Adiós a Carlos ‘Fouché’ Mazón: una suerte de ‘ayusismo’
El presidente en funciones se veía como el politico francés descrito por Stefan Zweig: capaz de cabalgar contradicciones, decirse y desdecirse con una naturalidad pasmosa
Corría el año 2023 cuando un todavía desconocido en Valencia Carlos Mazón ganaba las elecciones en la Comunitat Valenciana y corroboraba que los números le salían para conformar un gobierno junto a Vox. Después de años refugiados en la Cámara de Comercio de Alicante y, tras la injusta salida de una Isabel Bonig que se echó las lastradas siglas del PPCV a sus espaldas en los años más difíciles de oposición, el zaplanismo volvía al Palau de la Generalitat. Y, esta vez, además, lo hacía por la puerta grande, como los toreros que aparecen en esas corridas de toros que meses más tarde se apoderarían de la programación de la maltrecha radiotelevisión pública valenciana À Punt.
Si algo he aprendido desde que me dedico a asesorar a candidatos es que, en política, a veces estar en el momento y en el lugar adecuado y saber jugar tus cartas puede ser tu mayor aval. Pero la política es como un bumerán, y el mismo timing que posibilitó la llegada de Mazón al Palau de la calle Cavallers fue el que acabó con su carrera política apenas un año más tarde. Hasta aquel fatídico 29 de octubre del 2024, la estrategia de Mazón fue sencilla: una gran inversión en redes sociales para construirse, TikTok mediante, una imagen de político simpático y campechano; rebajas y deducciones fiscales por doquier y la construcción ideológica de una suerte de “ayusismo de Hacendado”, que no acababa de enamorar a su electorado, pero funcionaba ante la ausencia de alternativa. Entre conciertos de Eladio Carrión, bailecitos en pijama y vídeos recomendando la mejor horchata de València, discurría una legislatura cómoda para el alicantino.
Uno de los eventos en los que Mazón se dejaba ver y que siempre suscitaba una cierta conversación pública eran las Ferias del Libro. Allí, el ahora caído en desgracia president, siempre regalaba por doquier libros del novelista austríaco Stefan Zweig, de quien habla maravillas. Casualidades del destino, el amor por Zweig es una pasión que compartimos. Mi libro favorito del archiconocido escritor es el de Fouché: retrato de un hombre político, y lo descubrí por casualidad gracias a la recomendación de mi buen amigo vallecano Rubén.
En él, el escritor relata maravillosamente la vida de Joseph Fouché, el gran hombre político de la Francia del Siglo XVIII. Fouché es una figura política fascinante, que pasó por un seminario, fue diputado de la Asamblea Nacional de Francia por los girondinos, primero, y por los jacobinos, después. Fue archienemigo de Robespierre, a quien traicionó para salvarse, y ayudó a Napoleón a hacerse con el poder absoluto gracias a su minucioso control de los flujos de información en la Francia posrevolucionaria, lo que le valió el título de Ministro de la Policía. Y, para más inri, Fouché acabó traicionando a Napoleón nuevamente y contribuyó a restaurar la monarquía en Francia años más tarde.
Sea como fuere, Mazón se veía Fouché: un hombre político capaz de cabalgar contradicciones, decirse y desdecirse con una naturalidad tan pasmosa que pone de los nervios a cualquiera que esté observándolo. Un político camaleónico, sabedor de cuándo le tocaba aparecer y cuándo desaparecer, y capaz de defender con la vehemencia de uno de esos vendedores de pisos de Tik Tok cualquier posición o ideal que le tocara, por conveniencia, abrazar. Posiblemente, Mazón habría reinado durante años si no hubiera sido porque aquel maldito 29 de octubre, no estuvo donde tenía que estar. Pero eso jamás podremos saberlo. Los valencianos decimos adiós a un hombre político que tenía claro que, como reza una frase atribuida a Joseph Fouché, “el primer deber de un político es sobrevivir”. Aunque a veces llegue el agua y se lo lleve todo.
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