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GENERALITAT
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ruido de fondo

No deberíamos relajarnos ante este clima de tranquilidad de la política catalana porque existe un rumor sordo en las profundidades del cuerpo social

Manifestación en protesta por la sentencia del Tribunal Supremo sobre los políticos independentistas presos
Oriol Bartomeus

Cataluña vive en un clima de calma política que contrasta con el ánimo permanentemente exaltado con el que se vive la política en Madrid, sacudida por diversos frentes y a caballo de escándalos más o menos reales y más o menos inventados, o interesados. Cualquiera diría que la dinámica del procés se haya trasladado a Madrid, a la vista de las reacciones a la decisión del Tribunal Constitucional de declarar que la ley de amnistía cabe dentro del marco de la Constitución.

La decisión del alto tribunal ha encendido el debate madrileño, mientras que aquí se ha asumido con total normalidad, como algo lógico y esperable, incluso descartado desde hace tiempo. En Cataluña la tensión de los años del procés ha desaparecido milagrosamente, no se sabe muy bien si a causa de los nuevos aires que salen del Palau de la Generalitat o por la resaca del procés, que ha llevado a la mayoría social a abrazar la normalidad que propaga el president Illa.

Sin embargo, no deberíamos relajarnos ante este clima de tranquilidad que vive la política catalana porque, más allá de la normalidad recobrada en las formas de la política institucional, existe un rumor sordo en las profundidades del cuerpo social, un desasosiego que se filtra en los datos de las encuestas y que deberíamos atender antes de que nos estalle en la cara.

En los últimos años se observa una creciente insatisfacción con la política, que se plasma en los sentimientos que ésta despierta en el conjunto de la ciudadanía. Cada vez más personas sienten desconfianza, irritación o frustración cuando se les pregunta por el tipo de sentimiento que les produce la política. Esto se relaciona con la eclosión de la política como problema, como apuntan los datos del CIS, en paralelo con el descenso de problemas como el paro o la economía. La política es un problema en si para una buena parte de la población.

Lo más preocupante que apuntan las encuestas es que este rechazo hacia la política viene de personas que no tienen una posición política definida. Es un efecto no previsto de la polarización. Más allá de la radicalización de los partidarios de una u otra fuerza política, que es consubstancial a la fase de polarización en la que hemos vivido en la última década, se ha ido produciendo una transformación entre ese segmento de la población que no muestra una adscripción política definida.

Los otrora neutros, ese centro desapasionado y hasta cierto punto desenganchado de la pugna política sobre el que basculaba el sistema en los años previos al procés, se ha transformado en un segmento que se define por un cabreo hondo con la política y los políticos, una irritación creciente que no se ve pero que se nota, que se siente como un rumor por debajo de la agenda política, un malestar que de momento no ha encontrado una vía para expresarse electoralmente, un ruido de fondo al que habría que prestar toda la atención.

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