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“La fragilidad de las flores nos dice que nada es para siempre”: Ikefrana, el enfermero de Ciudad Real que cambió su vida gracias al ikebana

Su instalación ‘Semillas nómadas’ es uno de los reclamos de Flora, el festival internacional de arte floral que se celebra esta semana en Córdoba

Carlos Primo

Hay encuentros capaces de cambiar el rumbo de una vida. En 2019 Francisco José García Almodóvar (Ciudad Real, 40 años) atravesaba una época de transición vital. “Había ejercido diez años como enfermero, pero sentí que era el momento de cambiar”, recuerda. El impasse duró varios meses. Le incomodaba no trabajar, no tener claro su rumbo. Se encerró en casa. Y un día las flores se cruzaron en su camino. “Recuerdo estar en casa, en el sofá, y ver en la televisión un reportaje sobre la primera edición de Flora”, explica aludiendo al festival que se celebra anualmente en Córdoba. “Me llamó mucho la atención que no describieran a los participantes como floristas, sino como artistas o diseñadores florales. Aquella expresión me hizo pensar”.

Hasta entonces, para él las flores eran una presencia cotidiana, pero nada más. “Las asociaba a mi abuela, a mi tía, a los patios y los cementerios”, apunta. Entonces se metió en internet y descubrió que en Madrid había una escuela, Savia Bruta, dedicada a impartir cursos de diseño floral desde una óptica contemporánea. Se matriculó, por probar. Y encontró su sitio en una disciplina de la que apenas había oído hablar: el ikebana, la antigua tradición japonesa que entiende las flores como instrumentos de meditación e introspección. Para el enfermero, fue una forma de resolver su encrucijada vital. “Mis primeros ikebanas eran como erizos, porque en aquella época yo vivía muy nervioso”, recuerda. “Mi profesora me explicó que aquello era un proceso de equilibrios, de introspección, que tenía que pensar en mí. De repente, el ikebana empezó a relajarme. En el fondo, es algo minimalista, sencillo, que provoca muchas emociones y te permite conectar con la flor”.

Este fin de semana, el ciudadrealeño pondrá en práctica su visión personal del arte floral con una instalación en aquel festival que despertó su pasión por el oficio. Ha ganado el concurso Patio Talento, que es la convocatoria con que el equipo de Flora abre su programación, normalmente reservada a artistas consagrados, a creadores emergentes o más desconocidos. Pero, en estos años, ha dejado de ser un principiante. Ahora es él quien imparte clases en la misma escuela donde estudió. Como florista, asume proyectos por encargo —instalaciones para fiestas, eventos, cenas o escaparates—, pero sin descuidar la faceta más experimental. Ikefrana, como la mayoría de iniciativas florales más interesantes de los últimos tiempos, tiene algo de acción de guerrilla. En una ocasión, creó un cubo con hojas de aspidistras y lo colocó en medio de una calle, para observar la reacción del público. También colaboró con una asociación ibicenca en defensa de la posidonia, con quien instaló un misterioso monstruo vegetal que invitaba a mirar más allá de la superficie del agua.

Sin embargo, como indica su nombre artístico, su lenguaje natural es el ikebana, una disciplina en las antípodas de los aparatosos arreglos florales habituales en Occidente. En lugar de complejas composiciones de colores exuberantes, juega todas sus cartas a pocos elementos. “La clave del ikebana es que con lo mínimo puedes conseguir muchas emociones”, explica. “Su filosofía consiste en buscar un equilibrio entre la tierra y el hombre. Invita a observar, y que la observación invite al pensamiento”. Ikefrana entiende su oficio desde las coordenadas del wabi-sabi, la apreciación estética de lo humilde o lo precario. “En Europa, a veces desechamos flores por sus defectos, porque tienen detalles o curvas que se consideran feas. Para mí, lo interesante es potenciar ese defecto, esa forma”.

El estilo de Ikefrana es un ejercicio de contemplación y respeto. “Me gustan los proyectos en los que parece que no ha intervenido la mano de un florista”, apunta. “No me gusta manipular demasiado la flor. Prefiero algo más silvestre”. Ese planteamiento también afecta a los materiales. La espuma floral, ese material plástico que habitualmente se usa para sujetar los tallos y crear composiciones complejas, aquí queda fuera de la ecuación. “La floristería es una profesión que contamina mucho, no solo por las espumas, sino también por los costes de transporte”, apunta el artista. “Trabajamos con la naturaleza, así que tenemos que ser coherentes y dar ejemplo de sostenibilidad”.

De hecho, el proyecto que instalará este viernes en el patio del Palacio de Orive, una de las sedes del festival, también ofrece esa lectura. Explica que es el tercer año que se presenta, y que lo hizo sin demasiadas esperanzas, al límite del plazo. Pero también que el lema de esta edición, que gira en torno al futuro, le tocó una fibra sensible. “Me atrajo mucho esa temática, porque creo que el futuro de mi profesión va a estar ligado a la observación de lo que existe. Estoy convencido de que, aunque se habla de colapso tecnológico, la naturaleza será la que tome el mando. Las plantas se adaptarán al cambio climático y nosotros también. Creo que el futuro va a estar más ligado a semillas olvidadas que a grandes discursos tecnológicos. Mi proyecto se llama Semillas Nómadas, y alude a las plantas que crecen en los lugares más inesperados. En esta instalación quiero hablar de resiliencia, de capacidad de adaptación, de plantas que sobreviven en circunstancias extremas”.

Tiene lógica que así sea, porque el propio proyecto de Ikefrana como laboratorio floral se basa en esos mismos valores. Si García Almodóvar encontró un nuevo rumbo en las flores en una época de incertidumbre, ahora es él quien aspira a que el público reflexione con su instalación en Flora que, al igual que las del resto de artistas, podrá visitarse del 17 al 22 de octubre. Hasta que llegue el momento de la inauguración, este viernes, no puede dar más detalles sobre su proyecto. Pero sí sobre la reacción que aspira a suscitar. “Me gustaría que la gente se detenga y piense en el presente a través de las flores. Las flores, en su fragilidad, nos dicen que todo se transforma, que nada es para siempre. Me gusta utilizar materiales que cambien de estado, que se descompongan. Me gusta que el arte hable de la fragilidad y del paso del tiempo”.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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