Dakar en modo ‘arty’: una ruta entre talleres, estudios, galerías y citas culturales
La capital de Senegal se ha convertido en un faro del arte contemporáneo y de la moda y el estilismo africano, con creadores que consiguen un mestizaje único entre el trabajo artesanal y las nuevas tendencias visuales del mundo global


Entre la Dakar Fashion Week, que ha celebrado ya 22 ediciones, y la también consolidada Bienal de Dakar, o Dak’Art, que ha cumplido sus 15, creadores de todas las disciplinas artísticas siguen imaginando cosas y trabajando sin descanso en la capital de Senegal, y ponen de relieve la vigencia de África a la cabeza de las tendencias en las artes visuales. Lo hacen en sus espacios de arte contemporáneo y ateliers, que los diseñadores y creadores abren a curiosos y clientes para permitirles una experiencia personalizada.
Desde principios de este siglo, “nada ha cambiado y todo ha cambiado”, se lee en la introducción a una de las salas de la exposición del fotógrafo Daniele Tamagni en el Museo de Artes de África IFAN, llamada Estilo es vida. La muestra es un monográfico impulsado por el Instituto Italiano de Cultura. El texto continúa: “La escena africana de la moda se ha internacionalizado, y Dakar, gracias especialmente a su Bienal, se ha convertido en un escaparate esencial, y hoy, con Instagram, que ha abierto una ventana a todo el continente, un viento panafricano sopla sobre este pequeño ecosistema”.
El estilo forma parte fundamental de la vida de los senegaleses. En cualquier atardecer sobre la corniche de Dakar bañada por el Atlántico se ve a mucha gente practicando deporte. Cualquier viernes por las calles del barrio de Plateau nos asombraremos a diestra y siniestra con los cortes, los géneros y la originalidad de la vestimenta que hombres y mujeres portan a diario con elegancia. Y cada acontecimiento de la vida familiar y social, como pueden ser los vernissages de arte, un preestreno de cine o la celebración de la Tabaski (la fiesta del sacrificio del cordero en el islam), se transforma en la mejor excusa para ir al sastre y poder estrenar algo sorprendente y con complementos como tocados, carteras o joyas.

Hay una anécdota que ilustra esta dinámica por la que se retroalimentan constantemente el arte y el diseño aplicado a la vida cotidiana y es la del estilista Papa Abdou Salam Ndiaye, de 24 años, creador de varias marcas de prêt-à-porter inspiradas en la agitación urbana dakaresa. Sobre finales de 2024, el joven modisto preparó su indumentaria para asistir a algunas exposiciones de la Bienal, estampando una camiseta y su chaqueta con los motivos excesivos y estridentes que hacen tan singulares a unos pequeños autocares interurbanos, pintorescos y antiguos —que aún circulan—, conocidos como car rapide. La reacción de artistas y comisarios que lo interceptaron por los pasillos le dio la idea de arrancar la marca Meissa Biguey, que une dos nombres —masculino y femenino— típicamente senegaleses, con una colección de prendas únicas numeradas (cada una con una patente diferente, a la manera del parque automotor). Su línea vende piezas personalizadas por Internet y en pop-ups, como el que recientemente se llevó a cabo en la terraza del espacio Loman Art, donde también muestra su producción la diseñadora de moda Rama Diaw.

Dakar es puro color. Por eso mismo, hay quien decide trabajar sus acrílicos a la contra, casi exclusivamente en blanco y negro, como es el caso del pintor Mor Faye Murf, que abre su atelier al público en el Village des Arts de la ciudad, que alberga también a la galería Leopold Sedar Senghor, la cual ha cubierto sus suelos con la arena del Sahel para que la experiencia de arte contemporáneo local sea respetuosa con el verdadero entorno. En la villa artística ubican también sus talleres algunos pioneros como Zulu Mbaye o el escultor Makhone Issa Diop. Al abrir las ventanas de las casitas-taller, entran desde el jardín el rojo coral del árbol al que aquí llaman “Flamboyant” (Delonix regia) y una paleta imponente de buganvillas.

