Los monstruos Labubu se adueñan del centro de Barcelona: “Hemos gastado 700 euros, pero creo que es una inversión”
Colas de hasta cuatro horas en la calle Portal de l’Àngel para comprar unos peluches que pueden llegar a costar 240 euros


“Hemos subido a un ave Madrid-Barcelona esta mañana para comprar Labubus. Volvemos esta tarde”, así de sincera se muestra Jia Jie Chan. Esta joven ha recorrido más de 500 kilómetros para entrar en la tienda que ha abierto Pop Mart en el Portal de l’Àngel de la capital catalana. La bulliciosa calle -repleta de franquicias de ropa- muestra, desde el sábado, una imagen inusual. Colas kilométricas de fans dispuestos a sacarle provecho a sus tarjetas de crédito comprando Labubus: un monstruo de peluche que es feo y aterrador a la par que entrañable y adorable. El muñeco se ha hecho mundialmente conocido -y deseado- y se vende en cajas sorpresa (nadie sabe qué está comprando realmente) por valores que oscilan entre los 12 y los 240 euros. “Hemos gastado 700 euros pero creo que es una inversión. Según qué Labubu me salga podré revenderlo”, advierte Chan al salir por la puerta del comercio en dirección a la estación de Sants.
Con los Labubu, el fenómeno friki se ha adueñado del centro de la capital catalana. Si hasta ahora el monopolio del anime, el manga y la unión de culturas geek se ubicaban en las malogradas Galerias Maldà o en los negocios cercanos a Arc del Triomf; la apertura de Pop Mart en el portal del Àngel ha cambiado la estética de la milla de oro comercial de Barcelona. El sábado hubo clientes que hicieron cuatro horas de cola para entrar en una tienda austera y comprar cajas sorpresa con Labubus que, por pura estadística, podrían ser repetidos a los que ya tenían. Este martes, la cola era menor. Los vigilantes de seguridad debían controlar la entrada ordenada al establecimiento. En esa cola, los ojos de envidia eran evidentes cuando localizaban a alguien con algún monstruo sonriente exótico, raro o, directamente, caro colgado en su bolso.

“Nosotros venimos desde Logroño para hacer un tatuaje a mi marido y para comprar un Labubu grande al dueño de un restaurante chino de mi ciudad”, Así de contundente se muestra Bunny Pinku (muchas de las clientas de este tipo de objetos de deseo gastan un nombre diferente al de nacimiento). Pinku viste con una falda barroca y recargada, luce tinte de pelo rosa y en sus brazos no cabe ni un tatuaje (todos del mundo anime). “El primer Labubu que tengo me lo regalaron en París hace tres años. Toda esta gente llega tarde”, advierte con la superioridad de quien ya hace tiempo que se pasó gran parte de las pantallas de esta moda de monstruos feos. Su marido, Juanito Dusko (también rebautizado) muestra orgulloso una caja de cartón grande y sin dibujos. Dentro se encuentra un gran labubu de 240 euros.

“Vengo desde Estados Unidos. Hoy estamos viendo Barcelona y viajaremos por toda Europa. Mis hijas nos han llamado para que no volvamos a casa sin estos muñecos feos”, asegura Sandra incapaz de saber qué está comprando mientras revisa los dibujos de las cajas de Labubus.
Neus Aragall acaba de terminar los estudios de periodismo en la Universitat Autónoma de Barcelona. Está orgullosa de que se haya abierto en la capital catalana la primera tienda de Labubus de toda España. “Hubo otra tienda en el Triangle pero solo duró unos días”, advierte, feliz de comprar un nuevo monstruo para su colección. Aragall revela que la fiebre por estos personajes se desbordó cuando la cantante Lisa (Lalisa Manobal) del grupo surcoreano de k-pop Blackpink mostró uno de estos monstruos. El fenómeno fan y la copia por llevar todo aquello que porte el ídolo en cuestión hizo el resto. No es casualidad que Pop Mart se haya instalado, precisamente, en el Portal de l’Àngel donde los fanáticos del k-pop ensayan y graban en vídeo sus coreografías en mitad de la calle.

Maratilla Draws (también se ha elegido un nombre en el universo anime) está ilusionada y grita al ver los Labubus. Admite que gastará “lo que pueda” en ampliar una colección que comenzó comprando por internet. “Hay mucha gente que viene a comprar para luego revender”, denuncia Draws. Hace poco más de un mes, una casa de subastas de Pekín vendió en julio una figura de un Labubu de tamaño humano por 130.000 euros, estableciendo un nuevo récord para el juguete.
La empresa Pop Mart es china y ya ha abierto otras tiendas en Europa. En las cajas del comercio de Portal de l’Àngel no dan abasto. La cola del exterior se repite en el interior y eso que los clientes saben perfectamente lo que quieren y no están demasiado tiempo dentro de una tienda que es, objetivamente, austera. “Ha venido gente de Girona, Valencia, Madrid… Ucrania a comprar Labubus”, asegura una dependienta. La fiebre por los muñecos monstruosos de sonrisa inquietante se ha adueñado del centro de la capital catalana en una calle repleta de franquicias de moda.
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