Muchas novelas negras en una y con final en el Mobile
Raúl Montilla publica ‘El lamento del Urco’, donde la prensa es protagonista

Una casa rural en Galicia o Barcelona. Un modesto congreso de policías en Ribadeo o la madre de todos los congresos internacionales, un salón de tecnología en Barcelona que recuerda mucho al Mobile, aunque no se cita tal cual. Camellos de medio pelo, narcos locales u empresas de seguridad internacionales que dan mucho miedo. Espacios cerrados o la inmensidad del mar en tormenta. Un veterano comisario gallego de vuelta de todo, o la protagonista, una joven inspectora catalana de los Mossos d’Esquadra.
Son algunos de los escenarios y personajes antagónicos que aparecen en El lamento del Urco (Serial Ediciones), la última novela del periodista Raúl Montilla. El también escritor ha querido incluir, además, varios subgéneros de la novela negra en una misma historia. Porque muertos hay unos cuantos, y da para contarlos de varias maneras y en varios espacios.
Y un protagonista que no tiene personaje, pero sobrevuela la trama: el periodismo y lo que puede llegar a pesar que la prensa se entere de según qué. “Periodista ya soy yo. No hacía falta crear un personaje periodista”, presume el escritor. Aunque Montilla escribe para evadirse, “la prensa tenía que estar, por los ritmos que marca y por cómo lo condiciona todo”. También para los periodistas de Barcelona el congreso de móviles es uno de los acontecimientos del año: para la profesión la tensión es máxima, igual que para otros gremios, como los cuerpos de seguridad, hoteleros o taxistas. Lo sabe bien Montilla, que ha cubierto el Mobile muchas veces.
El autor explica el porqué de los escenarios (Galicia y Barcelona y L’Hospitalet, de donde es la inspectora catalana): “Juegas a lo que conoces”. La familia política de Montilla es de Galicia. “La casa rural existe”, asegura. Y le fascina “la idea de urco [el enorme animal que sale del mar arrastrando cadenas y no augura nada bueno], esa Galicia legendaria en contraste con la tecnología”. De nuevo, elementos antagónicos.
El autor no niega que en la novela hay pasajes que no ha podido contar en artículos de La Vanguardia, donde trabaja: “El oficio te permite llegar a sitios donde de otra forma no podrías acceder, o asistir a escenas que en la crónica del día no te entran”. Y lo que no conoce, lo contrasta. Montilla se compró la réplica de una pistola como la que lleva uno de los protagonistas, pesada, y confirmó lo incómodo que resulta llevarla si se camina aguantándola con la cintura de un pantalón de chándal.
No se enreda en grandes descripciones, pero hay definiciones de casas, mercados, cafeterías o subidas de la marea que en pocas palabras te colocan en la viñeta o el gesto que quiere contar. Tampoco se entretiene en las escenas de sexo, violencia o drogas. “En las novelas negras hay mucha sangre e hígado, pero me gustaba jugar más con el thriller policíaco y las historias de espías. Y que lo importante sea la trama, no los detalles”. Es una novela, pero el autor va a la idea, como en periodismo.
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