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Grecas, el taxista que acabó rapeando con Broncano: “Hay que leer los contratos. A los de la calle nos dan un poco de dinero y nos emocionamos”

El artista oriundo de la sierra de Madrid publica ‘Escrito en la M-30’, álbum en el que homenajea su antiguo oficio y que le consolida, a golpe de personalidad y humor, como figura emergente del género 

A Grecas, el nombre artístico al que atiende el rapero Ángel Rubio Cercas (Collado Villalba, Madrid, 24 años), no le faltan la gracia ni el entusiasmo. Es una personalidad que asocia al trabajo en el taxi, al que se dedicó hasta hace dos años. “Tienes que tener arte con la gente que recoges, picardía, ser dicharachero, extravagante”, explica. “Con el que es serio, eres serio, pero con el que es amable, pues eres un cachondo. Yo creo que El Fary era así, tío, me inspiro mazo en él y en su forma de ser”. Al igual que el autor de La mandanga, Grecas ha pasado de conducir clientes a sonar en la radio. Como homenaje al gremio, también el de sus padres, ha titulado Escrito en la M-30 (Dale Play) a su segundo álbum, para el que ha lanzado además un largo vídeo escuchando y rapeando las canciones en un taxi y recogiendo a colaboradores como Israel B, Ergo Pro o Gloosito.

En otra acción publicitaria, regaló barras de fuet, por uno de sus últimos éxitos, Grumo sabor fuet. “Los fuets formarán parte del directo seguro, hermano, 100%”, promete sobre su gira de presentación. A su llegada a la entrevista en las oficinas de Dale Play, en el barrio de La Latina (Madrid), los trabajadores le preparan un plato con rodajas. “¡Bomba!”, reacciona, palabra que, dada la distancia generacional, el periodista acaba asumiendo como sinónimo de “fabuloso” tras varias repeticiones. “Esto es para EL PAÍS, ¿no? Durísimo”, celebra, en otra variante expresiva.

El ánimo de Grecas viene también de que, el miércoles de la entrevista, uno de sus ídolos, Giuliano Simeone, del Atlético de Madrid, ha colgado en TikTok una publicación con su tema Mity Mity. “Estaba de fiesta y lo he visto. Se me han puesto los pelos de punta, los huevos al suelo, tío”. Al momento, se apresuró a escribirle: “Giuliano eres el mejor te veo to los partidos siempre”, con cinco corazones. El sábado, el rapero, que lleva tatuado el escudo del Atleti en el pecho, tendría ocasión de conocerle en el Metropolitano, grabarse con él y recibir como obsequio un carnet de socio. “Encima, últimamente al que más respeto del Atleti es a Giuliano, te lo juro. Yo me acuerdo de verle de pequeño con el Cholo [Diego Pablo Simeone, entrenador y padre de Giuliano], tronco. Cuando jugaba en el Alavés se veía que era muy bueno. Los que dicen que es un enchufado son unos soplapollas”.

Del pasado en el taxi hasta este presente sobre ruedas ha encontrado otros compañeros de viaje: en noviembre lanzó Grecofernanda con FernandoCosta, a cuyo videoclip se sumó David Broncano, el presentador de La revuelta. Grecas, antes de que la aparición del cómico estuviese sobre la mesa, había escrito el juego de palabras “Me miro al espejo, digo: estoy bacano / La tripa revuelta, Broncano”. “Fue bastante bomba, todo gracias al Fer, que le conoce”, cuenta. “No se le pagó nada, vino como favor, porque es una gran persona. Todo lo que le pedíamos lo hacía, ponerse un disfraz, decir tal frase en el ascensor… No puso ninguna pega”.

Sobre el beef de FernandoCosta contra el también rapero Ayax, acusado de múltiples agresiones sexuales, admite no estar demasiado interesado. “Con el Fer me llevo de puta madre, es un colegón que flipas. Los beefs no me gustan. Yo pienso que, si tienes un problema con alguien, te partes la cara y a tomar por culo, la verdad”. Confiesa que los enfrentamientos de rap cara a cara, las batallas de gallos, tampoco es que se le hayan dado nunca bien. “Con 17 o por ahí me metí en una en el Parque del Oeste, muy borracho. Pero es que no sé improvisar, tío, así que peleé contra otro y me ganó”.

