Orriols, Ayuso y la batalla de las palabras
La construcción de marcos mentales es más fácil en jóvenes, por eso la ultraderecha se dirige a ellos


Primero cambiamos la conversación, después cambiaremos la política. Es lo que está intentando la extrema derecha, y con notable éxito, pues ya está logrando arrastrar a la derecha tradicional a su conversación. La primera batalla siempre es por los famosos marcos mentales. ¿A qué viene que a estas alturas estemos hablando otra vez del aborto en España? ¿Por qué Isabel Díaz Ayuso ha tomado esta bandera en contra de todos los consensos, incluido el de su propio partido? Sus palabras son muy reveladoras: esta semana la hemos escuchado decir, de forma enfática: “En España se abortan cada año 106.000 personas”. El uso de ese ‘personas’ altera por completo la semántica de la palabra aborto. Con ese mero cambio, lo convierte en un asesinato. Un infanticidio. Cuando a continuación le dice a la izquierda y a las feministas que “vayan a abortar a otro lado”, está diciendo “no queremos asesinos entre nosotros”. Y ese nosotros no es el PP o Vox. Es Madrid.
En su libro Pensar rápido, pensar despacio, el premio Nobel Daniel Kahneman concluye, a partir de un estudio propio, que “una manera segura de hacer que la gente se crea falsedades es la repetición frecuente de afirmaciones, porque la familiaridad no es fácilmente distinguible de la verdad cuando el origen de la fuente no se recuerda”. Aquí tenemos dos de los ingredientes del éxito del discurso de la extrema derecha entre los jóvenes. La repetición y el origen difuso de las fuentes en un ecosistema mediático en el que cada vez resulta más difícil distinguir entre la verdad y la mentira.
Hemos podido observar cómo Vox y sus influencers inventan o deforman sucesos siempre con la misma orientación: vincular a un extranjero con un delito, y si es de carácter sexual, mejor. Ese marco es el marco en el que se situó Sílvia Orriols, de Aliança Catalana, en el debate de política general del Parlament. Tras culpar a los inmigrantes de “chupar los recursos públicos como langostas”, vinculó el aumento de los delitos de agresión sexual con la inmigración, y más concretamente la musulmana. A base de repetición, se acaba construyendo el marco mental de ‘inmigración=inseguridad’.
Cuando los altavoces de la ultraderecha niegan la violencia machista y mienten sobre las denuncias falsas, están intentando romper la idea de que el machismo es algo estructural. La estrategia es caracterizar al feminismo como un enemigo de la libertad, lo contrario de lo que es. Y lo hacen introduciendo en la conversación pública una palabra que intenta resignificar todo el movimiento: ‘feminazis’. Con este término sitúan al feminismo en el rango de los totalitarismos y tratan de romper la idea de que es un movimiento que lucha por la igualdad, para caracterizarlo como un movimiento opresor. De los hombres. Así es como transforman el debate ideológico sobre el machismo en una guerra de sexos.
Un marco mental es una cosmovisión, y las bases de esa cosmovisión suelen asentarse en los años de formación de la personalidad, en el proceso de socialización primaria. Romper un marco mental consolidado no es tan fácil, pero sí lo es construirlo en una mente virgen. Por eso la ultraderecha se dirige especialmente a los jóvenes y adolescentes. En esa edad los cerebros son más permeables. Después, la forma de romperlos es apelar a las emociones.
La elección de las palabras no es inocente. Y tanto Sílvia Orriols como Isabel Díaz Ayuso lo saben muy bien.
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