Isabel Preysler y Miguel Boyer, 40 años del romance que puso en jaque al Gobierno de Felipe González
En el verano de 1985, ella era la “reina de corazones” y él, “el príncipe” del socialismo. El comienzo de su historia de amor desencadenó la primera gran crisis del felipismo.


El verano de 1985 no fue fácil para Felipe González. El paro rompía la barrera psicológica de los tres millones de desocupados, los precios no dejaban de subir, los salarios no paraban de depreciarse y Comisiones Obreras (CC OO) convocaba la primera huelga general de la democracia contra la reforma de las pensiones. El presidente socialista tuvo que abrir una crisis de gobierno para remodelar su gabinete y salvar la legislatura. A comienzos de julio, cuando creía haber completado su lista de cambios, Miguel Boyer, ministro de Economía, Hacienda y Comercio, planteó su decisión irrevocable de dimitir de su cargo.
La inesperada dimisión del superministro del felipismo provocó un cisma dentro del gobierno de González. Los cronistas políticos y los de sociedad tenían sus teorías sobre los motivos. Los primeros apuntaban a un enfrentamiento entre Boyer y el vicepresidente Alfonso Guerra, número dos del Ejecutivo y del PSOE. Los segundos, a un romance del economista con Isabel Preysler. En los mentideros de Madrid se decía que Boyer, apodado por Manuel Vázquez Montalbán como “el príncipe” y casado con la reputada ginecóloga feminista Elena Arnedo, y Preysler, conocida como la reina del papel couché y casada con el aristócrata Carlos Falcó, marqués de Griñón, se estaban viendo en secreto tras conocerse en una comida en casa de Mona Jiménez.
“El rumor llevaba meses circulando. Todos hablábamos de ello. Era la bomba: Isabel, una marquesa, saliendo con un socialista… con un socialista de los de verdad”, recuerda Rosa Villacastín en una conversación telefónica con EL PAÍS. “Cuando Miguel se lo dijo a Felipe González, Felipe exclamó: ‘¡Pero si es una mujer pública!’ Fue un shock”, continúa Villacastín, que entonces realizaba información política en el diario Ya.
El presidente del Gobierno salió al paso de los rumores y aclaró que Miguel Boyer había dimitido por motivos personales y no políticos. “Ha habido problemas que no son exactamente discrepancias en la acción gubernamental. No puedo ser más claro de lo que soy”, declaró González el 10 de julio de 1985. Ese mismo día, la doctora Elena Arnedo, esposa de Boyer, fue un poco más allá y señaló de forma velada a Isabel Preysler. “Tenéis una persona a la que le encanta hablar. Hablad con ella, que está acostumbrada. A mí me molesta muchísimo y no tengo por qué hablar de esto”, dijo en una entrevista a Antena 3.

“Elena se volvió loca cuando Miguel le dijo que se iba con Isabel”, afirma Villacastín. “Arnedo era una mujer brillante, empoderada, pero trataba a Miguel como uno más. No le daba la importancia que tenía. En cambio, Isabel estaba rendida a los pies de Miguel. Nunca había encontrado a un hombre como él. Y él nunca había encontrado a una mujer como ella. La admiración era mutua”.
Al principio, nadie apostó por la relación. “¿Qué otro final distinto a la tragedia podrá corresponder a esta historia plateada?”, escribió Vicente Verdú en EL PAÍS. Muchos medios se cebaron con la pareja, especialmente con Preysler. “A Boyer le tocó la china”, tituló la revista Tiempo a los pocos días de la dimisión del ministro, empleando un apelativo racial para referirse a la socialité hispanofilipina. “Isabel fue muy maltratada, pero estaba acostumbrada. Miguel, en cambio, no estaba acostumbrado y lo sufrió más. Todo eso le hizo daño”, explica Villacastín.
En aquella España machista de los años ochenta, algunos directores de periódicos y revistas, analistas políticos y cronistas del corazón, todos ellos hombres, quisieron culpar a Preysler por la crisis del gobierno de González. Ella lo desmintió en ¡Hola!. “Es absolutamente ridículo pensar que Miguel Boyer ha abandonado el gobierno por el hecho de que me conozca”, declaró el 20 de julio en su publicación de cabecera. Pocos días después, los paparazzi captaron al político pulsando el timbre del domicilio de Isabel en la colonia madrileña de El Viso. Tras la publicación de esas fotos, los marqueses de Griñón anunciaron su separación a través de un comunicado conjunto. Casi al mismo tiempo, Elena Arnedo presentó la demanda de divorcio de Boyer.

