Ir al contenido
_
_
_
_

Qué hacer un fin de semana en Las Hurdes y los valles del norte de Cáceres

Pueblos, arqueología, etnología, gastronomía y grandes paisajes son los puntos fuertes de esta comarca histórica de Extremadura que ha transformado su imagen en las últimas décadas con la llegada del turismo

Vista panorámica de Baños de Montemayor, en el valle del Ambroz, al norte de la provincia de Cáceres (Extremadura).

Hace mucho tiempo que Las Hurdes dejaron atrás su leyenda negra y el sambenito de ser una de las zonas más atrasadas de España. Fue en 1933 cuando Buñuel rodó en esta comarca del norte de Cáceres Las Hurdes (Tierra sin pan), un documental de 33 minutos que retrataba con dramatismo la vida en sus pueblos, y los catapultaba a una triste fama de la que han tardado casi un siglo en liberarse.

Es cierto que este lugar carga con un pasado oscuro: fue tierra de pastores desterrados en duras condiciones, aislados, muy alejados de cualquier pueblo o ciudad de cierta importancia, pero desde los años noventa, con la llegada del turismo, ha ido transformando su imagen. Hoy es casi un privilegio encontrarse con una zona de España tan auténtica como esta, que ha mantenido su cultura tradicional y gastronómica única. Aún con dificultad y con una población muy envejecida, Las Hurdes tratan de reivindicar el oro líquido de su aceite de oliva virgen, su miel, su colorido bordado hurdano y, sobre todo, un magnífico paisaje entre grandes extensiones de olivos y parajes como los meandros del río Alagón.

Además, el norte de Cáceres es un despliegue de sierras y fértiles valles, como el Ambroz, el Jerte y La Vera. También esperan en esta zona sabores como el del pimentón de la Vera o la cereza picota del Jerte, extensos castañares como O’Soitu, pueblos con lenguas propias (la fala) y otros rincones con historias inquietantes, como Granadilla, itinerarios reales, cascadas o gargantas como la de los Infiernos.

Mas información en la guía Lo mejor de Extremadura de Lonely Planet y en la web lonelyplanet.es.

Meandros y arquitectura negra en Las Hurdes

Las Hurdes ya no son ni mucho menos las que injustamente retrató Buñuel ni tampoco las que recorrió Alfonso XIII en su famoso viaje en junio de 1922. Hoy estas tierras sacan partido a un entorno natural magnífico y cuentan con uno de los balcones más visitados de la comunidad: el meandro el Melero, asomado sobre su vecina Salamanca. Arqueología, etnología, gastronomía y, sobre todo, paisaje, son sus puntos fuertes. Y sus paradas inevitables son El Gasco, Casares de las Hurdes, el mencionado meandro, Pinofranqueado o Casar de Palomero.

En El Gasco, los meandros, bancales, huertos y la arquitectura popular hecha en piedra y pizarra son la sinopsis perfecta de la vida en Las Hurdes. Nada más entrar al pueblo ya hay señales que dirigen hacia el llamado “volcán”, un lugar de interés científico donde se cree que cayó un meteorito.

El meandro del río Alagón, conocido como el meandro el Melero, en Las Hurdes (Extremadura).

Un poco más adelante, en Casares de las Hurdes, el balcón de Las Hurdes también ofrece unas buenas vistas. Desde aquí nacen dos rutas importantes: la ruta de Majá de Robledo (ocho kilómetros) y la senda de Alfonso XIII (22 kilómetros), siguiendo el camino que el monarca realizó entre Casares y Las Mestas hace poco más de un siglo. Y hay más miradores cerca, como el de las Estrellas, perfecto para la observación astronómica, o más arriba, el mirador de las Carrascas, aunque ninguno igual que el meandro del Melero, que se contempla de forma espectacular desde el mirador de la Antigua.

Más adelante, Casar de Palomero sorprende con un barrio judío, otro árabe y otro cristiano que se funden hasta llegar a su plaza. Merece la pena dar un paseo o sumergirse en las piscinas naturales de las afueras, bajo un puente de piedra. Estamos en zona de olivares y en este pueblo se pueden visitar el Museo del Olivo y el Centro de Interpretación de la Aceituna, el Olivar y el Aceite.

Sabores y bordados hurdanos

Acercarse a Las Hurdes a través del paladar es una delicia: quesos hurdanos, mermelada, aceite de oliva virgen extra, aceitunas, miel, vino de pitarra... A ello se suman jabones, pequeñas piezas de bordado hurdano y hasta una cerveza artesanal, que pueden encontrarse en tiendas como en las de Sabores Hurdanos.

