¿Qué podemos interpretar de una persona que no nos mira a los ojos al hablar?
En la mayoría de los escenarios, el contacto visual sigue siendo un componente ineludible de la buena educación formal. Sin embargo, su ausencia no debe juzgarse automáticamente como descortesía

Dos personas hablando en una situación concreta, bien sea una reunión de trabajo o un encuentro social. Una de ellas rehúye la mirada de manera constante, haciendo que la otra se sienta incómoda, desconfiada o crea que su interlocutor no le está prestando atención. Hay varias maneras de explicar por qué motivo alguien no mira directamente a los ojos y, desde luego, no responden todos a la misma motivación. La psicóloga Lara Ferreiro, experta en lenguaje corporal y autora del libro ¡Ni un capullo más! El método definitivo para quererte y encontrar a tu pareja perfecta (Grijalbo, 2025), reconoce que “mirar a los ojos es uno de los actos de comunicación no verbal más potentes e íntimos que existen, por los ojos y por el tipo de mirada puedes identificar el alma de una persona”. Cuando se analiza el lenguaje no verbal de alguien, “siempre sentimos que las personas que establecen contacto visual son percibidas como más sinceras y emocionalmente estables, de ahí que el 70% de la comunicación que empleamos las personas sea comunicación no verbal”, explica.
Desde la psicología hay varias razones que explican el motivo de que una persona rehúya la mirada. Una puede ser la denominada ansiedad social. “Para muchas personas, mirar a los ojos no es solo incómodo, sino que activa una auténtica alarma emocional, el famoso cortisol, la hormona del estrés. Sienten que al mantener la mirada se exponen a un juicio directo, como si dejaran al descubierto sus miedos, su nerviosismo o sus inseguridades”, sostiene la psicóloga. Y añade: “Las personas con trastorno de ansiedad social, que puede llegar a afectar a un 12% de adolescentes, reconocen que les cuesta mantener la mirada en una conversación. Pero también les pasa a muchísimos adultos, siendo más común en mujeres que en hombres. Se dice que hasta un 10% de la población española podría tener este problema de intimidad. Cada vez estamos más solos, pero más conectados: mirar al móvil es la excusa perfecta que hace de pantalla protectora para evitar mirar a los ojos para los fóbicos sociales”.
También puede ser por inseguridad, continúa Ferreiro: “No mirar a los ojos podría reflejar una baja autoestima. Las personas que evitan mantener el contacto visual con la gente suelen tener miedo de sentirse juzgadas. Suelen ser reservadas, con cierta dificultad para conectar emocionalmente en entornos donde se sienten evaluadas o vulnerables. No es que no quieran relacionarse, sino que temen exponerse demasiado y que los demás perciban sus inseguridades”. Según explica la experta, a menudo estas personas tampoco se sienten cómodas con el contacto físico: “Les incomodan los abrazos espontáneos, los toques en el brazo o incluso dar la mano de forma efusiva. Es como si su cuerpo necesitara marcar una distancia protectora con el entorno. Esta actitud puede hacer que los demás interpreten erróneamente su actitud como frialdad, indiferencia o incluso rechazo”.

Tradicionalmente, se ha asociado evitar la mirada con estar mintiendo. Y ese dicho tiene sus motivos: “Cuando una persona se siente culpable o está ocultando información, el contacto visual puede resultar excesivamente invasivo. La mirada directa funciona como un espejo emocional que confronta a la persona con su propia conciencia. Por eso, quien miente o carga con culpa tiende a apartar la mirada, a veces de forma inconsciente. Esta evitación funciona para esquivar la incomodidad interna que provoca la diferencia entre lo que se dice y lo que se siente”, explica Ferreiro.
La autora añade otra razón que lleva desviar la mirada: puede ser por un enamoramiento o atracción hacia la persona que está delante. “Cuando alguien te gusta puede ser que, como mecanismo de defensa, no mires a los ojos porque no quieres que sepa sobre tus sentimientos”.
La importancia del lenguaje corporal
La experta en comportamiento no verbal Vanessa Guerra recuerda que uno de los aspectos más llamativos a la hora de analizar el lenguaje corporal de una persona es la mirada, denominada técnicamente como oculésica: “Los ojos son dos grandes receptores sensoriales que recogen la información del medio para que esta sea procesada por el cerebro, con el único fin de elaborar una respuesta de lucha y huida o de seguridad. Por ejemplo, las personas muy controladoras suelen mantener los ojos más abiertos de lo normal y se muestran en una exploración constante del espacio y del medio”. Sobre ellas explica: “Suelen darse cuenta de detalles que para otros pasan desapercibidos, así como también buscan en los rostros de los demás expresiones faciales de aceptación o de rechazo, convirtiéndose en personas con más sensibilidad para leer a los demás, según se ha comprobado en algunos estudios realizados sobre los tipos de apego”.

La mirada permite conocer el grado de afección que siente una persona hacia los demás, ya que la evasión de esta también se asocia al desagrado o al displacer. “Por ejemplo, cuando una persona te habla sin mantener ningún contacto visual contigo, o también las personas que no se quitan las gafas de sol, usándolas como barrera protectora contra los demás. Tras este tipo de actitudes podemos encontrar una falta de autoestima y de seguridad”, dice Guerra. Y también señala otras de las explicaciones subyacentes a las miradas esquivas o evasivas: “Puede que la persona esté enfadada y esa sea su manera de demostrarlo; el desinterés, siendo una manera de decirnos que no le interesa estar con nosotros; incluso, simplemente, que no le caigamos bien y no quiera entablar ningún tipo de contacto”.
Lo que dice el protocolo
El contacto visual ocupa un lugar esencial dentro de los códigos universales de cortesía y comunicación interpersonal. Así lo explica María José Gómez y Verdú, experta en protocolo y etiqueta: “En contextos formales y ceremoniales, así como en la interacción social cotidiana, mirar a los ojos al saludar, al hablar o al escuchar es más que un acto mecánico: es una manifestación directa de respeto, atención y reconocimiento hacia la otra persona. En la mayoría de las culturas occidentales, así como en numerosos sistemas de comunicación asiáticos modernos, africanos urbanos y latinoamericanos, la mirada sostenida en su justa medida transmite seguridad, confianza y autenticidad. Es un lenguaje silencioso que refuerza el compromiso con la palabra dada y la disposición al diálogo”.

Desde el punto de vista del protocolo, no mirar a los ojos en el momento de saludar puede interpretarse como una falta de interés, una señal de desdén o incluso una forma pasiva de rechazo. “El saludo, acto simbólicamente igualitario donde dos personas se reconocen mutuamente, se ve fortalecido por el contacto visual, ya que este legitima la presencia del otro y consolida el instante como una interacción formalmente válida. En audiencias oficiales, recepciones diplomáticas, entrevistas de trabajo o actos institucionales, evitar la mirada puede afectar la percepción de competencia, sinceridad o deferencia”, recuerda la experta en protocolo.
En suma, el contacto visual sigue siendo, en la mayoría de los escenarios, un componente ineludible de la buena educación formal. Sin embargo, su ausencia no debe juzgarse automáticamente como descortesía. Es necesario desarrollar una mirada más matizada que permita distinguir entre desinterés y diferencia cultural, entre evasión y respeto, entre inseguridad personal y código aprendido. “En el equilibrio entre la norma universal y la especificidad cultural radica el verdadero refinamiento de la etiqueta moderna”, sintetiza Gómez y Verdú.
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