Francisco Bethencourt, historiador: “El racismo no es innato. Lo alimentan objetivos políticos”
El académico portugués, autor de un libro sobre la discriminación racial desde la Edad Media hasta el siglo XX, señala que la extrema derecha amplifica la idea de que los migrantes abusan de los beneficios sociales cuando en realidad son gente muy trabajadora


Francisco Bethencourt (Lisboa, 70 años) elabora su argumentación con un tono de voz que nunca sube un decibelio de más, pero desmonta con la eficacia de una apisonadora las toneladas de prejuicios en torno al racismo o la migración. Nos recibe en una luminosa sala de trabajo del King’s College, en el Strand londinense. Lleva 20 años ocupando la cátedra Charles Boxer de Historia en ese centro universitario de prestigio internacional, después de pasar por la Universidad Nueva de Lisboa y de dirigir la Biblioteca Nacional de Portugal.
Sus libros, ensayos y artículos han ampliado el campo de investigación y el conocimiento histórico de conceptos como el racismo, la desigualdad, el género, las minorías, el cosmopolitismo, la utopía o los intercambios culturales. Su libro Racismos: la historia del racismo de la Edad Media al siglo XX (Arpa Editores) es todo un manual para entender que el rechazo a los otros no está codificado en los genes. Responde a proyectos y objetivos políticos que persiguen la defensa del poder y la jerarquía.
Pregunta. Ha llegado usted a una definición precisa de racismo…
Respuesta. El prejuicio es clave para entenderlo, pero debe ser un prejuicio relacionado con descendencia étnica. Aunque, como historiador, ni siquiera eso es suficiente. Y me di cuenta de que lo que distingue a este tipo de prejuicio respecto a otros es una acción discriminatoria sistemática. Porque es la discriminación la que define el racismo.
P. ¿Es algo innato al ser humano?
R. El racismo no es innato. No es algo inherente al ser humano. Es algo alimentado por objetivos políticos, con el propósito de excluir a otros de la competición. Buscan la justificación y legitimación de jerarquías, y el racismo es un arma absoluta para lograrlo. Lo que está en juego en todo momento es el monopolio de los recursos políticos, económicos y sociales. Puede existir una inercia individual, cuando la gente se siente incómoda ante otros que tienen un color de piel diferente o un fenotipo distinto, pero el racismo en sí siempre se activa cuando hay proyectos políticos que buscan la exclusión de otros y la legitimación de jerarquías.
P. Ha seguido el rastro de la historia de ese racismo desde la Edad Media: siempre hay razones económicas y de poder.
R. El racismo europeo ha estado siempre vinculado con la expansión, interna y externa, porque la primera colonización es dentro del continente. Ingleses contra irlandeses, prejuicios de los escandinavos contra los sami, conquistas y reconquistas en el sur de Europa con prejuicios contra los musulmanes y contra los judíos… En la península ibérica vimos la conversión forzosa de judíos y musulmanes al cristianismo. Se reclamaba pureza de sangre. Se movilizaba el odio para evitar la competencia, porque estas comunidades eran muy importantes en áreas del arte y la artesanía, en la agricultura o en las finanzas.
P. Racismo interno y externo, dice.
R. La expansión internacional hizo que los europeos tuvieran que tratar con diferentes poblaciones en diferentes partes del mundo. Intentaron clasificar y entender esta variedad. Y se fue creando un proceso paralelo de división internacional del trabajo. De ahí surge el esclavismo, para trabajar en las plantaciones de América, y la justificación de ese esclavismo.
P. Y del racismo.
R. Se empieza por demonizar a una minoría, como vimos con los judíos en la Alemania nazi. Y en algunos casos surge una estrategia —lo hemos visto en Estados Unidos o en Sudáfrica— por la que se busca cohesionar a la población pobre y blanca, dotarla de un sentido de solidaridad que le lleve a sentirse superior. En Alemania, todos los que se oponían al surgimiento de una dictadura fueron acusados de favorecer a la comunidad judía. Primero estigmatizaron a los judíos, luego a todos los demás: comunistas, socialistas, liberales… La parte política de todo el proceso del racismo es obvia.
P. ¿La explosión actual de la migración ha agravado el problema?
R. El problema actual es el desarrollo de la migración por todo el mundo, que crea una cuestión de identidad, fácilmente manipulable para lograr objetivos políticos. Podemos ver a la ultraderecha de muchos países defendiendo que los migrantes están reemplazando a la población local y abusando de los beneficios sociales. Algo, por cierto, que no es verdad. La población migratoria suele ser muy trabajadora, la mueve el mercado laboral hacia zonas donde los locales no realizan esas tareas.
P. Y alguien se beneficia de ese trabajo.
R. Ya ha sido expuesto por varios autores, como Amitav Ghosh, el papel de las redes de traficantes locales encargados de recibir a los migrantes, o la economía paralela que se beneficia de su trabajo, con salarios muy por debajo de la media. La extrema derecha estigmatiza a los migrantes sin cuestionar esa economía paralela. No puedes señalar únicamente a los migrantes en un proceso tan complejo. ¿Por qué no estigmatizar también a los que se benefician de ellos?
P. ¿De dónde surge el miedo a lo distinto?
R. Las élites sienten ansiedad porque ya no gozan de supremacía. Las clases trabajadoras ya no participan del crecimiento económico y sufren un estancamiento. Y surge una enorme cuestión de identidad, que se mezcla con la sensación de estar peor que generaciones anteriores. Es terreno abonado para la extrema derecha, que lo manipula y usa a los inmigrantes como chivos expiatorio para dar una respuesta a problemas reales, pero que necesitan políticas económicas acertadas.
P. El mantra de los que atacan la inmigración es la exigencia de integración…
R. Siguen existiendo estructuras ideológicas muy fuertes. La idea del Estado está basada en torno al concepto de nación. La extrema derecha manipula esta herencia ideológica. ¿Qué quiere decir integración? La idea clave en este caso es la de inclusión. Cómo incluir a personas de orígenes distintos. La inclusión de los migrantes no puede hacerse en una sola generación. Lleva tiempo y políticas integradoras. No puede rechazarse el problema mientras todas estas personas están implicadas y contribuyendo a la economía. Su primer ministro [en referencia a Pedro Sánchez] ha tenido el coraje de reconocer esto. Me pregunto si en otros países harían algo así.
P. ¿Ha seguido lo ocurrido en Torre Pacheco?
R. Sí. Es lo mismo que ha ocurrido aquí, en Inglaterra, con casos similares, como la extrema derecha movilizando sus redes para provocar el incendio de algún hotel donde han sido alojados los migrantes. Un pequeño incidente puede hoy en día amplificarse en extremo gracias a las redes sociales, especialmente por parte de partidos ansiosos por beneficiarse de cualquier altercado o agresión. Agresiones hay en todas partes. Pero, claro, si está implicado alguien de Marruecos, puede ser manipulado de inmediato.
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