Trump deja el conflicto en Oriente Próximo en compás de espera mientras aguarda las negociaciones
“Europa no va a poder ayudar”: El presidente de EE UU se muestra pesimista sobre las conversaciones de los europeos con Teherán

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto en compás de espera el conflicto en Oriente Próximo mientras aguarda el resultado de las negociaciones que se desarrollan y que han cobrado un nuevo impulso después de que el republicano concediera un plazo de dos semanas para decidir si da la orden de atacar Irán.
Mientras los europeos se reunían con los representantes de Teherán en Ginebra, Trump mantuvo este viernes una reunión con su consejo de Seguridad Nacional. Tenía previsto celebrar otras tantas diarias hasta su partida a Países Bajos, el domingo por la noche, para participar en la cumbre de la OTAN que se celebrará el martes y miércoles en La Haya.
Pero el republicano se ha mostrado pesimista sobre los contactos diplomáticos europeos, pese a que los participantes consideran que han logrado abrir una nueva vía de enlace para evitar que la crisis actual pase a mayores. Europa, según el presidente estadounidense, “no va a poder ayudar”. Irán “no quiere hablar con Europa. Quiere hablar con nosotros”, declaraba este viernes a su llegada a su club de golf en Bedminster (Nueva Jersey), donde iba a asistir a una cena con simpatizantes.
Trump también se mostró escéptico sobre la posibilidad de reclamar a Israel que detenga sus bombardeos contra Irán, como ha reclamado Teherán en las conversaciones en Ginebra. “Creo que ahora es muy difícil pedir eso. Cuando alguien va ganando es más difícil que cuando alguien está perdiendo. Pero estamos listos, dispuestos y capacitados, hemos hablado con Irán y vamos a ver qué pasa”.
Como había hecho el lunes pasado, en otras declaraciones sobre la crisis durante su precipitado regreso de la cumbre del G-7 a Washington, el líder estadounidense se mostró muy crítico hacia sus servicios de inteligencia y la directora nacional de inteligencia, Tulsi Gabbard. La excongresista había declarado en marzo que Irán no se estaba preparando para hacerse con una bomba nuclear. “Se equivoca”, ha sostenido Trump.

Mientras tanto, su Administración anunció nuevas sanciones contra entidades relacionadas con el régimen iraní, en una nueva maniobra de presión sobre sus autoridades.
Las sanciones se aplicarán contra ocho entidades, un buque y una persona física por su supuesto papel en el suministro de maquinaria para la industria militar iraní, según ha anunciado el secretario del Tesoro, Scott Bessent, en un comunicado. Los sancionados están acusados de proporcionar “tecnología sensible de uso dual, componentes y maquinaria que apuntalan los programas del régimen para la fabricación de misiles balísticos, drones y armamento asimétrico”, ha declarado el alto cargo en un comunicado.
15 días de plazo
El jueves, la portavoz de la Casa Blanca mencionó una declaración directa de Trump para revelar el nuevo plazo en la crisis desatada cuando Israel atacó objetivos militares y nucleares iraníes hace ocho días. “Dado el hecho de que hay una oportunidad para negociaciones sustanciales con Irán, que pueden ocurrir o no en el futuro próximo, tomaré la decisión sobre si atacar o no en las próximas dos semanas”, afirmó el presidente estadounidense, al conceder su plazo favorito: dos semanas es el tiempo que suele dar en todo tipo de negociaciones, y que suele prorrogar otros 15 días cuando expira.
Pero el que haya optado, de momento, por guardar la crisis en la nevera no quiere decir que haya descartado la opción militar. Según han apuntado altos cargos al digital Axios, Trump se plantea muy seriamente lanzar un ataque, pero quiere asegurarse de que “una acción militar es verdaderamente necesaria”. También que una operación de ese tipo no arrastraría a Estados Unidos a una nueva “guerra eterna” en la que se arriesgue las vidas de soldados sobre el terreno, como ocurrió en Irak y Afganistán en el estreno de siglo. Es algo que sus partidarios en la derecha radical, contrarios al intervencionismo, tendrían difícil perdonarle.
Sobre todo, apuntaban los altos cargos a Axios, Trump quiere estar seguro de que un ataque lograría destruir el programa nuclear iraní, que los halcones de su Administración, e Israel, consideran una amenaza existencial.
Cumplir esta última condición, según los expertos, puede ser más que complicado, dado lo protegida que está la principal base del programa nuclear iraní en Fordow, bajo las montañas al sur de Teherán. “Aunque se usen los bombarderos B-2 y la bomba de 13.000 kilos GBU-57 —la única con capacidad de reventar ese tipo de búnkeres—, no hay garantías de que Estados Unidos pueda destruir las instalaciones de enriquecimiento iraníes, especialmente las excavadas profundamente en Fordow. La GBU-57 nunca se ha utilizado en una situación activa de combate, solo se ha probado en situaciones controladas, y hay dudas acerca de si podría penetrar lo suficiente en las estructuras de cemento que protegen Fordow u otras instalaciones como las de Isfahán, donde se cree que están los arsenales de uranio iraní altamente enriquecido”, explica Jennifer Kavanagh, del think tank Defense Priorities.
A la espera de lo que ocurra en las conversaciones de los europeos con representantes iraníes en Ginebra, el enviado de Washington para negociaciones en Oriente Próximo, y amigo personal del presidente, Steve Witkoff, se encuentra a la espera para viajar a la región en cualquier momento, También podría haberlo el vicepresidente, J. D. Vance, quien este fin de semana se trasladará a Los Ángeles.
Witkoff ha sido el interlocutor iraní en las conversaciones que se desarrollaban entre Washington y Teherán, bajo la mediación de Omán, hasta que Israel lanzó sus bombardeos contra los objetivos iraníes. El enviado presentó una propuesta estadounidense para que Irán renunciara al enriquecimiento de uranio, que Teherán rechazó. En su rueda de prensa de este jueves, Leavitt subrayó que los planteamientos que había presentado Witkoff eran “realistas y aceptables”.
A lo largo de toda la crisis, Trump se ha expresado con lenguaje cada vez más apremiante para exhortar a Teherán a aceptar cuanto antes un acuerdo que ponga fin a su enriquecimiento de uranio, en lo que reclama que sea una “rendición” completa.
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