Madrid expone al castigo público a grafiteros: “Es del siglo pasado”
El delegado de Medio Ambiente convoca a los medios de comunicación para mostrar cómo trabajan seis jóvenes a los que han pillado haciendo pintadas

El delegado de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Madrid, Borja Carabante, ha convocado este lunes a los medios de comunicación para mostrar el castigo que se le ha aplicado a un grupo de seis grafiteros a los que la Policía Municipal ha pillado in fraganti haciendo pintadas. La cuadrilla se baja de una furgoneta blanca en la plaza de Juan Muñoz, junto a la glorieta de Cuatro Caminos. Su uniforme recuerda a los EPI que se vieron durante la pandemia. Llevan cubrezapatos de tela blanca, un mono azul, gafas de protección y mascarilla. Agarran unos cubos con pintura gris y rodillos. Van a tapar los grafitis, que cubren allí una pared de 85 metros de largo, pero tendrán que dedicar varias jornadas a hacer lo mismo en otros lugares. La segunda opción es pagar la multa, que va desde los 300 a los 3.000 euros, en función del tamaño del dibujo.
Alberto, que quiere preservar su nombre real, es uno de los jóvenes sancionados. Tiene 26 años y trabaja como productor musical y dando clases particulares de piano, pero lleva años saliendo a pintar paredes porque le ayuda “a desconectar, a fluir... A no pensar en nada”. No solo hace grafitis en las calles, también lo hace en lienzos, pero dice que son difíciles de vender. “Pintar una pared es como poner tu obra directamente en una galería de arte”, explica.
Cuando la policía lo atrapó haciendo un grafiti de una cara en un parque de distrito de San Blas no opuso resistencia. La multa que le llegó fue de 3.000 euros, pero podía conmutarla con 60 horas de trabajo pasando el rodillo para tapar lo que otros, como él, han pintado. No dudó en aceptarlo. Al fin y al cabo, son 50 euros la hora. Dentro del mundo del grafiti existen ciertos códigos y uno de los más importantes es no pintar nunca sobre el dibujo de otra persona, pero Alberto cree que, en este caso, “se entiende que es por obligación”. Según los datos del Ayuntamiento, nueve de cada diez sancionados por este motivo valoran muy positivamente tener la opción de conmutar su multa por este tipo de trabajo.

El concejal Carabante supervisa cómo el grupo de chicos mezcla la pintura gris con agua para hacerla más líquida antes de extenderla con un rodillo por la pared. Detrás de él, más de dos decenas de periodistas de varios medios. “Parecemos los pingüinos de Magadascar”, protesta uno de los jóvenes vestidos con el mono azul ante esta exposición pública. Carabante se acerca a hablar con él.
―¿Sabes que el Ayuntamiento se gasta al año 12 millones de euros en borrar grafitis?―, le comenta el concejal.
―Podríais habilitar muros libres donde se pueda pintar sin consecuencias. No somos ladrones. Los grafiteros queremos tener derecho a expresar nuestro arte―, contesta el joven con el rodillo de la mano.
María Luisa García, de 66 años, es vecina del barrio. Le ha llamado la atención el revuelo que había este lunes en una plaza que suele ser tranquila. Tras unos minutos analizando en silencio contemplativo lo que estaba pasando, ha sacado su conclusión: “Es una estupidez”.
Para empezar, apunta que los dibujos que están borrando, hechos en una pared pública y no en un edificio de vecinos, “no hacen daño a nadie” y cree que “hay cosas más importantes en las que gastarse el dinero”. Pero su opinión sobre el asunto no mejora cuando se entera de que los trabajos de limpieza que está haciendo esa cuadrilla de jóvenes son un correctivo para conmutar su multa. “Alucino en colores. Es del siglo pasado eso de decir ‘aquí os presentamos a los castigados”, protesta.

El delegado de Urbanismo ha señalado que hubiera sido más beneficioso para las arcas municipales que los jóvenes pagaran su multa, pero que hacerlos trabajar es más eficiente para que no vuelvan a reincidir. Carabante ha hecho hincapié en una supuesta diferencia entre el arte urbano, aquel “que embellece la ciudad” y que se hace pidiendo permiso al Ayuntamiento, del grafiti, que considera vandalismo y que “ensucia” las calles. “Lo importante es corregir estas conductas incívicas”, ha añadido. En realidad, esa no es la diferencia del graffiti y el arte urbano, ya que ambos son formas de expresión en la calle y en su base está el no pedir permiso a nadie. La diferencia es que el graffiti se caracteriza por la escritura y el arte urbano por el dibujo.
La lucha contra el grafiti iba en el programa electoral del PP en las últimas elecciones. Una de las promesas de Almeida fue crear una nueva brigada de la Policía Municipal destinada exclusivamente a perseguir a los grafiteros, que cumplió a principios de 2024. En total son 39 agentes que localizan a los grafiteros vigilando los puntos más críticos de la ciudad, pero también analizando los trazos de cada uno de los dibujos.
Desde enero hasta septiembre del año pasado, el momento en el que el Ayuntamiento de Madrid publicó su balance, se tramitaron 361 sanciones por pintar en vía pública. Antes, los grafiteros podían conmutar su multa con trabajos para la comunidad, pero desde finales de 2024 la única alternativa a desembolsar dinero es pintar las paredes donde otros como ellos han plasmado sus dibujos.
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