Los vecinos que sí ayudan a los desalojados del B9 de Badalona: “Hasta he olvidado que era Navidad”
Una decena de colectivos de Badalona se han organizado para cocinar, facilitar ropa de abrigo y atender a los migrantes durante 13 días de lluvia y frío

En medio del lío político, con frío y una lluvia desesperante, que no ha parado en casi dos semanas, tras el desalojo del antiguo instituto B9 de Badalona, la supervivencia de casi 200 migrantes ha dependido de una decena de colectivos y vecinos organizados para cocinar y facilitar desde mantas hasta cepillos de dientes. El desalojo del mayor asentamiento de personas migrantes de Cataluña dejó a dos centenares de personas sin alternativa habitacional, mientras el alcalde, Xavier García Albiol, presumía de no atenderles, les echaba de una plaza y acabaron bajo el puente de la autovía C-31. Entidades, voluntarios y particulares han sostenido la ayuda incluso durante las Fiestas. “Hasta he olvidado que era Navidad. No podemos mirar hacia otro lado”, resume Carles Sagués, de Badalona Acull, la plataforma de entidades que de forma espontánea ha asumido la coordinación.
Una orquesta que ha improvisado en la que CCOO ha prestado la sala de actos de su local como almacén donde guardar enseres, tiendas, lonas o ropa de los desalojados y material; el Casal Independentista Antoni Sala i Pont alojó a migrantes y durante unos días se convirtió en cocina... Y en la que han participado también el Ateneu Sant Roc, Càritas, las fundaciones Roca i Pi o La Salut, Cocineras por la Paz (a cargo de las comidas y cenas) y Unió Segona Oportunitat (desayunos calientes).
Badalona Acull surgió en 2017 durante la campaña para acoger refugiados y está en todas las crisis ciudadanas desde entonces. La plataforma llevaba dos años estableciendo contacto con los migrantes del B9, igual que hizo en otros asentamientos en naves abandonadas en los últimos años. Sagués (profesor jubilado, afiliado a CC OO y ex concejal por ICV) es el alma y la voz de la plataforma, mal que le pese. “He dado mucho la cara, pero hemos sido mucha gente, mucha”, recalca después de semanas acumulando cansancio, primero con la tensión del desalojo y luego en la calle y bajo el puente. “Hasta he olvidado que era Navidad”, dice que ha pensado algún día señalado al llegar a casa, donde tenía invitados. “Soy de una generación de finales del Franquismo y que siempre hemos sentido que había que estar: venimos de ideales de justicia social, de defender al vulnerable… no puedes mirar a otro lado”.
El “hemos sido mucha gente” de Sagués se traduce en ejemplos. El compañero que ha trasladado en su furgoneta las ollas de comida caliente desde las cocinas hasta el campamento. Las familias que por unos días han cocinado en casa. Personas que han acompañado en sus coches a desalojados hasta equipamientos de Girona o Lleida, los días de Navidad o Sant Esteve. O chavalas muy jóvenes que han organizado turnos en la carpa de coordinación bajo el puente: repartiendo ropa de abrigo, organizando la ayuda que llegaba.
En el centro del campamento, la carpa blanca funciona como punto de reparto de la comida que llega a través de donaciones y siempre hay algo de fruta, galletas y café. También es un espacio de encuentro, aunque algunos prefieren quedarse en sus tiendas por miedo a robos. “La gente trae comida y ropa. Todos los días hay donaciones, pero con el paso del tiempo van disminuyendo”, explica Victoria Canalla. El día a día bajo el puente poco ha cambiado. “Si no fuera por los voluntarios, estaríamos muriéndonos de hambre y frío”, comenta uno de los migrantes.
De entrada, Cocineras por la Paz, una entidad nacida hace menos de seis meses, asumió la logística y la preparación de alimentos. El colectivo había comenzado a cocinar para la tripulación de la Flotilla por Gaza y la “crisis del B9″ ha sido su cuarta acción. Durante la primera semana, cocinaron desde la casa de una pareja de voluntarios y siguen organizándose por turnos en domicilios.
Nosotros nacimos en España, pero es pura lotería. Podíamos ser cualquiera de ellos”, dice una voluntaria
Itzi Aldecoa Tamayo, explica que el grupo reúne a más de 90 personas voluntarias y que durante todo el periodo navideño se coordinaron para garantizar una atención constante. “Me apunté para estar el día 25, en Navidad, porque pensaba que no habría nadie, y al final fue cuando tuvimos más voluntariado”, cuenta. Ahora, añade pasarán de cocinar en domicilios a la cocina a la Asociación de Mujeres Senegalesas del Besòs. “En un momento de tanta vulnerabilidad no hay nada mejor que una comida que te haga sentir en casa”, comenta la cocinera. Su compañera Fatou cocinó en Navidad. “A veces cocinamos en Badalona, otras en mi casa. Soy cocinera y no podía mirar hacia otro lado”, explica. Al campamento llevaron platos típicos de Senegal como yassa, tufé y thieboudienne, arroz con pescado y verduras. Desde este lunes, el grupo se ha podido trasladar al centro Sant Jaume, de los Jesuitas.
En Càritas, Mercè Darnell, explica que el engranaje de la organización en Badalona ya estaba engrasado, pero no tanto como para afrontar una emergencia como la del B9. Celebra “la colaboración que ha habido entre la solidaridad ciudadana y la sociedad civil”. A los voluntarios de Càritas, explica, les ha sorprendido saber que entre los desalojados del B9 había personas con empleo, contrato y en situación legal: “Que en Badalona se puede tener trabajo pero que nadie te alquile una habitación”.

El apoyo no llega solo desde entidades organizadas. Fernando Hernández y Blanca Villalonga reparten comida desde el día 25. Este lunes por la mañana llegaron con 10 cajas de pizza. “Nosotros nacimos en España, pero es pura lotería. Podíamos ser cualquiera de ellos”, señala Villalonga. Son una familia de acogida y todos los veranos reciben a niños africanos. “Ayudar es adictivo. Llegué por la mañana y he pasado todo el día sin pensar en otra cosa”, añade Villalonga. Los grupos de whatsapp y telegram siguen echando humo entre decenas de voluntarios y entidades que han aportado algo de humanidad en esta crisis.
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