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Planes para un fin de semana en Madrid: coctelerías clásicas, nuevos restaurantes y barrios llenos de vida

Madrid rebosa de vida y opciones, tanto que es fácil perderse. Todo cabe en Madrid, menos el mar.

Viernes

Aterrizar, nada más llegar a la capital un viernes por la tarde, en el Wellington Hotel & Spa (Velázquez, 8; 915 75 44 00) es adentrarse de lleno en la historia de Madrid. Durante la Guerra Civil fue cuartel del general Miaja y hoy es un hotel de cinco estrellas con tres restaurantes y spa. Otra opción de alojamiento, también con pasado noble, es el hotel Santo Mauro (Zurbano, 36; 913 19 69 00), que ocupa lo que fue el palacio del duque del mismo nombre. Su enorme jardín y una decoración clásica con esencia francesa le confieren un aire teatral. Para presupuestos menos opulentos, el gran valor del hotel de tres estrellas Gran Vía 25 Affiliated by Meliá (Gran Vía, 25; 915 22 11 21) es su ubicación imbatible. Otra opción céntrica a buen precio es Room Mate Mario Hotel (Campomanes, 4; 915 48 85 48), de dos estrellas.

Con las maletas en su sitio, ya sabe lo que toca. Dígale a un madrileño “vamos a la calle de la Reina” y entenderá que quiere ir de copas. En el 16 de esta calle está el clásico Bar Cock, con aires a pub inglés, famoso por sus gin-tonics que han probado desde Hemingway hasta los hermanos Coen o Susan Sarandon. A dos pasos, en el 12, se encuentra Del Diego Cocktail Bar, una coctelería de los noventa, galardonada con varios premios por su diseño interior. Deguste, en su ambiente sofisticado old school clásicos de la coctelería a precios razonables. Más abajo, en el 4, Angelita destaca por sus brebajes de vanguardia, que se nutren de la huerta familiar en Zamora de los hermanos Villalón. Top 500 Bars lo incluyó en 2024 en los mejores 100 bares del mundo. Pero ¿hay vida más allá de la calle de la Reina? ChinChín (Andrés Borrego, 8), de los creadores de Club Malasaña, es un punto de encuentro que marida el estilo grandma y el lujo en clave retro al son de la electrónica, la cumbia o los boleros.

El Bar Cock.

Si en su primera noche busca un bistró moderno y con encanto, reserve en Vinoteca Moratín (Moratín, 36; 911 27 60 85), pero hágalo ya: su lista de espera es larga. Y eso que su carta es escueta: destacan sus guisos y los puerros. El precio medio ronda los 50 euros. Otra opción es Treze (General Pardiñas, 34; 915 41 07 17), incluido en la lista Bib Gourmand de la Guía Michelin. Una barra informal con tapas o comedor con menú degustación por 55 euros. Si queda el hambre suficiente, Rambal (Lavapiés, 6; 917 82 32 71) es la opción ideal para los amantes del puchero, con guisos y platos tradicionales que son un pedacito de la historia culinaria de esta ciudad. Más castizo es Salino (Menorca, 4; 912 14 16 82). Con el producto como protagonista, reinterpreta en sus platos la cocina mediterránea. El tique medio ronda los 50 euros por comensal. Si, de lo contrario, se le antoja algo exótico, acuda a Saku Izakaya (Olid, 15; 917 50 64 12), una taberna nipona tradicional y de ambiente minimalista, en cuya carta convergen distintas ramas de la cocina japonesa con una estupenda relación calidad-precio.

La ensalada de la casa del restaurante Rambal.

Salir por la ciudad que nunca duerme sin pasar por la Sala Sol (Jardines, 3) es como ir a una verbena y no tomar churros. Fue cuna de la Movida madrileña y es la única sala con una Placa de Memoria. Hoy continúa vibrando con lo mejor del pop-rock y la electrónica. Otro templo del directo es Café La Palma (Palma, 62), una sala pequeña donde escuchar a artistas consagrados y a futuras promesas. Por su escenario ha desfilado hasta Mala Rodríguez. Para una noche más íntima un buen lugar es Recoletos Jazz Madrid (Recoletos, 18), que ofrece conciertos y jam sessions maridados con cócteles de autor. Otra alternativa puede ser Sala Villanos (Bernardino Obregón, 18) —la antigua y mítica Sala Caracol—, que huye de lo común y explora lo emergente en el jazz, el flamenco, la electrónica, el soul o cualquier otro eco musical del momento.