Detalle de los bordados en trajes típicos extremeños.

En Pinofranqueado, a las puertas de las comarcas de Gata y Las Hurdes, hay una buena representación de la personali­dad hurdana. Aquí una serie de mujeres continúan con una tradición que llena de colorido las fechas señaladas. Asociadas para promover esta artesanía, organizan talleres del laborioso bordado hurdano para que no caiga en el olvido: de forma voluntaria, las más mayores enseñan a las jóvenes un arte que implica muchas horas de delicado trabajo.

Los romanos pasaron por aquí

Al sur de Las Hurdes, Cáparra y su entorno son un cambio de paisaje: los alcornoques lo cubren todo y sus troncos rojizos señalan la reciente retirada de la corteza para elaborar corcho. El río Ambroz corre al encuentro del Alagón y el frondoso Jerte ya está más cerca. Cáparra es un importante punto de avistamiento de grullas, pero también paso de peregrinos por la Vía de la Plata, cruzando la antigua ciudad romana.

Las ruinas romanas de Cáparra, con su arco 'tetrapylum'.

En esta zona, las carreteras secundarias toman prestados tramos de la antigua vía romana en la que ganado y fauna salvaje conviven en armonía. Cáparra recibe al visitante desde su centro de interpretación, y después se puede hacer un recorrido entre olivos para comprender la importancia de esta Mansio de Roma que fue capital del territorio septentrional de la actual Extremadura. También se pueden visitar otras partes del recinto amurallado y la emblemática imagen de su arco tetrapylum (tetrapilon) o arco cuadriforme, es decir, con cuatro puertas, único en la península Ibérica, bajo el que discurre la calzada romana de la Vía de la Plata.

Granadilla, el pueblo abandonado

Hacia el norte, todos van a Granadilla, una antigua villa amurallada en forma de abanico que fue expropiada por orden del dictador Francisco Franco para la construcción de un embalse.

A orillas del embalse de Gabriel y Galán y rodeado de agua como si de una pequeña península se tratara, la historia de este antiguo pueblo no es tan idílica como el entorno que lo rodea. Varias rutas ciclistas y senderos parten del pueblo. Rodeado de montañas y reflejado en el agua, el bosque que se extiende desde Zarza de Granadilla hasta este poblado abandonado se vuelve más frondoso. La pista asfaltada que conecta ambos núcleos atraviesa un paraje natural en el que, al atardecer, es posible ver ciervos y otras especies autóctonas.

Vista aérea de la villa de Granadilla.

Habitada en paz hasta junio de 1955, por acuerdo del Consejo de Ministros se decretó la expropiación de la mayor parte del término municipal de Granadilla (incluyendo el casco urbano) a causa de la construcción del embalse. En 1960 apenas quedaban 486 vecinos, que fueron desterrados definitivamente cinco años después. En 1965 Granadilla se convirtió en península, y a Zarza solo se podía llegar en barca. Se les privó el acceso al agua a los vecinos. La situación se volvió tan difícil que se vieron forzados hacia pueblos de colonización río abajo. Finalmente, una gran parte del espacio no fue inundado y se repobló con especies autóctonas, como pinos y eucaliptos, para cuya labor se contrató a trabajadores andaluces. Hoy el pueblo es visitable y está en restauración progresiva y las casas se utilizan para impartir cursos y talleres.

La bonita carretera que lleva desde Granadilla hasta Plasencia pasa por Oliva, un pueblo famoso por su colorido ganchillo que, en numerosas fiestas, decora el pueblo. Hay una pequeña ruta para disfrutar de la parte permanente de esta tradición que cubre aceras, fachadas y hasta los troncos de ciertos árboles. Se conservan diseminados por la localidad algunos restos romanos y la dehesa que rodea el núcleo urbano es ideal para la observación ornitológica: águilas, cigüeñas negras, grullas y numerosas aves anidan aquí.

Valle del Ambroz: baños termales y juderías medievales

Entre los grandes valles cacereños, el del Ambroz aparece rodeado de dehesas de alcornoques y encinas, pero con importantes zonas montañosas y cumbres como El Pinajarro (2.099 metros), donde nace el río que le da nombre al valle. Lo mejor son sus miradores de infarto (Cabezabellosa), los bosques que en otoño invitan a ser recorridos a pie (el castañar Gallego) y los pueblos con aguas sulfurosas (Baños de Montemayor) o que parecen un viaje al pasado (Hervás). La banda sonora la ponen los mirlos acuáticos que habitan las gargantas y riachuelos mientras águilas culebreras y buitres negros surcan los cielos.

