Un pantano en el dique seco en Jaén: los agricultores no pueden regar y el agua se desperdicia desde hace una década
Los 30 hectómetros cúbicos de la presa de Siles se pierden cada año por la disputa entre Gobierno y Junta de Andalucía para financiar las canalizaciones


La presa de Siles (Jaén), que se inauguró en octubre de 2015, permanece sin tuberías ni canalizaciones una década después ante la indignación de los agricultores de la comarca de la Sierra de Segura, que contemplan impotentes cómo sus olivos se secan año tras año mientras los 30 hectómetros cúbicos de este embalse se pierden aguas abajo de dos ríos afluentes del Guadalquivir. Y en medio de esa insólita situación, provocada por la disputa política entre el Gobierno de la nación (que financió la construcción de la presa) y la Junta de Andalucía para ver quién paga las tuberías, la principal cuenca hidrográfica andaluza acumula un déficit hídrico de más de 1.100 hectómetros cúbicos.
“Diez años viendo pasar el agua sin poder aprovecharla para el riego. Ya está bien de la pasividad y la lentitud de las administraciones”, lamentó el pasado lunes el secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Andalucía, Jesús Cózar, en el transcurso de una concentración de agricultores de la Sierra de Segura para reclamar que se ponga en servicio este embalse. Se trata de una presa destinada al riego agrícola de más de 3.500 hectáreas (en junio de 2020 recibió la catalogación de zona regable por parte de la Junta de Andalucía) y donde el Gobierno de la nación invirtió en su día 57 millones de euros.
Entre los agricultores de la comarca se acrecienta el malestar al ver cómo el agua almacenada en esta presa se desembalsa de forma periódica con destino hacia otras zonas del bajo Guadalquivir andaluz. Una plataforma reivindicativa, de la que forman parte Asaja, COAG y Cooperativas Agro-alimentarias, llegó a denunciar los “desembalses masivos” hacia otros pantanos de regulación general del Guadalquivir, “cuando la virtualidad de esta presa es que el agua se quede en la comarca”.
A la hora de plantear soluciones ante este conflicto enquistado, se percibe una división entre las distintas organizaciones agrarias. “Las canalizaciones no son imprescindibles, se podría regar a través de un sistema de bombeo financiado por los propios agricultores transportando el agua a coste cero gracias a las placas fotovoltaicas, solo queda que la Confederación del Guadalquivir nos dé la autorización”, explica Jesús Cózar, de la UPA.
“Los costes de elevación y de bombeo no hay quien los soporte, el agua debe bajar con la gravedad suficiente, y para ello son necesarias las conducciones, no hay otro camino para hacerlo”, replica Luis Carlos Valero, gerente de Asaja en Jaén. Esta organización llevó el caso a los tribunales, aunque en 2002 la Fiscalía de la Audiencia Nacional desestimó el contencioso interpuesto y apoyado por una comunidad de regantes. Valero recuerda que el anterior Plan Hidrológico preveía una dotación de 25 millones de euros para hacer frente a las canalizaciones desde la presa de Siles hasta las tierras de cultivo de una docena de municipios de la comarca segureña.

Aunque fue en 2015 cuando la entonces ministra de Agricultura Isabel García Tejerina inauguró esta presa sin conducciones, el proyecto empezó a fraguarse en 1992 por la necesidad de atender el importante déficit hídrico de la parte alta de la cuenca del Guadalquivir, un agua vital para la supervivencia del olivar tradicional y de secano que predomina en esta zona. Para el responsable de COAG en Jaén, Francisco Elvira, la presa “se ha convertido en un conflicto político y no se tiene en cuenta que el agua es un recurso preciado y escaso, fundamental para el desarrollo de las zonas rurales y frenar la despoblación”.
El embalse se encuentra casi en su totalidad en el término municipal de Siles (Jaén), aunque entra una pequeña superficie en el de Villaverde de Guadalimar (Albacete). Tiene una extensión de 213.00 hectáreas con una capacidad para almacenar 30 hectómetros cúbicos de agua.
La presa de Siles no es la única infraestructura hidráulica que duerme el sueño de los justos. Ahora se cumplen 22 años desde que se terminó la construcción de la presa de Rules, en la zona baja de la Alpujarra granadina, a medio camino entre la capital y la costa tropical. Esa presa se construyó con la idea de llevar agua a 15 poblaciones y a 19.000 hectáreas de regadío de ese entorno, una zona muy demandante de agua por su especialización en cultivos subtropicales -aguacate, mango, chirimoyo y níspero principalmente- desde mitad del siglo pasado. El pantano, que costó 84 millones de euros, no comenzó a acumular agua hasta 2007, cuatro años después de terminado, pero llevar el agua a los pueblos costeros y a todas las comunidades de regantes requiere de alrededor de 190 kilómetros de conducciones, una tarea que sigue hoy pendiente.
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