Bogotá vive una revolución social progresista
El mayor logro es que hayan salido de la pobreza extrema medio millón de personas en tres años

Bogotá tiene una población similar a países como Hungría, Austria y Honduras. Aquí vive más gente que en Dinamarca, Noruega, El Salvador, Nicaragua y casi el doble de Croacia o Uruguay. Ser más grande en población que dichos países tiene las complejidades derivadas de ser uno de los de mayor desigualdad social en el mundo.
Desde nuestra llegada a la Alcaldía de Bogotá propusimos el plan de desarrollo Bogotá Humana con tres ejes: una ciudad que supera la segregación y la discriminación, un territorio que enfrenta el cambio climático, y defender y fortalecer lo público.
En buena parte se ha logrado a pesar de la oposición de sectores poderosos insertados en lo político y económico, propietarios de los medios de comunicación, acostumbrados a imponer su voluntad desde comienzos de la República, a enriquecerse con lo público, que han manejado el país como su hacienda personal.
Han intentado invisibilizar los logros y ejecutorias de Bogotá Humana, midiendo el “progreso” en número de ladrillos levantados para enriquecer contratistas (que conformaron un cartel desde el Estado) y no en los beneficiados por programas sociales. No miden que en Bogotá no mueren niños por hambre, que la reducción en tasas de morbi-mortalidad es asombrosa, que los equipos de salud buscan a los pobres en los cerros para prevenir la enfermedad, ni que las mujeres salgan a trabajar mientras dejan sus niños en jardines oficiales de Bogotá, atendidos en salud, educación y recreación.
Fue costumbre que las tarifas de transporte masivo subieran cada año. No solo las redujimos sino que creamos incentivos con menores precios para estudiantes, personas de bajos ingresos y discapacitados. Para algunos, eso es detrimento patrimonial a las ganancias de los operadores privados, como también convierten en pérdidas el que Bogotá brinde gratis el mínimo vital de agua a los más pobres. Todo ello ha permitido que estos accedan a nuevas formas de vida y consuman más leche, carne, vestido y hasta electrodomésticos.
El mayor logro, sin duda, es que en Bogotá salieran de la pobreza extrema medio millón de personas en los últimos tres años, con políticas públicas en educación, salud e inclusión social, con respeto a la diversidad propia de países como Colombia.
Una revolución social surgida desde el progresismo de una nueva izquierda con éxitos en Latinoamérica, y que vemos con complacencia también en las alcaldías de Madrid y Barcelona, con Manuela Carmena y Ada Colau. Ojalá avancen como Bogotá, una ciudad con más población que Hungría, Austria, Honduras Dinamarca o Noruega.
Gustavo Petro Urrego es alcalde de Bogotá.
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