Material crudo
La comisaria de arte camerunesa Koyo Kouoh, recientemente fallecid poco después de ser nombrada comisaria de la Bienal de Venecia 2026, recordaba por qué había elegido Dakar para su regreso a África: “Retornar a Camerún hubiera sido redundante; Senegal era más cosmopolita”. De hecho, Kouoh erigió aquí un espacio de pensamiento, formación y cultura enteramente gestionado por mujeres, y que mantiene una gran vitalidad en el barrio de Zone B: Raw Material Company.
Dakar funda su mundanidad honrando las tradiciones del trabajo artesanal sobre materiales en crudo. O eso es lo que procura, a partir del cuero local, la creadora Cécile N’Diaye, desde su inspirador atelier ubicado en la localidad de Keur Massar, en la periferia de la capital. N’Diaye asegura que se puede reconocer en las vetas de la piel qué tipo de vida ha tenido cada animal, que hay que pensar en un desarrollo que no eche mano de la industrialización insostenible y que “el diseño también es plantearse preguntas sobre el proceso de obtención del material que hace cada comunidad”. Ella reniega de la vieja distinción entre artes liberales y artes obreras, para “crear una nueva narración de objetos útiles” que preste atención a los procesos sociales. Así, con sus descollantes objetos e indumentaria en cuero con tinturas naturales, participa de proyectos de investigación y exhibiciones de arte, con el sello Made in Senegal. Además, la también cofundadora del Studio Wudé ha desarrollado performances memorables como Dragon Modou Modou 2022 o un desfile que tuvo a la actriz española Rossy de Palma como protagonista, en un tributo a los costureros ambulantes de este país.

El estilista Cheikha Sigil también considera que trabajar las telas es una forma de escritura y que son los propios géneros los que lo orientan a la hora de diseñar trajes pret-à-porter, exóticas prendas para desfiles o llamativo vestuario de cine. Subir a su taller en el Espace Médina puede significar una interesante aproximación a la reflexión sobre la cultura de transmisión oral que ha debido adaptarse a la materialidad de otros sistemas pedagógicos, los europeos. A Sigil le llaman “tijeras de oro” y viste a músicos locales que han saltado a la escena internacional, como el jazzero Alune Wade. Una planta más abajo, en el mismo espacio del popular barrio de Médina, el escultor Moussa Traoré trabaja en escenografías e imponentes máscaras; algunos de sus objetos se exponen en el Musée des Civilisations noires de Dakar o se exhibieron en la última edición del Festival italiano de Radicondoli, celebrada en julio.
En una esquina del barrio de Ouakam, el artista maliense Gadiaba Kodio le da nueva vida a diferentes materiales que otros podrían considerar provenientes de residuos. Fabrica muebles, lámparas y escenografías particulares a partir de garrafas, carretillas y hasta huesos de animales. No quiere hablar de reciclaje para la concepción de su marca, Chez Toi Design, sino de una transformación de los objetos cotidianos en arte.
Por su parte, un grupo de activistas culturales, músicos y artistas multidisciplinarios —entre los que se encuentran Alibeta e Ibaaku— dinamizan el barrio de Ouakam a través de la residencia artística Kenu Lab y de Artiste du Daanu, un espacio híbrido que acoge sus múltiples iniciativas, y los espectáculos y actividades que se organizan para que los vecinos de la zona participen en la vida cultural efervescente de Dakar.
Entre las jóvenes diseñadoras, cabe destacar la osadía de la indumentaria y los complementos de la artista gabonesa Louheta Lendira —sus creaciones abrevan de los rituales de pueblos originarios— y los collages de Amy Celestina, quien tiene su taller en Rufisque, a unos 30 kilómetros de Dakar que se salvan gracias a un moderno tren de cercanías.
El itinerario de cualquier amante del arte por Dakar debería incluir una visita a las galerías de la ciudad que, además de mostrar trabajos, ofrecen residencias y favorecen la movilidad y el intercambio entre creadores. No hay que dejar de pasar Oh, Gallery, Selebe Yoon, L’Espace Événementiel y Cécile Fakhoury. Otros centros culturales senegaleses muy activos son la Maison de la Culture Douta Seck, Blaise Senghor y Centre Yennenga, dedicado al ámbito cinematográfico.
Algunos de estos espacios suman su programación al festival Part Cours, un evento que, cada noviembre o diciembre, reúne a los profesionales que trabajan en la capital senegalesa. El último acontecimiento ineludible es el Kimpa Vita, que nace como una plataforma de intercambio cultural, panafricana, feminista y ecorresponsable; y que se celebra también en otoño, en el punto más occidental del África continental, junto a las voluptuosas olas del Atlántico.
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