Sin complejos sobre autenticidad y escribiendo tranquilamente, sí considera que puede dar a sus letras el toque que ha propulsado su música en plataformas (Grecofernanda acumula más de tres millones de reproducciones en Spotify, tres “melonacos”, como los llama él). “Tengo un público que me quiere porque pasa un buen rato escuchándome, les hacen gracia algunas rimas, que es lo que busco muchas veces. Por eso he conectado”, opina. “Muchos dicen que rapeo como un pringao, pero sé que tengo el ingenio que no tienen otros”.

Otra razón la encuentra en su decisión de crecer reposadamente, como cuando borró sus canciones adolescentes por parecerle flojas o no recogió el guante de la colaboración que la polémica Bb Trickz le deslizó en 2023. “Cuando habló de mí, seguía currando en el taxi, así que lo vi y dije ‘joder, ¡bomba!’. Pero todavía tenía pocos oyentes y quería crecer solo, sin que dijesen que había subido por nadie. No consumo su música, pero me parece una genia, una chavala visionaria en lo que hace. Creo que somos parecidos en cómo buscamos formas de ser controversiales”.

Anatomía de un instante en la sierra

Algo se mueve en la sierra de Madrid. A la referencia por antonomasia, Natos y Waor (el primero creció en Torrelodones), se suma la sombra de la leyenda underground Krone, que hace un año abandonó su retiro para colaborar con el viral Midas Alonso, puntal de una nueva generación de la que también forman parte Nazek J, Child 282 o Al Safir. “Ahora en la sierra das una patada y te salen mil raperos”, dice Grecas. “Y cada uno tiene algo que contar. Creo que se puede hablar de movimiento, porque nos hemos criado escuchando la misma música”.

Su desenfado no significa que renuncie a asuntos serios. A principios de año publicó Luchadora para su madre, después de que superase un cáncer. “Hay canciones coñeras, donde pongo un sample de El lago de los cisnes y digo cuatro barbaridades, pero en esa puse un piano bonito porque, obviamente, el mensaje de la canción es para mi madre. Quiero que la escuche con sentimiento”. Por parte de madre, Grecas está emparentado con el escritor Javier Cercas, primo de ella. “Quizá de ahí me viene lo de escribir. En mi casa están todos los libros, aunque no los he leído. En eso tengo un delito que te cagas”. Y Javier Cercas, ¿le ha escuchado? “Ni idea, tío. Mis padres la última vez que le vieron fue cuando le dieron la silla de la RAE, pero yo de muy pequeño, en Girona”.

El rapero, que tira de bebida energética como combustible durante la conversación, creció rápido, no solo por haber estado “muy loco” de joven, sino por la disciplina que se impuso al alcanzar la mayoría de edad. Con 19 trabajó en una frutería y luego empezó en el taxi, que compaginaba con un doble grado en Economía y Gestión de la Administración Pública, en la Complutense. “Me levantaba a las siete para ir a la universidad. De allí salía a las dos, me iba con el coche donde estaba mi viejo con el taxi, lo cogía y él se iba. A las diez como tarde estaba en casa, cenaba y me iba a hacer música”.

En Golden Época, que cierra Escrito en la M-30, relata: “En los festivales solía vender condones / Ahora se saben mis temas cuando se los pones”. “El primer festival al que fui, con 17 años, fue el Arenal Sound”, dice. “En la entrada al camping daban condones. Yo cogía mazo y luego, a altas horas de la noche, cuando la gente los necesitaba, ya no estaba el que los regalaba, entonces yo los vendía”. Sin duda, Grecas, aunque no completara los estudios, asimiló la ley de la oferta y la demanda. “Luego este verano hemos cantado ahí, por eso la barra”. En otro momento declama: “Nunca faltó pa’ comer, sé bien lo que tuve / Por eso me corto la polla si subo en un Uber”. ¿Cómo vivió su familia la irrupción de los VTC? “Pues yendo a las manifestaciones a tirarles piedras. El que quiera trabajar conmigo y me pida un Uber, le pongo la cruz”, contesta.

