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ORIENTE PRÓXIMO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cómo los señores del caos hunden el mundo en una espiral de conflictos

Trump, Putin, Netanyahu y Jameneí son líderes diferentes, pero comparten la disposición a desestabilizar sin escrúpulos para avanzar intereses imperialistas, nacionalistas o personalistas

Donald Trump y Benjamín Netanyahu, en la Casa Blanca, en 2019
Andrea Rizzi

Donald Trump, Vladímir Putin, Benjamín Netanyahu y Alí Jameneí son líderes profundamente diferentes, al mando de países que en muchos sentidos se hallan en las antípodas unos de otros. No obstante, comparten un rasgo fundamental para entender la época en la que nos adentramos: la disposición a sembrar el caos en el mundo para hacer avanzar sus intereses nacionales o personales. Esa disposición es un factor clave del acelerado hundimiento del mundo en una espiral de conflictos. Es fundamental comprenderlo.

Fíjense en Netanyahu, el líder israelí que libra una ofensiva despiadada contra Gaza, con un indescriptible sufrimiento para los civiles y con el objetivo declarado de erradicar a Hamás. Conviene no olvidar que su Gobierno admitió recientemente haber permitido la transferencia de fondos desde Qatar al propio Hamás con el deseo de fomentar la división entre los palestinos. Un auténtico emblema de la lógica terrible del caos.

Ahora, Netanyahu no esconde que, junto con la voluntad de arrasar el programa nuclear y la fuerza de Irán con los misiles, el objetivo de su ofensiva contra la República Islámica es un cambio de régimen. Poca duda cabe de que si, además de un cambio de régimen, se produjese un conflicto interno y una fragmentación de Irán, a Netanyahu no le disgustaría en absoluto. A la vista de sus antecedentes, cabe preguntarse si, llegada la oportunidad, además de no disgustarle, la promovería activamente, sin cuidado ninguno en términos de consecuencias para los civiles de Irán.

Todo ello no significa de ninguna manera que los líderes del régimen iraní no sean a su vez otros tenebrosos señores del caos. Su apoyo sin escrúpulos a varios actores regionales ha provocado inestabilidad y sufrimiento. Su respaldo a Hezbolá es una de las razones por las cuales Líbano no ha podido convertirse en un país con un Estado funcional a soberanía completa; su apoyo a los hutíes en Yemen es un elemento clave de la tensión en ese país, y su sostén a Bachar el Asad ha permitido una represión horrible. Y, por supuesto, Irán es un abierto facilitador de la injustificada agresión de Putin contra Ucrania, suministrándole ingentes cantidades de drones de ataque.

Y llegamos aquí al que tal vez sea el maestro de los señores del caos. Putin es alguien capaz de promover ataques terroristas dentro de su país para consolidarse como líder a través de una respuesta de mano dura, como ocurrió con una serie de letales explosiones en edificios de viviendas en 1999. Por supuesto, proyecta el caos también en el exterior. Ha invadido Georgia, promovido separatismo e invadido Ucrania, sabotea infraestructuras, y sobre todo siembra la discordia en las democracias para debilitarlas a través de noticias falsas y estímulos a la polarización.

Su aparente amigo Trump, con diferentes matices, también es un adepto de la teoría del caos. Piensen en su política comercial. En sus desconcertantes idas y venidas tarifarias. No tiene una vertiente violenta, pero es obviamente una política que siembra el caos para, a través de él, buscar avanzar intereses. Piensen en su política con Ucrania, calificando al presidente votado en las urnas y que resiste una invasión ilegal como un dictador. Su intervención militar en Irán tampoco puede considerarse un factor estabilizador de Oriente Próximo. Es el instinto de un señor que quiere mostrar al mundo que es el más fuerte, infundir miedo, aunque esto acaree un terrible riesgo de crecientes caos y conflicto.

Otro eje desestabilizador del trumpismo que no conviene subestimar es el de la acción para favorecer el flujo de propaganda tóxica en las redes sociales que impulse a fuerzas nacionalpopulistas en otros lugares, sobre todo Europa. Esa fue la misión del viaje a Múnich el pasado febrero de su vicepresidente, J. D. Vance, quien pronunció un afilado discurso con el objetivo de inhibir instrumentos de control de la manipulación de las mentes con noticias falsas y discursos malintencionados.

En un interesante ensayo, Giuliano da Empoli elaboró el concepto de “ingenieros del caos” para referirse a esos asesores, propagandistas, expertos tecnológicos que supieron auscultar y manipular como nadie la esfera digital para promover liderazgos populistas. En un ámbito diferente, el de la geopolítica, asistimos al protagonismo cada vez más desatado de los señores del caos, mientras el multilateralismo y las reglas, que nunca fueron perfectos, se erosionan cada vez más.

Siempre han existido señores del caos: suelen ser señores, no señoras. Estados Unidos, en distintas etapas, ha promovido golpes de Estado o emprendido invasiones ilegales como la de Irak. La URSS buscaba subvertir las democracias occidentales a través del agit-prop (propaganda de agitación) y del kompromat (recolección de elementos para chantajear). Europa tiene un antiguo historial de colonialismo que, junto con el yugo, a menudo utilizaba el caos como herramienta.

La diferencia con otras etapas es que la actual presenta rasgos de inestabilidad estructural muy elevados. Porque el orden anterior se deshace, impugnado violentamente por Rusia, cuestionado en su dimensión política —no así en la económica— por China, y abandonado por su gran plasmador, Estados Unidos. Es un estado gaseoso en el que las partículas se están acelerando. Algunas buscan su camino con total desprecio por instituciones o reglas internacionales.

Aunque no sean ni mucho menos aliados geopolíticos, esos cuatro liderazgos cooperan provechosamente en la destrucción de un orden que aspira a funcionar con instituciones y reglas compartidas. Ninguno de los cuatro tiene reparos en espolear el caos en el mundo para avanzar objetivos imperialistas, nacionalistas o personalistas. Mucho de ese caos tiene que ver con el objetivo de su propia supervivencia en el poder. Trump surfea el caos para mantener constantemente atención mediática y control del relato. Netanyahu y Putin aprovechan sus guerras para espolear el sentimiento nacionalista y de cierre de filas en tiempos difíciles. En cuanto al régimen de los ayatolás, ya Jomeini dejó claro que, si no se exportaba, la revolución moriría. Pero, al margen de los objetivos específicos, esa política de caos erosiona las reglas que diferencian una sociedad civilizada de la jungla.

No les sorprenderá que se subraye que ni EEUU, ni Rusia, ni Israel ni Irán son Estados miembros del Tribunal Penal Internacional. Por otra parte, tal vez interese recordar una resolución de condena de la invasión rusa de Ucrania que se votó el pasado febrero en la Asamblea General de la ONU. Se manifestaron en contra 18 países. Junto a Rusia, dijeron que no entre otros Estados Unidos, Israel, Corea del Norte, Bielorrusia, Nicaragua, Hungría, Sudán y Eritrea (Irán, en ese caso, se abstuvo, pero puede recordarse que suministra drones letales al agresor). Una lista para recordar cuando se intenta detectar los tenebrosos señores del caos.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS. Autor de la columna ‘La Brújula Europea’, que se publica los sábados, y del boletín ‘Apuntes de Geopolítica’. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Autor del ensayo ‘La era de la revancha’ (Anagrama). Es máster en Periodismo y en Derecho de la UE
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