Cataluña estudia reservar plazas para alumnos vulnerables, también en las universidades
La propuesta la tiene sobre la mesa hace un tiempo el Consejo Interuniversitario de Cataluña, pero el obstáculo principal es cómo acceder a la renta de los estudiantes


El conjunto de universidades catalanas y la Generalitat trabajan desde hace meses en buscar la forma para reservar plazas exclusivamente para alumnos vulnerables y que puedan acceder a la educación superior sin depender de la nota de corte, ya que entienden que durante su vida no han tenido las mismas oportunidades ni las mismas condiciones óptimas para el estudio que el resto de alumnos. La principal dificultad del plan es ver cómo identificar los estudiantes desfavorecidos, pero las fuentes consultadas se muestran optimistas en que finalmente se logrará una solución. “Se están haciendo avances en este ámbito y se están trabajando propuestas para mejorar la continuidad y el seguimiento de estos alumnos”, aseguran desde el Departamento de Universidades, que de momento no entra a entrar en detalles de las medidas ni del calendario de aplicación.
Que la universidad continúa suponiendo una quimera para la mayoría de alumnos de origen humilde lo han puesto en evidencia varios estudios recientes. El último, hace unos días, es el informe Via universitaria, elaborado por la Xarxa Vives, formada por 22 universidades públicas y privadas del ámbito de influencia de la lengua catalana (Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares, Andorra o sur de Francia), que revela que solo en 10% de alumnos es de clase baja, un porcentaje que se ha mantenido estable en los últimos años, mientras paralelamente sube los de clase alta y baja los de clase media.
Un mes antes, la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña (AQU, por sus siglas en catalán) publicó un informe que destacaba cómo el origen social del alumno influye en el acceso y los estudios elegidos. Así, los estudiantes con un entorno familiar con un nivel formativo bajo optan por carreras como las Ciencias Sociales y las Humanidades, que pueden finalizar más rápidamente para encontrar trabajo, pero a la vez, con salidas profesionales más precarizadas. En cambio, los de clase alta optan por Medicina o una ingeniería.
El tema de mejorar la equidad es un objetivo de las universidades, especialmente en un contexto no muy lejano de descenso de los alumnos por la baja natalidad, que empezará a notarse en los campus en unos años. Por ello, los rectores ya han asegurado que ponen el foco en aumentar el acceso de aquellos alumnos que actualmente no se plantean los estudios universitarios: los de entornos más desfavorecidos.
Pero para favorecer la llegada de este colectivo, las universidades son conscientes de que se necesitan medidas de discriminación positiva. Desde hace casi dos años, universidades y Generalitat trabajan en el seno de Consejo Interuniversitario de Cataluña en la forma de crear plazas reservadas para este tipo de alumnos, igual que ya existe para otros colectivos, como discapacitados, deportistas de élite, jóvenes tutelados o miembros del pueblo gitano. “En el acceso a la universidad deben prevalecer los principios de mérito e igualdad, pero también es evidente que los alumnos que provienen de entornos desfavorecidos tienen más dificultades para obtener notas altas en bachillerato o la Selectividad, de manera que la nota de acceso a la universidad se convierte en una barrera insalvable”, apunta Sergi Torner, vicerrector de Planificación Académica de la Universidad Pompeu Fabra.
“No podemos esperar que todo el mundo llegue a la universidad, pero el objetivo como sociedad sería que llegase el 17% [ahora lo hace el 10%]. Además, son los que más necesitan llegar. Yo salí de un agujero y para mí la universidad ha sido un ascensor social, y quiero que también lo sea para otros”, confiesa Anabel Galán, vicerrectora de Estudiantes de la UAB.
También los estudiantes defienden que la universidad no puede dejar nadie atrás. “El sistema de entrada ahora no es equitativo, se está dejando gente fuera porque tienen que pagar un precio”, asevera Pau Maza, coordinador del Consejo de Estudiantes de las Universidades Catalanas (Ceucat), quien también incide en que es necesario reforzar el seguimiento de estos alumnos en los años previos, para evitar que abandonen el camino, ya que muchos no llegan ni al bachillerato.
El principal escollo del plan es cómo certificar la vulnerabilidad de los alumnos. En la educación obligatoria, este colectivo ya está catalogado como alumnos con necesidades educativas especiales (NESE b) y gozan de ayudas como la beca comedor. “Pero la identificación se pierde en la postobligatoria. Lo fácil sería extenderlo a otras etapas educativas, pero hay problemas de comunicación entre los departamentos de Educación y el de Universidades, además de una cuestión de protección de datos”, admite Galán. También se está debatiendo si a estos alumnos les acompañará una beca o una especie de mochila económica, como pasa en la obligatoria, que les ayude a cubrir gastos.
Según las fuentes consultadas, la idea era poner en marcha la medida ya el próximo curso, pero los cambios en la Generalitat y, por ende, en el CIC, ha demorado su desarrollo. “La buena noticia es que se ha puesto sobre la mesa, puede tardar más o menos, pero no hay marcha atrás”, apuesta Galán. “Si no se logra hacer la reserva de plazas, es difícil que en el futuro tengamos médicos o matemáticos que vengan de contextos socioeconómicos desfavorecidos”, añade Torner.
“Ahora todo el mundo habla de talento, pero el talento no sale de un barrio concreto, sale de cualquier sitio. Puede ser que la persona que podría resolver grandes problemas de la Humanidad, como curar el cáncer, esté en un barrio pobre”, subraya Daniel Crespo, rector de la Politécnica de Cataluña. Por ello no es baladí que la UPC haya instalado su Campus Besòs a escasos metros del barrio de La Mina. De hecho, la Politécnica ha impulsado programas de colaboración con el barrio, en el que grupos de robótica van a los institutos de la zona a hacer talleres. “La universidad debe contribuir a la transformación social del lugar donde se ubica. Y aquí hemos logrado que los jóvenes entren en la universidad y vean qué estamos haciendo y que también puede ser un lugar para ellos. Es la mejor manera de romper barreras”.
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