La historia borrada de un búnker de la Guerra Civil declarado BIC
El Blockhaus 13, fortín del bando sublevado, ha perdido los paneles informativos colocados cuando se puso en valor


Siete niños han convertido el Blockhaus 13, en Colmenar del Arroyo(Madrid), en escenario de sus juegos. Unos la emprenden a balonazos contra sus paredes de hormigón y otros corren enloquecidos por sus túneles, comprando todas las papeletas para salir de allí con una brecha. En lo alto del búnker, dos adultos, que parecen padres de algunos de los menores y tutores momentáneos del resto, comen. Dejan su posición cuando alguno de los niños cae de bruces, arranca a llorar y tarda al menos cinco minutos en levantarse del suelo, lo que resulta bastante frecuente. Comprueban que no hay necesidad de ir al hospital y vuelven a las alturas. Quizás los niños piensen que esa mole de hormigón es un parque infantil porque no hay ningún cartel que indique que en realidad se trata de un búnker de la Guerra Civil, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2019.
“¿No hay ningún panel?”, se sorprende el arqueólogo Pablo Schnell. “Antes había carteles explicativos. ¿Ya no? ¿No siguen estando? Igual se los ha llevado alguien“. Este fortín, cuenta el experto, estaba lleno de tierra y cubierto de grafitis, pero se puso a punto en 2013. Lo limpiaron, lo vaciaron y se señalizó correctamente. Más de una década después, sigue sin rastro de pintadas y en relativo buen estado, aunque sus túneles sí que presentan humedades. Pero de lo que no hay ni rastro es de los paneles informativos. Permanece sin nombre ni historia para cualquiera que quiera visitarlo. “De cómo están las fortificaciones de la Guerra Civil, yo creo que es de las que está más limpia y visitable, pero claro, para estas cosas hace falta un mantenimiento”, añade Schnell.
El Blockhaus 13 lo construyó el bando sublevado en 1938 y fue la culminación de un cambio en la forma de defender los frentes. Esta mole de hormigón no se situó en primera línea, sino en la retaguardia, con la idea de que si el bando republicano rompía el frente se encontrara una defensa en los cruces de carretera y así no pudiera avanzar por ellas. “La República había demostrado en otoño del 38 que todavía tenía capacidad ofensiva. Así que la misión de esta fortificación era, si caía el frente, recoger a algunos hombres en retirada, meterlos allí, echar el pestillo y hacerse fuerte todo el tiempo que pudieran resistir”, explica el arqueólogo. Además, la parte central superior estaba preparada para colocar un cañón antiaéreo.
Se planteó primero construir en esta zona una línea defensiva de 22 búnkers, que se quedó en 16, pero las obras solo se comenzaron en nueve y el Blockhaus 13 fue el único que se terminó. “Los planes son siempre más ambiciosos que la realidad. Estos fortines eran muy caros, muy complicados de hacer. Y necesitaban mucho personal y mucho material”, matiza Schnell. Nunca se llegó a utilizar porque se terminó prácticamente cuando se acababa la guerra. Sí que dio tiempo a empezar un búnker gemelo no muy lejos de allí: “Pero ahora mismo no queda nada porque hay una urbanización y se destruyó lo poco que se había llegado a construir”.
No suele ser habitual que este tipo de construcciones se conserven tan completas, matiza Schnell. “La posguerra fue muy dura. Estas fortificaciones estaban construidas con mucho hierro, con mucho acero. Eso, en la España de los años 40, era un dinero muy interesante. El propio Estado se llevó todo lo que pudo, porque los materiales eran muy caros y muy necesarios en ese momento”. ¿Y por qué entonces el Blockhaus 13 sobrevivió a ese saqueo y quedó intacto? “No es normal que se conserve tan bien, pero la razón de ser es que la armadura que tiene de hierro es difícil de sacar y no es muy grande. Es una obra tan maciza que tiene el metal muy dentro y con una ferralla complicada de extraer”.
Y así quedó, prácticamente igual que al acabar la guerra. Solo que de poco sirve que este pedazo de historia permanezca intacto si su memoria desaparece para los visitantes.
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