite del repliegue israelí, dibujada en ese color en el mapa del acuerdo de alto el fuego, pero no marcado en el terreno. Los palestinos se acercaron a las tropas, suponiendo una “amenaza inmediata”, señala el comunicado militar.
No es un incidente excepcional. La mayoría de muertos por fuego israelí hasta el sábado lo han sido, de hecho, por atravesar la línea amarilla. Son familias o jóvenes que lo hacen sin darse cuenta al regresar a sus localidades de origen, aunque sus casas sean solo ruinas. Los gazatíes intuyen sus contornos por la presencia de los tanques, o por la información que comparten. El ministro israelí de Defensa, Israel Katz, ha anunciado que comenzarán a poner barreras para delimitarla visiblemente.
Mientras, el Gobierno de Netanyahu mantiene cerrado al paso de personas el cruce de Rafah, en el sur de la Franja, con Egipto, que tenía previsto abrir la semana pasada, como herramienta de presión a Hamás para que acelere la entrega de cadáveres de rehenes israelíes. El movimiento islamista ha devuelto 12, de un total de 28, y aseguró el domingo que podía hacer llegar un decimotercero, siempre que lo permitan “las condiciones sobre el terreno”. Los bombardeos cesaron, pero no hubo entrega.
Es uno de los asuntos del alto el fuego que más viene envenenando el ambiente. Israel asume que Hamás utiliza los cadáveres para ganar tiempo y que miente sobre cuántos ha conseguido localizar en una Gaza devastada, donde las excavadoras los buscan bajo los escombros. “Sabemos con certeza que puede traer con facilidad un número significativo de rehenes muertos”, dijo esta semana el ministro de Exteriores, Gideon Saar.
También está limitando la cantidad y contenido de la ayuda humanitaria por debajo del mínimo (600 camiones diarios) estipulado en el acuerdo. Una encuesta exprés efectuada la semana pasada por el diario Maariv incluía la pregunta: ¿Debería Israel reanudar los combates hasta eliminar a Hamás si sigue violando el acuerdo? Un 45% respondió que sí, frente a un 23% que abogaba por bombardeos puntuales; y un 26%, por dejar el asunto en manos de los mediadores.
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