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Retrato de un río a punto de convertirse en desierto

La sequía en la región del Amazonas, la peor jamás registrada en esa área brasileña, asfixia la vida de quienes viven en ella. En un trabajo galardonado con el World Press Photo, Musuk Nolte retrata cómo ha cambiado el mundo en unas márgenes cada día más secas

El manausense Cordeiro Freitas, cargado con comida, hace un alto en el camino de dos kilómetros que hay entre los barcos y la comunidad pesquera de Manacapuru.

Las grandes tragedias suelen entenderse mejor en los lugares pequeños. El fotógrafo peruano-mexicano Musuk Nolte visitó el pasado octubre Vila del Pesquero, un diminuto pueblo del municipio de Manacapuru (de 110.000 habitantes), en el brasileño Estado de Amazonas, porque en ese puñado de viviendas 100 kilómetros río arriba de Manaos, la capital, se nota a golpe de vista el daño causado por la sequía sin precedentes que asola la región. Nolte llegó buscando uno de sus ríos, el Solimões, cuyos niveles no han estado tan bajos en los 122 años en que hay registros. Tardó en encontrarlo, recuerda en una entrevista, al menos el tiempo que le llevó darse cuenta de que ese suelo arenoso por el que caminaba en busca del agua, eso era el río.

Nolte investigó este lugar, un mundo caluroso de charcos intermitentes en la arena, recuerdos fantasmagóricos del caudal que un día estuvo y ya no está; en él, los habitantes, principalmente pescadores, que durante siglos habían estructurado sus vidas alrededor de aquellas márgenes, contemplaban la nueva realidad, adaptándose como podían y pensando lo impensable: irse a otro lado (¿a cuál?). Raimundo da Silva, de 69 años, barquero desde niño, ya no sabe navegar las aguas del Solimões en su estado tan somero y, a su edad, duda si podrá aprender. Cristiane Carvalho, de 42, vive en una casucha prácticamente desvencijada con sus tres hijos. No tiene dinero para repararla porque trabajaba de camarera en las embarcaciones que ya no existen. En paro, contempla mudarse.

La misma sequía amenaza al río Negro y al Amazonas, al que ambos contribuyen. Como Raimundo y Cristiane, miles de personas —eso dejando de lado el cataclismo medioambiental—. Es una gran tragedia, en todos los sentidos. Nolte la retrató en ‘The River Runs Dry’, proyecto por el que ganó el pasado abril el Premio World Press Photo en la categoría Historias de la Región de Sudamérica.

Habitantes de Manacapuru, en Manaos (Amazonas brasileño), caminan sobre las diezmadas aguas del río Solimões.
La familia Silvia Martínez solía vivir en el pueblo y tener el barco a orillas del río: con la sequía, el barco ha quedado a 30 metros del agua. Ahora viven directamente en él.
Anderson necesita 6.000 reales (unos 1.000 euros) para reparar su barco: se dedica a vender plátanos, que ahora debe cargar a lo largo de kilómetro y medio antes de llegar al río.
Un miembro de la familia Silva Martínez, que ha dejado su casa en el pueblo Vila del Pesquero para instalarse en su barco, que con la sequía se encuentra a metros de la orilla más cercana.
El lecho del río Solimões, con los niveles de agua bajo mínimos históricos, demostración visual de un problema que asfixia a la biodiversidad y a la sociedad de la región.
Cristiane Carvalho era camarera en las embarcaciones de un río que ahora está desierto. Desempleada, vive con sus tres hijos en una casa cuyas reparaciones no puede pagar.
El pescador Juarez de Souza, de 43 años, en plena faena un día del pasado octubre: busca y captura de peces en su momento más débil desde que se toman mediciones.
Dos pescadores de Manacapuru empujan su embarcación a lo largo del barro en dirección a una zona del río Solimões que todavía tenga agua para navegar.

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