Por Baños de Montemayor pasa la Vía de la Plata y, bajo el subsuelo, los manantiales Columna y Arqueta abastecieron de aguas sulfatadas con poderes curativos a las termas romanas que aún hoy se pueden disfrutar. Esta surgencia de agua a 43 grados alimenta a dos balnearios que son uno. El más antiguo está en el edificio histórico bajo el que se haya el original caldarium donde los romanos aprovecharon el poder curativo de estas aguas hace casi 2.000 años. Al otro lado de la carretera, pero con las mismas aguas, el balneario moderno ocupa un precioso edificio en el que están las consultas médicas, se venden jabones naturales y otros productos cuya base son las propias aguas termales.

Junto al cauce del río, un antiguo molino del siglo XVIII daba servicio a Baños y La Garganta, pero hoy es el centro de interpretación de La Molinería, donde se explica el trabajo de la molienda y la transformación de los cereales. Una ruta senderista sigue el curso del río para descubrir el entorno, y los amantes de los largos recorridos tienen además la Vía de la Plata y un recorrido para bicicletas, el Eurovelo 1.

Hervás, tierra de judíos

A Hervás se llega en unos minutos desde Baños. Su barrio judío forma parte de la Red de Juderías de España. Abundan las casas de adobe, con entramado de madera y bellos balcones sobre calles empedradas, y el municipio presume de poseer la callejuela más estrecha de España (la Travesía del Morón).

Una calle del barrio judío de Hervás.

Es una pérdida de tiempo intentar seguir un plano, es mejor dejarse llevar entre sus tiendas de artesanía y peleterías. Calle abajo se llega al río y su pequeño puente de la Judería, precedido por una gran estrella de David de cantos rodados incrustados en el suelo; es la salida del barrio judío. Cruzarlo y caminar unos metros a la derecha permite admirar una de las estampas más bellas del pueblo (mejor por la mañana), con las blancas cumbres de Gredos al fondo. Desde el puente de piedra, algo más arriba se encuentra otro de los iconos de Hervás: el Museo de la Moto y el Coche Clásico, que ocupa un particular complejo arquitectónico de ocho pabellones que guardan más de 300 motos y coches europeos y americanos de todas las épocas. Un típico autobús escolar amarillo, una moto militar con sidecar o una ambulancia al estilo de Los Cazafan­tasmas son algunas de sus joyas.

Valle del Jerte: mucho más que cerezos en flor

En este valle famosísimo por la floración de sus frutales dispuestos en bancales todo se vuelve de colores blancos y rosáceos al inicio de cada primavera, y miles de viajeros llegan para contemplar este espectáculo de la naturaleza. Pero hay mucho más: una rica gastronomía y numerosos senderos, pozas, piscinas naturales, zonas de escalada y barranquismo. El valle del Jerte, pequeño en comparación con otras comarcas, se dispone como una alargada grieta surgida de un gran corte en el terreno, jalonado a ambos lados por los montes de Tras la Sierra y Candelario, al noroeste, y por Bernabé, Tormantos y Gredos al este. Lo custodian los valles del Ambroz y La Vera respectivamente. Plasencia, al sur, y Tornavacas, al norte, marcan sus extremos.

A seis kilómetros de Tornavacas, desde un mirador, se divisa el valle y sus pueblos de una forma hipnótica. Es como si la tierra se hubiera plegado en dos creando un paraíso lleno de vida durante las cuatro estaciones. Tornavacas comunica con Jarandilla de la Vera a lo largo de 25 kilómetros de un camino conocido como Ruta del Emperador. Cansado del largo camino que lo traía desde la costa cántabra, el emperador Carlos V decidió acortar el camino evitando Plasencia. Dicen que fueron los propios vecinos, conocedores del lugar, quienes lo llevaron hasta el Monasterio de Yuste atravesando el Puerto de las Yeguas. En el camino hay paradas inevitables, como la garganta de los Infiernos, el Collado de las Yeguas, la del Yedrón y, por último, Jaranda.

Los Pilones, en el tramo medio de la Garganta de los Infiernos.

Uno de los sitios más visitados es la garganta de los Infiernos, un lugar que se puede recorrer por una docena de senderos hasta encontrar rincones como los Pilones, donde el agua baja a raudales creando una especie de pozas de ángulos biselados y aspecto sedoso.