Sábado

Amanece, y antes de echar a andar, varias opciones de desayuno: un clásico americano en la Cafetería HD (Guzmán el Bueno, 67); un brunch veggie en Pum Pum Café (Tribulete, 6) o un café con lectura en Espacio Late, (San Hermenegildo, 5), mitad bar, mitad librería. Y ahora, a caminar. Porque sí, en el ajetreo madrileño, hay remansos de paz más allá del parque del Retiro. Por ejemplo, los Jardines del Campo del Moro, junto al Palacio Real, son de acceso gratuito, y albergan rincones históricos como el Chalet del Corcho o el Chalecito de la Reina. O el Jardín Botánico, en el paseo del Prado, un museo floral con más de 5.000 especies diferentes de plantas y árboles, cuyo acceso cuesta cuatro euros. En el distrito de Moncloa, el parque del Oeste engloba unas 70 hectáreas, y un camino peatonal enlaza con el Templo de Debod, la plaza de España, los jardines de Sabatini y el Palacio Real, cimentando un recorrido que atraviesa varios barrios de Madrid. En el sur de la capital se encuentra el parque Madrid Río. Su espina dorsal discurre junto al Manzanares durante más de seis kilómetros y da acceso, entre otros, al parque de Arganzuela y el complejo cultural Matadero. Cuenta además con áreas infantiles y deportivas y sendas para bici. ¿Quién sueña con ir de Madrid al cielo cuando sus zonas verdes hacen más que gozosa su estancia en la tierra?

El Campo del Moro.

Hablar de Madrid como una sola ciudad es simplificar demasiado: aquí coexisten barrios tan distintos como ciudades. El Madrid de los Austrias es un viaje al pasado, con monumentos como el Palacio Real o la plaza Mayor. Recorrerá por sus coquetas calles los siglos XVI y XVII, cuando reinaron los Habsburgo, y conocerá obras de la época, como la parroquia de San Ginés o la plaza de la Villa. No muy lejos, Lavapiés, de calles estrechas y empinadas, combina lo castizo con lo multicultural. Planes no faltan. Visite las galerías de la calle del Doctor Fourquet o La Casa Encendida. Vea una película clásica en el cine Doré, un estreno en Sala Equis, una obra en el teatro Valle-Inclán o asómese a la biblioteca de las Escuelas Pías de San Fernando. Todavía más al sur se encuentra el barrio de Usera, desde los dos mil, el barrio chino de Madrid por excelencia. La mayoría de los comercios asiáticos se sitúa en las calles de Nicolás Sánchez y Dolores Barranco, y alrededores. Aunque este barrio es de sobra conocido por su gastronomía, más razones justifican una visita, como acudir a uno de sus templos budistas (el más conocido es el templo Mingzhao), ir de tiendas chinas low cost o relajarse en un centro de belleza.

Además de en las calles de cualquier barrio, la vida cotidiana de Madrid sucede en los mercados. Uno de los más conocidos es el de San Fernando (Embajadores, 41), con una treintena de puestos para comer a buen precio y un gran patio central, que es ideal para grupos. Además de comida, hay peluquería, zapatero o librería al peso. En Chamberí, el mercado de Vallehermoso (Vallehermoso, 36) cuenta con locales interesantes como Tripea o Kitchen 154. Entre las tiendas de abastos, destaca Caracoles de Cadalso, una granja de caracoles de origen madrileño. Más alejado del centro, el mercado Maravillas (Bravo Murillo, 122), en Tetuán, es uno de los más grandes de Europa y punto de encuentro para la comunidad latina. Aquí podrá degustar tacos al pastor, tequeños o un desayuno peruano, y comprar productos del otro lado del charco.

Puesto en el mercado de San Fernando.

Después de comer, ir de tiendas por Madrid no es negociable. Está usted en un lugar privilegiado donde encontrar grandes y pequeñas joyas. La Librería La Mistral (Travesía del Arenal, 2), un refugio del bullicio céntrico, ofrece, entre sus muchas perlas editoriales. Para buscar pequeñas boutiques de ropa, el lugar es el barrio de Justicia. En la calle de Fernando VI acaba de aterrizar en el número 17 la marca francesa A.P.C. Y en el número 10 se encuentra Lamarca Well. Un poco más allá, en el número 2, una tentación dulce: la pastelería La Duquesita. Y si, harto de los manidos souvenirs, busca un tesoro para los más pequeños de la familia, con un juguete de Kamchatka (San Agustín, 18), dará en el clavo. Lejos del centro, la guinda del pastel es la tienda de Rafael Montemayor (Isla de Arosa, 29), uno de los últimos lutieres de Madrid.

La librería La Mistral.

Madrid tiene muchos cielos. Dependiendo de la hora, pero también del lugar que se elija para contemplar cómo los rayos anaranjados lo oscurecen. El parque Cerro del Tío Pío, popularmente conocido como de las Siete Tetas por sus colinas, es un buen lugar. Sus amplias praderas se asoman a los grandes éxitos del skyline de Madrid: el famoso Pirulí, la estación de Atocha o las Cuatro Torres (que en realidad ya son cinco). En el centro de la ciudad, con vistas al edificio Metrópoli, la azotea del Círculo de Bellas Artes (Marqués de Casa Riera, 2) es una terraza de altura envidiable a la que se accede por 5,50 euros y alberga un restaurante. Y, por último, junto a la Ciudad Universitaria, la Dehesa de la Villa permite alejarse del ruido urbano y disfrutar de un atardecer entre sendas botánicas. Un plan muy tranquilo.

Terraza del Círculo de Bellas Artes.

