La libertad
Recomiendo vivamente la lectura del informe de Amnistía Internacional de 2007, titulado ‘El estado de los derechos humanos en el mundo’, y sobre todo el artículo “Libertad frente al temor’, de la secretaria general de esta ong, Irene Khan. Se presenta esta semana, pero me acaba de llegar y creo que bien merece un comentario de urgencia. Arranca con una doble visión en dos localidades muy próximas, Jayyus en Cisjordania y Sderot en Israel junto a la franja de Gaza. “Tenemos miedo –le dice una joven israelí a la bangladesí que dirige Amnistía-, pero sabemos que al otro lado hay mujeres como nosotras que también sufren, que también están asustadas y que se encuentran en una situación peor que la nuestra. Sentimos empatía por ellas, deseamos vivir en paz con ellas, pero nuestros dirigentes fomentan las diferencias y generan más desconfianza. Así que vivimos sumidas en el temor y en la inseguridad”. ¿Por qué algunos líderes fomentan el miedo?, se pregunta la señora Khan.
Hay muchas cosas de interés en el texto y en el informe, pero yo quisiera destacar una especialmente. Irene Khan señala que “la hipocresía de la política del miedo es tal que los gobiernos denuncian a ciertos regímenes pero se niegan a proteger a quienes escapan de ellos”. Hay 100.000 norcoreamos viviendo clandestinamente en China, que los va devolviendo a su país, sin que nadie, en América o en Europa, se preocupe por su destino y se disponga a admitirlos como refugiados. El estatuto de refugiado en Europa, por cierto, está en claro declive aunque se incrementen las causas para huir del hambre, de la opresión y de las dictaduras.
La opresión de la mujer en muchos países islámicos, la mutilación genital e incluso el uso del velo son argumentos que aparecen con creciente intensidad en los debates políticos europeos e incluso en las campañas electorales. Vemos cómo partidos muy conservadores descubren de pronto la causa de la emancipación femenina…en Pakistán o en Arabia Saudí, por supuesto. Está muy bien, bienvenida conversión, pero a la vez hay que pedir un poco de lógica, tal como demanda Irene Khan: se supone que las mujeres que sufren estas lacras serán aceptadas como refugiadas políticas en Europa. ¿O no?
Se diría que para algunos europeos, mayoritariamente adscritos a los nuevos conservadurismos que hacen estragos entre los viejos progres, tiene vigencia un curioso concepto de libertad. No se trata ya del derecho a que nadie, sobre todo el Estado, interfiera en la vida propia, sino de imponer el propio derecho a interferir en la vida de los otros y a imponer los valores y formas de comportamiento (en nombre de la lucha contra el relativismo, claro está). O quizás lo que sucede es que tanta preocupación humanitaria es una mera coartada para las políticas del miedo en Europa, frente a la inmigración, a los musulmanes, al otro. Irene Khan también es taxativa en esto cuando critica al Gobierno danés, que “defendió con razón la libertad de expresión (en el famoso caso de las caricaturas de Mahoma), pero no afirmó con firmeza y prontitud su compromiso de proteger a la población musulmana residente en Dinamarca contra la discriminación y la exclusión social”.
Por eso me ha encantado la historia que contaba ayer Ana Carbajosa desde Bruselas, acerca de la danesa Asmaa Abdol-Hamid “feminista, socialista y musulmana”, que quiere ser diputada europea pero no piensa quitarse en velo o hijab. “Los musulmanes europeos somos ciudadanos como los demás, no estamos invitados. No tengo que demostrar que me porto mejor que los demás europeos”, declaró. Que nadie se vea obligado ni a vestir el hijab ni a quitárselo para acceder a un puesto de trabajo, a la escuela o a la política; que nadie vea restringida su libertad de expresión, blasfemia incluida, contra la religión que sea, éstas debieran ser las libertades europeas por el momento desmentidas en algunos países.
Irene Khan defiende la libertad de expresión como la entiende la Primera Enmienda de la Constitución Americana, de forma que sólo se pueda restringir “cuando exista una intención evidente de incitar el odio racial o religioso, no cuando el propósito sea manifestar una opinión, por desagradable que sea”. La única libertad que hay que limitar es la de azuzar el miedo, que es lo que lleva a la erosión de todas las libertades.
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