Rocío Márquez y Mazoni encienden la mecha del Mercat de Música Viva de Vic, con nueva dirección
La onubense desplegó un precioso y hondo espectáculo, mientras el segundo apeló al pop presentando su nuevo disco

Los mercados de verdad tienen variedad, de esa de antes, la que ofrecía diferentes productos y no los mismos envueltos de distintas maneras. Vic tiene tradición de mercados, y la nueva dirección del Mercat de Música de Vic, una tripleta de gestores que son los primeros naturales de la localidad en hacerse cargo del mismo en los 37 años del certamen como recordaron con natural orgullo en su discurso de apertura, están dispuestos a que Vic tenga mucho de muchas cosas. La jornada inaugural fue una muestra palpable de ello, destacando dos ofertas, la de Rocío Márquez con su nuevo espectáculo, sobrio, emocional y emocionante, sobre cómo desdoblar el flamenco en nuestros días y la “vuelta” de Mazoni, que con su nuevo disco reemprende la marcha en un lugar en el que recordó “toqué presentando mi primer disco hace veinte años ante cuatro personas con paraguas en un día de lluvia”. Vic ya camina, lo hará hasta el domingo. El miércoles arrancó bajo un calor insólito en la Plana para estas fechas.
En las jornadas inaugurales del Mercat no hay la algarabía de la compra venta, el griterío del público ante los escenarios y el desparrame de música por los rincones de la ciudad. Todo es más educado, como de comercio burgués sometido a los rigores de los discursos de inauguración en la contención de las butacas de los espléndidos auditorios del complejo de la Atlàntida. Allí el trío director, Joan Rial, Jordi Casadesús y Rubèn Pujol, evocó la memoria del que fuera su director hasta el año pasado, el añorado Marc Lloret. Pero luego de lo consabido, los parabienes y la reiteración del concepto “acontecimiento consolidado”, la música sonó excelsa y poderosa con Rocío Márquez en la presentación de Himno Vertical en un contexto escenográfico sobrio, tanto como la música a base de guitarra, la de Pedro Rojas, y la voz, pura expresión libre, de la cantaora de Huelva.
Lo de Rocío fue espléndido, una mujer que hace flamenco de manera poco ortodoxa pero que no pierde el tiempo sólo en envoltorios, sino que macera el producto en su esencia, dándole nuevos enfoques y sonidos. Combinando la guitarra flamenca y la eléctrica, voz filtrada y con ecos, loops detallistas y un ramillete de palos en su esencia esquelética (seguiriya, malagueña, tangos, bulerías, fandangos etc), el meollo fue su voz, poderosa, en ocasiones gritada, en ocasiones bisbiseada casi como una reflexión hecha para sí misma. Y siempre sobrevolando el concepto de pérdida que alumbra el disco. Y en la línea tal de artistas como Yerai Cortés, la escenografía de Rocío fue espléndida, deslumbrante en su oscuridad, rota con alfileres de luz, sumas pausadas de colorismo, focos bajos a la vista y un deambular calmo de punta a cabo del escenario en compañía de Pedro Rojas. Era como si en un escenario la luz fuese una suma de cerillas individuales, con la música de Rocío evocando aquellos fósforos en envase de aleta que para prenderse se tenían que separar de la base que a todos unía. Eso es Rocío Márquez, una tradición de fuego que continúa desgajada sólo aparentemente del tronco. Y brilla mucho. “No importa que ni siquiera la comprenda yo”, cantó al final Rocío. Todo dicho. Por cierto, actuará de nuevo en la Mercè.

Pero como no todo tiene que ser tienda al uso, en el exterior del complejo se montó una carpa, evocación de mercado al aire libre, por la que pasó la puertorriqueña Marina con su Melao y su poderoso ritmo de bomba, música nacida entre esclavos, para evocar la fuerza de la familia, el poder de la mujer, todo vigor y determinación de Marina en su voz y desparpajo bailable al dejar la percusión, y la celebración de la vida. En esa misma sintonía y también allí, al oreo de la noche, aunque en clave de pop con resabios de Beatles y caligrafía de proximidad no sólo por la lengua sino también por su narrativa y presencia, Mazoni desplegó su euforia y algunas canciones de su nuevo disco, el recientísimo y muy pop Banderes per daltònics. Y dos evocaciones al odio teñido de humor en el fondo reflexivo, la de Putes xarxes socials, donde canta “Putes xarxes socials, sí, també les faig servir… com si no podria comunicar-me?” y la de su éxito A.I.L.O.D.I.U., donde eufóricamente toda la carpa cantó con él, ya cerveza en ristre, desgañitado el personal “I t’odio amb tot el meu cor” de forma reiterada, alegre y eufórica. Amor y odio, aceras de la misma calle con el humor como paso cebra.
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