Menos de 15 días después de haber dejado el ministerio de Economía, Miguel Boyer fue nombrado presidente del Banco Exterior de España, entonces la octava entidad bancaria del país. “Es una forma de seguir sirviendo al Estado que, a diferencia de mi etapa en el Gobierno, no conlleva responsabilidades políticas. Es una forma fácil y grata de estar al servicio del Gobierno y de mi partido”, explicó el político. El nombramiento no gustó a muchos socialistas y militantes del PSOE. El brillante físico y economista, el intelectual de corte socialdemócrata-liberal, ahora era banquero y coqueteaba con la beautiful people, una nueva élite surgida tras la Transición al calor del felipismo.
Los paparazzi empezaron a competir para ver quién conseguía la primera foto de la nueva pareja de moda. A comienzos de agosto de 1985, Preysler y Boyer huyeron de Madrid y se refugiaron en la casa de la socialité en Marbella. Los guardaespaldas del exministro los siguieron. Desde allí, la “reina de corazones” declaró a ¡Hola!: “No quiero negar que mi amistad con Miguel Boyer existe”. Tras días de persecución, la noche del domingo 4 de agosto, los fotógrafos lograron c aptarlos a la salida de un restaurante. Las imágenes fueron un bombazo.
“Al fin. Han aparecido, se han manifestado, han salido de su nube de beatitud, sin duda angelical. El año pasado por estas fechas tan solo aparecía la Virgen en El Escorial. Este mes de agosto, sin embargo, hemos ampliado nuestro catálogo de prodigios: Miguel e Isabel se han encamado ante sus fieles”, escribió Rosa Montero el 8 de agosto de 1985 en EL PAÍS. “Cuerpos celestes son, esto está claro: por lo alto que vuelan, por sus rostros seráficos, por el brillo de seda de sus sombras, por esa cualidad, tan teologal y ubicua, de estar en todas partes y en ninguna, de habitar en todas las memorias y al mismo tiempo permanecer en el enigma de su ausencia… El pueblo no se equivoca: si concede a Miguel e Isabel honores de santos es que deben serlo. A fin de cuentas han llegado a la glorificación a través del amor, que es la vía usual de todo místico”.

Cada día había una nueva noticia o rumor sobre la pareja: que si el político había comprado una finca en Marbella; que si iban a salir a navegar en el yate de Ramón Mendoza; que si Julio Iglesias, primer marido de Preysler, había cancelado sus vacaciones en España para no verse inmiscuido en la polémica; que si la “reina de corazones” estaba esperando un hijo con el ex superministro…
A mediados de agosto, Preysler posó para ¡Hola! en su casa marbellí, rodeada de sus hijos. Desmintió el embarazo y habló por primera vez, abiertamente, sobre el romance. “Miguel es la persona más inteligente que he conocido en mi vida. De lo último que te puedes cansar en la vida es de tener al lado una persona inteligente. Le veo una persona muy, muy de verdad, sin añadidos superfluos ni frivolidades”, declaró.
Pero las frivolidades y superficialidades del papel cuché terminaron opacando la figura política de Boyer. “Menos Marbella y más socialismo”, empezaron a exigirle algunos de sus antiguos compañeros de partido. Feliciano Fidalgo escribió en EL PAÍS: “Boyer tiñó de nada esa pendejada que nos dividía en derechas e izquierdas”. El final de las vacaciones del exministro en Marbella en compañía de Preysler no pudo ser más brusco. El 26 de agosto, regresó a Madrid para presidir el consejo de administración del Banco Exterior, pero tuvo que irse a casa sin sus maletas, ya que Iberia se las había extraviado. Se lo veía algo confundido caminando por el aeropuerto de Barajas, buscando una salida.
Al verano siguiente, tras un año de silencio (y de amor con Preysler), Miguel Boyer dio una conferencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander sobre las posibles soluciones a la crisis que atravesaba España. Sus recetas neoliberales, más en sintonía con las reformas emprendidas por Ronald Reagan en Estados Unidos que con los ideales del socialismo europeo, causaron estupor. Pedía más flexibilidad en el mercado del trabajo, más competitividad del dinero y menos intervención estatal/socialista. Exigía más economía de mercado, más reprivatización, más enseñanza privada, más holgura para el sistema financiero, más impuestos y la eliminación de las deducciones y exenciones.
CC OO puso el grito en el cielo y advirtió que las recomendaciones de Boyer aumentarían el paro a cuatro millones de desocupados y profundizarían la brecha social. Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno, insinuó que el exministro eran un “político frustrado”. Las nuevas ideas de Miguel Boyer indignaron a los votantes socialistas. En agosto de 1986, una lectora de EL PAÍS escribió una carta al director de este periódico en la que decía: “El actual compañero de una de las rutilantes estrellas de la jet set está, sin duda, mejor en el ambiente de Marbella que lo estuvo en el palacio de la Moncloa como consejero de Felipe González y contrincante de Alfonso Guerra. Se es o no se es; si no se es socialista, es más decente hacer carrera política en partidos que no digan que lo son”.
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