Banco de tejidos humanos de Galicia: el santuario helado de las segundas oportunidades que crece bajo un hospital infantil
Huesos, córneas y arterias de donantes fallecidos aguardan una nueva vida durante años a temperaturas de hasta -196 grados. Son la cara oculta de la generosidad post mortem, eclipsada por las donaciones de órganos
Tenía 32 y cáncer en el fémur. El médico fue tajante: había que amputar. Corrían los años 90 y el Banco de Tejidos de Galicia, en el Hospital Materno Infantil Teresa Herrera de A Coruña, estaba casi naciendo y no era ni mucho menos lo que es ahora. Pero los cirujanos decidieron probar a abrir la pierna y reemplazar la pieza ósea. Aquella paciente joven, profesora universitaria, con tanta vida por delante, fue en 1995 uno de los primeros casos exitosos de implante de hueso procedente de esta reserva de material biológico, y aquí todavía se recuerda su historia con emoción. “Gracias al hueso donado, conservó la pierna, lleva una vida normal, anda en bicicleta, corre y hace de todo”, cuenta satisfecho Jacinto Sánchez, coordinador de este banco, uno de los más antiguos de España y el único ubicado en las tripas de un hospital.
Tras el implante de un hueso largo extraído a un fallecido, los capilares sanguíneos del receptor empiezan a colonizar el tejido esponjoso desde los extremos, y este acaba siendo asimilado como propio por el organismo. “Cuando hice cirugía, todos los días había amputaciones”, rememora Sánchez. “Al entrar en este mundo [de las donaciones], te cambia la perspectiva de la vida, te haces más empático”, comenta mientras cierra la puerta de un enorme congelador a -80 grados centígrados, repleto de bolsas con huesos.
Cada envoltorio corresponde a un donante fallecido y va concienzudamente etiquetado. Aquí la trazabilidad es un hilo conductor que enlaza una vida extinguida, con su nombre y sus apellidos protegidos por un código numérico, con las de todos los pacientes que van a recibir pedacitos de ella y a disfrutar, así, de una nueva oportunidad. Una de las salas del banco contiene tanto en papel como digitalizada toda la historia de cada tejido (huesos, córneas, arterias, válvulas), incluidos los profesionales que intervinieron en cada fase de su procesado.
“Tenemos el doble de posibilidades de recibir que de donar”, recalca el coordinador de este departamento en el que trabajan dos médicos, una bióloga y cuatro técnicos con guardias de 24 horas porque cualquier día, en cualquier momento, puede haber entradas o salidas, a hospitales públicos o privados de toda Galicia y de otras comunidades como Asturias, Cataluña o Madrid. El banco también da servicio al Instituto de Investigación Biomédica (Inibic) de la Xunta. Pese a que ya suma 15.000 pacientes implantados, constituye la cara menos conocida de las donaciones, eclipsada por la de sangre y órganos, esta mucho más espectacular y urgente.
En el caso de los tejidos se cuenta con un plazo de 24 horas desde la muerte del paciente hasta que entran en el itinerario del banco. En vez de medios aéreos, aquí tienen de mano a un taxista de A Coruña, siempre alerta y entrenado en el traslado de estos materiales biológicos. En cada hospital de la red gallega del Sergas hay, además, personal sanitario atento a la existencia de posibles donantes, expertos en el difícil trabajo de acercamiento a las familias que acaban de perder a un ser querido. Algunas enfermedades como puede ser el sida impiden ser donante, y un enfermo de cáncer solo podrá dar sus córneas, pero los tejidos de otros fallecidos pueden multiplicar la esperanza en varios receptores. La edad, aquí, no siempre es un hándicap: “Hay córneas de 83 años que te dejan patidifuso por su calidad”, comenta Sánchez. Al final de las decisiones solidarias de los donantes, sigue contando el cirujano, “tenemos también receptores de 85 o 90 años... ¿por qué no les vamos a dar mejor calidad de vida el tiempo que les quede por vivir?“.