“Contra los conductores de Uber no tengo nada, porque se están ganando la vida”, matiza después. “Estoy contra estas empresas que se asientan en la Comunidad de Madrid, a las que, seguramente a cambio de algún sobrecito, no les ponen impedimentos. Los taxistas estamos regulados que te cagas y ellos tienen libertad para hacer lo que les salga de los huevos, eso es lo que nos molesta. Que los políticos corruptos de mierda no les paren los pies, hermano… La competencia es buena siempre, pero tiene que ser legal y leal”.

Hace tres años, Grecas tuvo un susto de salud. Por un frenazo con el taxi, recibió un golpe por detrás. Entre el impacto con el volante y el estrés, pasó dos días con un fuerte dolor, hasta que fue al hospital y le dijeron que estaba sufriendo un infarto lateral agudo. “Tengo un callo, una heridita se te queda en el corazón. Debería cuidarme más, pero no lo hago”. Aunque le quita hierro, reconoce un punto de inflexión. “En ese momento, estaba con una chavala que no vino a verme al hospital, así que, mira, ¡que la follen! Me hizo cambiar un poco mi forma de ver las cosas, darle más amor a la familia, porque nunca sabes cuándo vas a desaparecer”.

De las drogas ha intentado alejarse y asegura que no fuma porros, salvo “un caprichito a veces”. “Desde pequeño en la plaza hemos estado rodeados de drogas. Siempre me he considerado curioso, pero sé que no es bueno y hay que tener cuidado. He visto gente muy mal. Personas que toda la vida han sido buenas se vuelven desleales y traicioneras. Yo mismo me distancié de mis colegas por eso, imagínate”. Esas fracturas son agua pasada y los amigos con los que se crió en aquella plaza de Collado Villalba son ahora un séquito imprescindible, su ancla cuando le cuesta tener los pies en la tierra. “El otro día canté en Madrid y creo que estuve brillante, mi mejor concierto. Todo el mundo con halagos, ‘Angelito, eres la polla’. Al salir, estaban ellos: ‘Hermano, ¿dónde vas con las zapatillas desatadas y el chándal ese, que pareces subnormal?’. Me dicen lo que opinan de verdad y me devuelven a quien yo soy. Por eso, los llevo a todos lados”.

La otra parte de su núcleo duro es la familia. Eligió el apodo de Grecas por su padre, criado en el barrio madrileño de Usera, donde afirma que “en el argot, cuando estabas embobado, siempre se decía que estabas en las grecas”. “Cuando era chaval, mi padre me decía mucho ‘¿Qué pasa, tronco, que estás en las grecas?”. No ha firmado un contrato sin que él lo leyese. “Es un simple taxista, pero no se la cuela nadie, hermano. Si dice que no firme, no firmo. Hay que leer con paciencia, porque a nosotros, que venimos de la calle, nos dan un poco de dinero y nos emocionamos, pero igual con ese poco te están estafando, bro, porque vales mucho más”.

Por eso, recuerda con sabor agridulce su primer gran concierto, en Las Rozas. “No me pagaron una mierda y se lo llené. Salí a cantar y toda la gente se las sabía. Dije: ‘Guau, bomba’. Ya lo hemos hecho”. Con esas multitudes espera reencontrarse en la gira de 2026. “Tengo mazo de ganas de empezar, recorrer España en el minibús, jugando a la Play y fumando porros”. La lectura de Soldados de Salamina puede esperar.

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Sobre la firma

Jaime Lorite Chinchón
Colaborador de ICON desde 2019. Periodista cultural, también ha escrito para la sección de Cultura, El País Semanal, la revista Fotogramas o Ctxt. Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, también cursó Crítica Cinematográfica en la Escuela de Escritores y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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