Ir al contenido
_
_
_
_

Las dificultades para encontrar trabajo con hiyab: “Tienes un buen currículum, pero no puedes llevar el velo”

La afgana Somayya Anwary denuncia el rechazo al que se enfrentan algunas mujeres musulmanas en España para poder acceder a un empleo

“Tienes un buen currículum, pero no puedes llevar el velo”; “no podemos contratarte”. Éstas son algunas de las respuestas que le han dado a la graduada en Ciencia de los Alimentos y Tecnología Agroalimentaria y Ambiental, Somayya Anwary. “En las fábricas, por motivos de higiene, el reglamento exige cubrir el pelo para evitar la contaminación de la comida. ¿No resulta contradictorio que para obtener el empleo me pidan acudir sin hiyab?”, se pregunta Anwary, afgana, de 28 años, que tuvo que huir de su país tras el regreso de los talibanes en 2021. “¿Migrar significa que debo cambiar de religión?“, se pregunta.

Cuando Anwary emigró a España, hace casi cuatro años, un traductor iraní le advirtió de que debía quitárse el hiyab —pañuelo que cubre el cabello y el cuello, pero deja el rostro visible—. “Nunca quise usar burka en Afganistán, pero tampoco quiero ser obligada a quitarme el hiyab en España. Ambas son imposiciones”, agrega. Obedecer, siempre obedecer. La musulmana hizo una prueba e incluyó dentro de su currículum una foto en la que no llevaba hiyab. Su teléfono suena y al otro lado de la línea una voz resalta su trayectoria profesional. Todo parece ser un sí, pero en la entrevista presencial el tono cambia. Ya no importa que haya creado un laboratorio para pruebas de calidad o que hable cinco idiomas. Tampoco su experiencia como docente. Todo se centra en el velo. La escena se repite una y otra vez. “Llegué a un país que se jacta de ser libre e igualitario. No lo es para las mujeres migrantes y refugiadas”, reclama.

En algunos colegios de diferentes comunidades autónomas ya se ha prohibido el uso del hiyab por la influencia de la ultraderecha en los gobiernos autonómicos. La iniciativa no es nueva en la Unión Europea. En Alemania y Bélgica se restringe su uso en escuelas y lugares específicos. Francia es el único que prohíbe el uso del hiyab en escuelas públicas desde 2004 y en 2025 se debatió aplicar la restricción en todas las competiciones deportivas, lo que Amnistía Internacional denunció como una forma de discriminación.

Estas restricciones solo producen exclusión, rechazo y discriminación, dice la licenciada en estudios árabes e islámicos Chaimma Boukharsa. “En España, la identidad nacional se destaca por un contexto colonial construido en oposición al musulmán, marcada por la morofobia —racismo específico hacia magrebíes— y la islamofobia —el rechazo hacia musulmanes—. Una mujer con hiyab desafía esa imagen homogénea”, sostiene. La cofundadora de la organización Afrocolectiva advierte que los ataques contra las mujeres son “islamofobia de género”. Cuestiona que, si existe una preocupación por la independencia y la emancipación de las mujeres musulmanas, es incoherente el bloqueo que impide su acceso a espacios laborales y académicos. “Se enfrentan a un racismo patriarcal”, denuncia.

Una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 2021 permite que una empresa pueda prohibir a sus trabajadores el uso de símbolos religiosos. “La ley sirve como un sistema de apartheid que es cómplice y retroalimenta nuestra exclusión. El racismo es institucional. En algunos puntos la derecha y la izquierda se dan la mano”, añade Boukharsa.

Najiah Mohammdi trabajaba en Afganistán como profesora de economía y empresas cuando llegaron los talibanes tras la retirada de las tropas de Estados Unidos. Entonces tuvo que huir de un matrimonio forzado. En 2022 llegó a España con ayuda de la organización Afghan Women on the Run, empezó a estudiar el idioma y a hacer un máster en Investigación Aplicada en Barcelona. Parecía ser el inicio de una nueva vida hasta que comenzó a buscar empleo. Pensó que debía bajar sus estándares, así que envió su currículum a restaurantes y supermercados en donde la respuesta siempre era la misma: “No podemos aceptar a quienes llevan hiyab”. Como si se tratara de un accesorio, le sugirieron quitárselo. “Me preguntan que si dejé mi país por qué llevo hiyab. Dejé Afganistán porque no tenía libertad ni derechos”, argumenta. La profesional de 29 años cuestiona la visión que se tiene en España del velo: “Es algo espiritual. No les pregunto por sus tatuajes o creencias”.

El filólogo y presidente de la Fundación Al Fanar, Pedro Rojo, afirma que el primer problema de España “es reconocer que existe la islamofobia” y que, en Europa, la imagen musulmana ha sido construida desde el “neocolonialismo” a través del cine y la televisión. El arabista se refiere a esto como la necesidad de ser un salvador. “Desde la superioridad occidental, me puedo otorgar el poder de decirte a ti, mujer, que te voy a salvar. ¿Salvarte de qué? Si no hay mal, lo invento”.

Una mujer llega a su trabajo y se pone su uniforme. En la taquilla deja el bolso y una parte de su identidad: el hiyab. Liza Anvary, reportera y licenciada en Derecho, necesitaba ayudar a la familia y no tuvo otra opción que renunciar a su pañuelo para ser contratada en un supermercado. “Pensaba que si no aceptaba no tendría otra oportunidad”, cuenta la afgana, de 26 años. Recuerda que algunas de sus compañeras llevaban una cruz o un rosario. Pasaron seis meses hasta que encontró otro comercio en el que su pañuelo sí fue aceptado. “Sé que tengo el derecho a decidir. Se supone que aquí hay libertad”, advierte la profesional que sueña con hacer un master en España.

Rosa Aparicio, investigadora del Instituto Universitario Ortega y Gasset, explica que lo primero es entender que muchas mujeres utilizan el hiyab por decisión propia como una forma de “abrazar su religión”, por tradición, o para “reafirmar su identidad”, incluso como migrantes. La tasa de desempleo, que afecta en mayor proporción a las mujeres, también se relaciona con los prejuicios de los empleadores y “el rechazo que hay en España contra los musulmanes, especialmente los que son de origen marroquí”, así lo expone la experta. Según el último estudio de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y el Observatorio Andalusí, la población musulmana superó los 2,5 millones en 2025.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Stephanny Pinzón Triana
Periodista colombiana. Inmigrante. Ha trabajado en la implementación del Acuerdo de Paz en Caquetá, en municipios afectados por el conflicto armado. Ha cubierto tecnología en Infobae y derechos humanos, paz y género en medios locales. Actualmente escribe en la sección España y cursa el Máster de Periodismo UAM–EL PAÍS. Sus apellidos son maternos.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_