En Cabezuela del Valle, unos gigantescos cantos de río se amontonan desde el puente que cruza el Jerte, incrustados en el cauce. Aquí se encuentra el Museo de la Cereza, en el que, además, desvelan el uso del zarzo, un secadero de castañas que aún mantienen algunas viviendas del pueblo en su segunda planta.

Y camino de La Vera, por una serpenteante carretera se alcanza el puerto de Piornal, lugar perfecto para la observación de aves. Después se llega a Piornal, la puerta de salida occidental del Jerte y el municipio a mayor altitud de la región. Está rodeado por miradores y senderos que, como el que lleva hasta las titánicas cascadas del Calderón y del Caozo, o a la cascada de Marta, permiten descubrir los bosques de la sierra de Tormantos. Piornal brinda la última oportunidad de probar las picotas y otras pequeñas joyas culinarias, como los postres hechos con frambuesas, ciruelas, aránda­nos, castañas e higos.

La Vera y el monasterio de Yuste

La Vera es el valle más fértil: los cultivos de pimiento y tabaco rubio se suman a un microclima del que también goza el Jerte. Las aguas transparentes que bajan desde Gredos procedentes del deshielo aportan a los pueblos de la zona pequeños enclaves de pastoreo, campos de cultivo y fábricas de pimentón, que se alternan con decenas de centenarios secaderos de leña desperdigados.

La carretera que va desde garganta la Olla hasta Cuacos de Yuste pasa sobre las piscinas naturales de las Pilatillas (Garganta Mayor), y, poco después, a la derecha, el mirador de la Serrana ofrece una de las vistas más bonitas del pueblo.

El monasterio de Yuste, fundado a principios del siglo XV en Cuacos de Yuste (Cáceres).

La primera parada en La Vera es el monasterio de San Jerónimo de Yuste, última morada de Carlos V. Fue en principio un sencillo lugar de eremitas que se acabó convirtiendo en un conjunto conventual, el palacio del emperador, una iglesia y jardines con un estanque. Desde aquí, paralelo a la carretera, surge un paseo empedrado con zonas de aparcamiento, que acaba en Cuacos de Yuste. Poco antes de llegar, a mano izquierda, está el Cementerio Militar Alemán, abierto al público, en el que, entre olivos, descansan 26 soldados de la Gran Guerra y 154 de la II Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos hundidos. La polémica sobre este homenaje al ejército nazi que arrasó Europa ha propiciado conflictos, profanaciones y actos de vandalismo en torno a este camposanto.

El Cementerio Militar Alemán en Cuacos de Yuste.

Cuacos de Yuste, la aldea de Jeromín

Cuacos de Yuste es fácil de recorrer y no lleva más de diez minutos fotografiarse junto a la pequeña y bonita plaza de Juan de Austria y sus calles aledañas, llenas de coloridos pimientos de tela roja que cuelgan de soportales, balcones y ventanas. En la pequeña plaza, con forma de teatro, se encuentra la casa de Jeromín (futuro Don Juan de Austria), hijo bastardo del rey Carlos I, actual sede de la mancomu­nidad de La Vera.

Otra parada imprescindible es Jarandilla, de origen musulmán, que cuenta con un bello casco urbano liderado por el castillo-palacio de los Condes de Oropesa, construido en el siglo XV, que alojó al emperador mientras esperaba la finaliza­ción de su residencia en el monasterio de Yuste. Los jardines, el estanque central, los árboles frutales y las palmeras convierten este lugar, reconvertido en parador, en un enclave selvático y majestuoso. La chimenea de Carlos V con el toisón de oro y los nueve escudos de los Oropesa y los Figueroa son dos de las joyas de este edificio. Iluminado al anochecer, se vuelve más solemne todavía. Es buena idea cruzar su puente Parral, de un único ojo, bajo el que discurre la garganta Jaranda y donde se abren unas piscinas naturales.

El castillo-palacio de los Condes de Oropesa, reconvertido en el parador de Jarandilla.

Y todo termina en Jaraíz de la Vera, la capital mundial del pimentón y principal pueblo de La Vera, sede de la Unión de Productores de Pimentón. Para conocer el proceso de elaboración del famoso pimentón de la Vera (D. O.) hay que visitar su Museo del Pimentón. Si el verano aprieta, la garganta Pedro Chate, en medio de un bosque, cuenta con dos piscinas naturales: el Lago y las Tablas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_