La casa de Alexsinos, el hombre enmascarado a lo Daft Punk
El popular creador de contenido Alexsinos mantiene el anonimato sin que su éxito en redes interfiera en su día a día. Su apartamento en Madrid, recién renovado por Marta Miñarro, de Studio Lemon, es reflejo de la personalidad austera y estructurada de la persona que se esconde detrás del personaje


Alexsinos es divertido, ingenioso, analítico y fan de la cultura pop. Álex también, pero cuando no lleva la máscara es un tipo más bien tímido, que coge cada día el metro para ir a trabajar, entrena en el gimnasio municipal y viste tirando a básico. Álex podría ser su vecino. Ese que trabaja en una agencia de publicidad y que, aunque haya perdido su acento, de vez en cuando en el ascensor te cuenta que viene de pasar unos días en la tierriña. Si bien la disociación de llevar una doble vida no es lo más ideal, al menos la máscara le permite mantener el anonimato y vivir con tranquilidad.
Álex (Avilés, 42 años) multiplicó sus seguidores en redes durante la pandemia de un modo desorbitado. Ahora se alegra de haber utilizado desde el principio un emoji como imagen de perfil y, posteriormente, de haberse escondido tras una máscara. “Soy el típico colega al que siempre le ha gustado hacer fotos y compartir cosas en redes, como creador y como consumidor. Un día una amiga me dijo: ‘Esto que nos hace tanta gracia a tu entorno, igual le puede hacer reír a alguien más, ¿por qué no lo subes a redes en vez de que se quede solo en nuestro chat de amigos? Hazte un perfil con un enfoque de humor y a ver qué tal funciona’. Empecé con muy pocos seguidores, pero la pandemia me ayudó a crecer mucho y muy rápido. En una semana igual sumaba 10.000 seguidores, que es una bestialidad, porque todo el mundo estábamos en casa y había unos índices de uso de móvil altísimos. Y encima coincidió con que había muchos momentos muy memeables, como los partes de Fernando Simón o el furor por hacer pan”.


Cuando sus seguidores empezaron a subir más rápido de lo normal, se planteó la conveniencia de establecer una estrategia con respecto a su anonimato. Esto da cuenta de lo analítico que es, un rasgo que le viene muy bien tanto en su trabajo en una agencia de publicidad como en su faceta paralela de comentador de la actualidad. “Soy la persona más aburrida dentro de una agencia”, se ríe. “El que se dedica a gestionar clientes, a hacer facturas y a pelearse con los creativos para que entreguen las cosas a tiempo. Y esto tiene mucho que ver con mi personalidad, porque soy superorganizado: estructuro todo lo que tengo que hacer en mi día a día, por supuesto también mis contenidos. No obstante, siempre he pensado que soy un copy frustrado. De hecho, yo creo que el valor de Alexsinos está en el copy, dado que nunca se me ve”. En la jerga de su trabajo, copy se usa tanto para referirse al puesto de redactor publicitario como para los propios textos creativos.
Lo de ocultarse tras una máscara no fue una estrategia comercial, sino una decisión que tomó para protegerse, al estilo de La Vecina Rubia. Las máscaras, en plural, para diferentes situaciones y momentos del año, se las hace Álvaro Caraballo (@alvaro3dmaker) con impresión 3D, un artista especializado en caracterización de superhéroes para el cine. Son como una mezcla de las máscaras que utilizaban el dúo de música electrónica Daft Punk y un memoji. De hecho, son su cara geometrizada.


“Ser anónimo te protege mucho en redes sociales: del hater, de la invasión de tu intimidad o del histórico, cuando de repente aparece una persona que conociste hace mil años y cuenta que tuvo una mala experiencia contigo. Por eso, cuando me preguntan qué haría si una marca me ofreciera dinero por enseñar la cara, yo pienso que no hay cifra que pague mi tranquilidad. Al ser anónimo, estás superprotegido y yo ahí me siento muy cómodo”.
Con 16 años, Álex dejó los estudios y se puso a trabajar en un taller de aluminio, cargando escombros, subiendo ventanas por las fachadas… “Mis padres se divorciaron e hice un poco un drama, porque yo siempre había sido un buen estudiante. Pero estaba feliz, ganando mi dinero”, recuerda. Cinco años después, no se veía pasando así el resto de su vida, así que volvió a estudiar. Terminó el bachillerato, trabajando al mismo tiempo en una cadena de comida rápida para poder costearse después estudiar Publicidad en Madrid. Compaginó la carrera con varios trabajos en grandes almacenes.
Es muy consciente de los privilegios que ha adquirido como influencer, término que ahora le supone un conflicto. “En mi imagen de perfil pone influencer en gigante como una crítica. Fue algo que hice como una especie de sarcasmo. Particularmente, me considero más un creador de contenido, ya que me dedico a comentar la actualidad. Pero empieza a haber gente que me dice que me he pasado al lado oscuro o que mi tono sarcástico ha bajado porque ya tengo marcas por detrás… y, pues sí, se lo compro. A veces coqueteo con el mundo influencer y negarlo sería de tontos porque está ahí”. Como ejemplo de estos privilegios, Planeta le propuso publicar un libro: Recordar el ayer (2024), donde repasa algunos de los grandes momentos de la cultura pop del siglo XXI.


A Marta Miñarro (Lorca, 37 años), la arquitecta que le ha ayudado con la reforma de su apartamento, la conoció cuando ambos trabajaban en una empresa de franquicias de restauración, él en el departamento de publicidad y ella en el de proyectos. La vivienda, aunque pequeña, tenía una buena base, pero necesitaba una actualización. La principal intervención fue reorganizar su estructura para conseguir una zona social en la que Álex pudiera hacer cualquier tarea y, al mismo tiempo, estar pendiente de la televisión. Así, el baño y la cocina se cambiaron de orientación 90 grados para que esta mirara hacia la zona de día. Antes de la reforma estaba en el acceso, a modo de pasillo. Por otro lado, se optó por una paleta de color greige (mezcla de gris y beige) aplicada de manera homogénea hasta el extremo, ya que está presente en toda la vivienda, desde el tono de las paredes hasta los frentes de la cocina o los textiles. Pura austeridad visual y material.
Uno de los grandes desafíos llegó cuando ya tenían decidido todo el proyecto. “La parte que ahora es el salón-comedor tenía una doble altura, estaba elevada tres escalones por encima del resto del piso. Cuando empezamos con la demolición, resultó que debajo había una viga que, en lugar de en el techo, estaba en el suelo. Parte en dos el salón del comedor porque, al parecer, en esa zona antiguamente había habido dos terrazas, a pesar de lo pequeño que es el piso. Como debía coincidir con los cerramientos, no molestaba. Queríamos un espacio diáfano, así que probamos con un montón de soluciones. Al final, tomamos la decisión de hacer un sofá a medida que la ocultara. Si lo levantas, por debajo va la viga”, cuenta Miñarro sobre cómo consiguieron enmascararla. Al ser una vivienda pequeña, no deja mucha opción a la rotación de muebles. Así que en este apartamento conviven más de una máscara. Una de esas necesidades hechas virtud.
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