La chaqueta mágica que lleva 60 años resistiendo a la lluvia
K-Way cumple seis décadas sin perder la conexión con sus orígenes: una prenda de nailon contra el agua que no se distorsiona

Lo primero que uno encuentra al cruzar la puerta del cuartel general de BasicNet en Turín es la placa de la compañía que lo levantó —en los cincuenta fueron las oficinas de Calzificio Torinese, que arrancó en 1916 haciendo calcetines, surtió al ejército italiano en la Segunda Guerra Mundial y terminó vistiendo a la Juventus—; un mostrador con los paneles originales de madera que le haría los ojos chiribitas a Wes Anderson; y un Apple IIc: el primer intento de la tecnológica californiana de construir un dispositivo portátil. Marco Boglione lo compró por 1.250.000 liras y fue el detonante del negocio que arrancó en 1994 y hoy, con sus hijos Lorenzo y Alessandro al frente, compartiendo desde abril el título de CEO, se ha erigido en un imperio textil que recoge a K-Way, Superga, Kappa, Sebago, Jesus Jeans, Briko y Sabelt.

Con el Apple-1 que salió del garaje de Steve Jobs en los setenta, caja incluida, se hizo en una subasta de Christie’s en 2010 por 142.819,85 libras esterlinas. Hoy lo custodian en BasicGallery, el archivo y ocasional museo que atesora esta sede convertida en ciudad: 26.023 metros cuadrados en los que además de oficinas hay gimnasio, lavandería, restaurante y supermercado. Alessandro y Marco viven aquí. En la azotea tienen un corral con gallinas que, al parecer, dan unos huevos magníficos.
Ese santo grial informático que a priori nada tiene que ver con la moda es uno de los cenits de un archivo de 21.000 piezas donde el totenismo alcanza cotas museísticas. Está la zapatilla 2750 de Superga, con su suela de caucho vulcanizado y su siglo de récords superventas. El anuncio de Jesus Jeans con la foto de un trasero enfundado en unos vaqueros y la frase “Quien me ama me sigue” —obra de Oliviero Toscani— que hizo correr ríos de tinta. También la equipación de Kappa con la que Carl Lewis ganó cuatro oros en los Juegos Olímpicos de 1984. Para la Juventus, 25 años de uniformes. Y los hitos de ocho décadas de chaquetas K-Way: la del equipo de esquí francés en Albertville en 1992; la que lució Sophie Marceau en La Boum; las que subieron a la pasarela en su debut en Pitti en 2020; y todo un perchero de colaboraciones. De la primera con Castelbajac, en 1986, a las de Fendi, Marc Jacobs, Comme des Garçons… “La mayoría no las postulamos nosotros. Nos llaman ellos”, dice Lorenzo (Turín, 39 años). “Les gusta la chaqueta, y quieren interpretarla”. Tan icónica es que en 1979 Treccani le abrió las filas de su diccionario en uno de los ejemplos más fascinantes de trasnominación mercantil: “Cortavientos con capucha, ligero e impermeable, plegable y reducible a forma de bolso”, se lee en el tesauro italiano.

Con ella nació la enseña. Un golpe de ingenio que un día de lluvia de 1965 encontró a Léon-Claude Duhamel sentado en el Café de la Paix, viendo a los viandantes pelearse con sus paraguas, y le hizo imaginar una chaqueta de nailon que pudiese recogerse en su propio bolsillo. Quiso llamarlo “en cas de”, en francés. Un equipo de publicistas le aconsejó reducirlo a una fonética K y añadir Way porque sonaba muy americano. El primer año vendieron 250.000. Cuando, tras una montaña rusa comercial, varias adquisiciones y un escarceo con la bancarrota, BasicNet la compró por ocho millones de euros en 2004, K-Way era un paradigma de metonimia y un agujero negro empresarial. Estaba la imagen de aquel chubasquero clavado en el imaginario colectivo, “y nada más”, dice Lorenzo. Construyeron desde ahí y hoy han levantado una enseña con 109 tiendas en 27 países que va de ropa de esquí, gafas y maletas a una línea de altos vuelos que lanzaron en 2015 y de la que beben sus desfiles. “Pero el eje sobre el que gira todo es la chaqueta”.

Para su 60º aniversario han montado In Y/Our Life, una exposición itinerante —arrancó en Milán con la semana de la moda, siguió en Photo London y cerrará este octubre en Art Basel— que reúne productos tan totémicos que se han grabado en el acervo social hasta el punto de definir no solo categorías sino contextos colectivos. “Los aniversarios son complicados”. Descartada la idea de una fiesta de autobombo, decidieron contar la historia de objetos que comparten con su chaqueta esa genética icónica: Chupa Chups, Polaroid, Post-it…
De ese cortavientos, Le Vrai, hoy venden cerca de 900.000 al año. Acaban de lanzar la versión 4.0: el corte es el mismo, pero en un nailon 100% reciclado, tres veces más resistente y transpirable. “Es otra manera de innovar”, señala Alessandro (Turín, 37 años). No es que sean ajenos al imperativo de novedad. Pero en la encrucijada de tendencia y legado, priman el segundo. “Hay que actualizarse. Pero la línea que lo separa de convertirse en esclavo de la primicia es delgada. Preferimos perder oportunidades que sacrificar nuestra identidad”.

No son una marca de moda. “Y no queremos serlo”, apuntan al unísono. Para los Boglione la forma correcta de crecer es no romper su vínculo con el pasado. Que cuando su padre compró la enseña invitara a monsieur Duhamel a Turín dice mucho. También que se feliciten las Navidades cada año. “Esta industria rara vez va más allá del producto”, dice Lorenzo. Tal vez porque pocas firmas lo permiten. Las suyas están en ese selecto club. Antes que las cuentas, buscan esa “autenticidad” cuando contemplan sumar una enseña a su cartera. “Que hayamos comprado tres en 30 años da una idea de lo complicado que es”, se ríe Alessandro.
Los 409,2 millones de euros que BasicNet ingresó en 2024 dan fe de que la táctica funciona. También los 190 millones que Permira —el fondo de inversión detrás de Dr. Martens y Golden Goose— acaba de desembolsar para espolear un plan de expansión que quiere convertir a K-Way (y su chaqueta) en un icono global. “Pero sin traicionar lo que es y de donde viene”, espeta Alessandro. La convicción de que pasado, presente y futuro están indisolublemente ligados es algo que tienen tan embebido que en las escaleras de su sede hay una línea de tiempo que va llenando cada peldaño con una efeméride hasta el “continuará” del penúltimo piso. “El mejor activo de una marca es su archivo”. Y no habla necesariamente de un almacén que custodie prendas y bocetos. Sino de “una historia que continuar”.
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