Merkel homenajea a Helmut Schmidt como ejemplo frente al terrorismo

Con música de Bach, como el gran melómano que fue había deseado, Alemania ha despedido en la mañana del lunes al canciller Helmut Schmidt, fallecido el pasado 10 de noviembre. La élite política del país —con la canciller Angela Merkel y el presidente Joachim Gauck a la cabeza— y de Europa —con los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y del BCE, Mario Draghi— han participado en el funeral celebrado en la iglesia San Miguel de Hamburgo, la ciudad en la que el socialdemócrata comenzó su carrera política y pasó la mayor parte del tiempo tras su salida del Gobierno en 1982.

En un acto con 1.800 invitados que contó con grandes medidas de seguridad, Merkel alabó las cualidades del “gran estadista, gran alemán y gran europeo” que fue Schmidt, cualidades que resumió en la palabra “responsabilidad”. La jefa del Gobierno se valió de la experiencia de su antecesor para iluminar algunos de los desafíos que ella misma ha de afrontar ahora.

Merkel recordó que Schmidt no cedió nunca ante el terrorismo de la RAF, ni siquiera cuando este grupo de ultraizquierda secuestró al presidente de la patronal Hanns Martin Schleyer ni cuando, a las pocas semanas, un comando palestino hizo lo mismo con un avión que debía viajar de Palma de Mallorca a Fráncfort con más de 80 pasajeros. “Schmidt estaba convencido de que su decisión de no ceder ante los terroristas fue la adecuada. Pero también de que debería cargar con la responsabilidad por la muerte de Schleyer”, dijo la canciller.

“Hoy estamos también conmocionados por unos atentados terribles. Los motivos son otros, pero el terror sigue siendo terror”, añadió. Merkel se preguntó cómo habría reaccionado Schmidt ante los ataques yihadistas de París del 13 de noviembre; y dio una respuesta válida tanto para la violencia de la RAF como la del Estado Islámico: “La libertad es más fuerte que el terror y el odio. La humanidad es más fuerte que la inhumanidad”, zanjó.

Merkel también recordó una antigua batalla política de Schmidt que podría recordar a la que ahora ella está dando contra parte de su partido y la opinión pública. Al final de su mandato, el canciller se enfrentó a los pacifistas y a un amplio sector de los socialdemócratas al respaldar el llamado doble acuerdo de la OTAN, el estacionamiento de misiles de alcance medio si fracasaban las negociaciones de desarme entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Merkel alabó la “responsabilidad” con la que Schmidt afrontó las críticas internas; una mención que podría interpretarse como una autodefensa de las resistencias que ella misma afronta por su gestión de la actual crisis migratoria.

Además de Merkel, también habló Henry Kissinger, exministro de Asuntos Exteriores de Estados Unidos y estrecho amigo de Schmidt, del que había dicho hace tiempo que preferiría morir antes para no vivir en un mundo en el que no estuviera el excanciller. Kissinger, nacido en Alemania pero emigrado a EE UU durante la adolescencia, alabó en alemán al hombre que, según dijo, encarnó dos virtudes: el coraje y la capacidad de tener una visión más amplia de lo que es habitual en los políticos actuales.