La raza no importa

Esta es una de las consignas que coreaban los partidarios de Barack Obama el sábado por la noche, después de que se conociera la victoria aplastante obtenida por el senador demócrata sobre Hillary Clinton. Y sin embargo, la raza está jugando un papel muy serio en esta contienda entre una mujer y un afroamericano. No se puede decir que los seguidores de Obama mientan, porque con estas palabras lo que nos están diciendo es que no quieren que la raza importe y desean que los votantes decidan por criterios distintos a la identidad racial. Constituye, así, una crítica doble a Hillary Clinton: el sexo del candidato tampoco debe importar. Los negros deben votar a Obama si están de acuerdo con sus propuestas y lo mismo deben hacer las mujeres. Y esto es lo que en gran medida ha sucedió este pasado sábado en Carolina del Sur, donde Clinton no ha tenido la exclusiva del voto femenino, como sucedió en New Hampshire y en los caucus de Nevada, pero en cambio Obama sí ha tenido casi la exclusiva de los afroamericanos. La raza ha jugado un papel a favor de Obama y puede seguir jugándolo en otros estados del sur, pero también lo ha jugado en los rifirrafes entre los Clinton y Obama. Y puede seguir jugándolo hasta el punto de que después de favorecer a Obama puede volver a perjudicarle si se le identifica excesivamente como el candidato de los negros. 'La raza no importa' es, por tanto, una buena consigna que los partidarios de Obama quieren que se convierta en realidad, de forma que el voto negro arrastre al blanco y el demócrata a parte del republicano.

La próxima cita es el cinco de febrero, un supermartes especial, en el que este año se concentran 22 estados, y del que saldrán la mitad de los delegados a las convenciones de los dos grandes partidos. Las elecciones han sido hasta ahora muy locales, centradas en muchos casos en debates de proximidad y atendiendo a la composición de los estados que han ido celebrando las elecciones, desde las más tempranas de Iowa, cuando Obama traspasó la barrera del sonido de la credibilidad como candidato serio a la presidencia hasta estas elecciones de Carolina del Sur, en la que el candidato afroamericano ha demostrado la fortaleza de su pegada y el aguante de su campaña. Este supermartes es ya una elección nacional, de resultados muy comprometedores: pueden salir de nuevo muy empatados, a expensas de lo que suceda con las primarias que falten y de los superdelegados (miembros de la convención con voto electoral en virtud de sus cargos públicos o dentro del partido), o puede salir uno de ellos con una ventaja ya suficiente. De ahí que todos vayan a echar el resto, en recursos económicos, en anuncios de alcance nacional y en mensajes ya directamente dirigidos al conjunto del electorado.

La progresión que ha hecho Obama es impresionante. En poco más de 20 días, desde las primarias de Iowa del 4 de enero, cuando el afroamericano se llevó el voto blanco de un Estado sin apenas negros, ha conseguido situarse en cabeza en número de delegados, en número de votos, empatado con Hillary en victorias (dos cada uno) y conduciendo los debates sobre el cambio, la renovación generacional, la denuncia de la politiquería de Washington y la recuperación de la unidad nacional después de una presidencia y de una oposición que han dividido al país. Esta elección no es una batalla “de ricos contra pobres, de jóvenes contra viejos, de negros contra blancos, es una elección entre el pasado y el futuro”, les dijo Obama a sus partidarios en su discurso de la victoria.

Planteadas así las cosas, está claro que el pasado son los Clinton y el futuro es Obama. Hay que tener en cuenta que la batalla de Carolina del Sur ha tomado tintes dramáticos la pasada semana, sobre todo cuando ha aparecido la saña y el rencor, inevitables compañeros de la competición política. La Vieja Dama Gris, tal como se denomina al New York Times, bajó a la arena para apoyar a la senadora Hillary Clinton el pasado viernes, el día antes de las votaciones. Lo hizo publicando dos largos editoriales, uno a favor de Hillary Clinton por el campo demócrata y otro a favor de John McCain por el campo republicano. Pero la fecha elegida no podía ser más extraña. Lo más adecuado hubiera sido hacerlo en el fin de semana previo al supermartes, en el que también hay primarias en Nueva York. Parece claro que el veterano diario quiso echar el resto a favor de Hillary en la comprometida batalla de Carolina del Sur y buscó esta fórmula enmascarada de darle su apoyo prematuro. Ayer domingo, sin embargo, compensó la apuesta con la publicación de un artículo que ha producido gran entusiasmo entre los partidarios de Obama: Carolina Kennedy, la hija del mítico presidente, es quien lo ha escrito en apoyo al senador de Illinois, al que compara con su padre y con la ilusión que levantó entre los norteamericanos.