Las extracciones se llevan a cabo in situ, en los hospitales donde fallecen los pacientes. “Si las familias quieren velarlos luego, se preparan de tal manera que no se nota, con materiales que se pueden incinerar en caso de que elijan la cremación”, detalla el coordinador de la también llamada Unidad de Criobiología-Establecimiento de Tejidos del área sanitaria de A Coruña y Cee. Al llegar al banco, cada donación tiene sus técnicas, sus temperaturas (de los 8 a los -196 grados) y su fecha de caducidad. En la llamada sala blanca, con una temperatura, una presión y una humedad constantemente monitorizadas, los técnicos en anatomía patológica limpian y preparan tibias, fémures, vértebras bajo la campana de flujo laminar, el sancta sanctorum de la pulcritud. “Es un espacio esterilizadísimo, más estricto que un quirófano”, describe Sánchez. “Cuando llevas tiempo trabajando ahí dentro y sales”, asegura una de las técnicas del departamento, “sientes mareo por el cambio de presión”.
En otra de las salas del banco se criogenizan los tejidos. La temperatura debe ir bajando progresivamente hasta -120 grados para que no se rompa la estructura celular, y después los materiales se almacenan en 11 tanques de nitrógeno líquido a temperaturas de hasta -196. Aquí hay reservas biológicas que pueden volver a utilizarse incluso después de 15 años de hibernación. Y en algunos de estos tanques aguardan también embriones sobrantes de las técnicas de reproducción asistida y semen de pacientes que se someten a quimioterapia. Un lustro o una década más tarde, muchos piden recuperarlo, y también se han dado casos de varones fallecidos cuyas parejas lo han reclamado un año después de la muerte. “Al semen post mortem se puede optar si el donante ha dejado escrita su voluntad ante notario” y solo para “una persona concreta”, explica Jacinto Sánchez el marco legal. En el banco de A Coruña, no obstante, lo conservan hasta dos años en previsión de algún caso que acabe resolviéndose por vía judicial.
Desde 1997, el banco ha “triplicado” su actividad. En 2024, se procesaron 2.860 unidades de material biológico humano, un 10 % más que en el 2023, entre córneas, esclera, segmentos osteotendinosos, injertos vasculares, válvulas cardíacas y progenitores hematopoyéticos (células madre de la médula ósea o de la sangre periférica) o médula. Se preparan también membranas amnióticas procedentes de los partos por cesárea, un material con propiedades regenerativas que se usa, por ejemplo, para reparar daños oculares. Y se elabora una especie de cemento al que llaman “chip” o “crutón” con la parte esponjosa de los huesos triturada. Este preparado se congela igualmente hasta que llegan los candidatos ideales para recibirlo: pacientes con algún tipo de degeneración o desgaste óseo, por ejemplo la holgura propia de una vieja prótesis de cadera. El médico explica que se rellena con este cemento el espacio degradado y acaba produciéndose hueso propio.
El hecho de que los implantes funcionen “genera más demanda”, asegura el coordinador. “Por eso intentamos que haya cada vez más tejido disponible”, continúa, de tal manera que hoy ya se colocan anualmente en Galicia “unas 200 córneas”. En un año se produjo un aumento del 16,3% de trasplantes de tejidos solo en el área sanitaria. Se computaron 138 donantes, que propiciaron 513 donaciones en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña. “Las familias donan, y nosotros le devolvemos a la sociedad lo que nos da”, concluye Sánchez.
Además de los huesos donados, aquí se procesan y conservan también las llamadas “calotas”, las tapas del cráneo de pacientes vivos que han sufrido un traumatismo encefálico, un derrame o la operación de un tumor cerebral. Mientras están hospitalizados, se les corta esa parte, se limpia y se congela a -80 grados. No es algo nuevo, por mucho que siga sorprendiendo, ilustra el jefe de este santuario de los tejidos crionizados: “Lo de separar y conservar la calota” está documentado en periodos bélicos “como la guerra de Sarajevo”, apunta, “pero ya lo hacían los egipcios y los incas”.
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