Tras disfrutar del crepúsculo, es momento de cenar. Para un menú tradicional, Zerain (Quevedo, 3; 914 29 79 09) ofrece el ambiente de una sidrería vasca. El precio varía según la comanda, pero ofrecen medias raciones a buen precio. Si se le antoja un sabor oriental, Farah (Carrera de San Francisco, 12; 910 59 44 17), de la chef Heba Kharouf, fusiona cocina libanesa, siria y turca con precios equilibrados. El histórico Café Varela (Preciados, 37; 914 54 44 06) abrió en 1884 y fue templo de la tertulia literaria. Reabierto recientemente como restaurante del hotel Preciados, ofrece cocina gallega contemporánea. Si lo suyo es comer en barra, pero también productos de primera calidad, Sala de Despiece (Alonso Cano, 28; 911 23 03 71) ofrece atún, berberechos o codorniz en pequeñas dosis. Pero también chuletón.

Para algunos, la noche madrileña es el mejor momento del día. Puede estrenarla con un cóctel en Macera (Ventura de la Vega, 7), famoso por sus destilados artesanales. El plan de después depende del estilo que se busque. Uñas Chung Lee (Hilarión Eslava, 38), escondido en un local de manicura, ofrece espectáculo en directo, estética asiática y sí, le pueden hacer también las uñas. En las dos salas de Siroco (San Dimas, 3) conviven conciertos en directo de artistas emergentes, fiestas de música electrónica y más. Y si lo suyo es el flamenco, no hay lugar a dudas: Candela (Olmo, 2), uno de los referentes de este género en la capital, acaba de reabrir tras su cierre en 2022, con su esencia intacta y con sesiones nocturnas de DJ.

Un momento del espectáculo en la discoteca Uñas Chung Lee.

Domingo

Para iniciar el domingo, nada como acercarse a la Boutique de la Prensa (García de Paredes, 34), donde Antonio Torán y Margarita Martín reúnen prensa diaria y una selección de las mejores revistas internacionales. No está muy lejos la sucursal de Toma Café de la calle de Santa Feliciana (en el número 5), donde el café de especialidad se acompaña con una tosta de aguacate.

Siguiente plan: estirar las piernas en alguna de las instalaciones deportivas de la capital. Junto al Canal de Isabel II, más de 30.000 metros cuadrados al aire libre invitan a practicar calistenia, escalada, running —una pista de atletismo de 1.200 metros rodea el emplazamiento—, pádel o natación. En el parque de las Cruces, entre La Latina y Carabanchel, destacan un amplio campo de fútbol, una cancha de baloncesto y una pista de hockey-hierba. Si lo que tiene en mente es un largo recorrido a pie o en bici, diríjase a la Casa de Campo, con casi 1.500 hectáreas. Su lago central permite la práctica de deportes acuáticos como el kayak.

Tras ejercitar el cuerpo, toca cultivar la mente. Pero ojo, asegúrese de reservar su entrada. Los domingos, los pases vuelan. Parte del Triángulo del Arte del paseo del Prado, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (paseo del Prado, 8) posee una de las mayores colecciones de arte del Renacimiento y hasta el siglo XX. Además, organiza eventos musicales, proyecciones, talleres y visitas para toda la familia. Cerca del Thyssen se encuentra la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre (paseo de Recoletos, 23), con exposiciones itinerantes y referente en fotografía y pintura del siglo XIX hasta las corrientes contemporáneas. En el sur, la actividad cultural gira en torno a Matadero (plaza de Legazpi, 8), antiguo mercado de ganados de Madrid, y que hoy alberga teatro, cine, exposiciones, música en vivo, talleres y conferencias. Una joya que a menudo pasa inadvertida es el Museo Cerralbo (Ventura Rodríguez, 17), un antiguo palacio del siglo XVII. Su interior de acabados rococós y neobarrocos acoge más de 5.000 piezas pertenecientes a los marqueses de Cerralbo, de pinturas y esculturas a muebles y objetos cotidianos.

Centro de creación contemporánea Matadero Madrid.

El broche final a este domingo, antes de poner rumbo a casa, no puede ser otro que un picoteo. En pleno barrio de las Letras, Alimentación Quiroga (Huertas, 19) es una antigua tienda de ultramarinos con alimentos para consumir en el local o llevarse a casa. Destacan sus tablas de quesos y embutidos. Bodegas Lo Máximo (San Carlos, 6) es un emblema de Lavapiés. Vermut en barra de zinc, aire underground y, si aprieta el hambre, deliciosos platos de cuchara. Y si desea culminar el viaje en un ambiente más castizo y taurino, probando unos callos madrileños, una tapa de oreja o un plato de rabo de toro, su lugar es la Cervecería El Santo (Fernando el Santo, 4). Una caña bien tirada con alguna tapa fría espera en la concurrida barra de La Dolores (plaza de Jesús, 4), fundada en 1908. Y con aún más historia, Taberna Antonio Sánchez (Mesón de Paredes, 13) es la más antigua de la capital, abierta desde 1787. Pero no se desespere si no da tiempo al último bocado de Madrid: cuando vuelva, que va a volver, la ciudad ya tendrá nuevos espacios de visita obligada.

Especial Madrid ‘El País Semanal’

Este artículo forma parte de un número especial dedicado a la ciudad de Madrid que se publica este domingo en ‘El País Semanal’.

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