Planes en Pamplona sin pisar la calle Estafeta de la mano de pelotaris, arquitectos y chefs
Hacer una ruta en ‘e-bike’, jugar a pelota vasca, ver el ‘Togado de Pompelo’, picotear en el mercado del Ensanche y otras cinco atractivas propuestas para disfrutar de la ciudad navarra

Estos nueve planes en Pamplona permiten descubrir una ciudad rebosante de zonas verdes y espléndidos edificios, no la que recorren en manada los turistas convencionales antes, durante y después del archifamoso San Fermín. Ernest Hemingway, además, no aparece en ella. Tampoco la calle Estafeta, conocida por ser uno de los tramos más peligrosos del recorrido de los encierros.
Cambiar el chip en ‘e-bike’
Mikel Ollo, de Destino Navarra, lleva trabajando 32 años como guía en la ciudad navarra y algo que le piden a menudo sus clientes es que los grabe a cámara lenta corriendo la curva de Mercaderes, como si les persiguieran seis miuras. Él lo hace, ¡qué remedio!, pero luego los lleva a dar una vuelta de tres horas en e-bike por los carriles bici de Pamplona, pedaleando por zonas verdes como el circuito del río Arga, las huertas de la Magdalena, el Camino de Santiago y el parque de la Vuelta del Castillo, y les cambia el chip. “No olvides enviarme el vídeo, Mikel… El de la Ciudadela”.
Por San Nicolás, pinchos gamberros verás
Si queremos ver una calle a tope de gente y unos cuernos asomando por encima del gentío, tenemos que ir, no a Estafeta, sino a San Nicolás, la rúa más bulliciosa y colesterólica de Pamplona. En su número 32 está siempre lleno hasta la bandera Baserriberri, el bar de Iñaki Andradas y Luken Vigo, inventores de pinchos tan desvergonzados como Resakwich revolotum re-CenoZ, un sándwich de rabo de toro al kalimotxo, chutney de mango y pesto marino que se flambea con absenta. Andradas y Vigo explican que es un sándwich de resaca, que crearon al salir de la discoteca. ¿Y los cuernos? Los de la cabra disecada que hay en la pared del baño.

Ruta de la pelota vasca
Pamplona es la capital mundial de la pelota vasca, donde más afición hay, y Santiago Lesmes, el que más sabe de ella. Es el autor de La increíble historia de la pelota vasca, un gran libro trufado de desopilantes anécdotas, como la del pelotari francés Txikito de Cambo, que durante la Gran Guerra usaba la cesta para lanzar las granadas ¡a 200 metros! O como la de los locos envites que se hacían en el frontón pamplonica de la Mañueta, donde lo apostaban todo jugando con una sandía al hombro o con un arado a cuestas. Así que es un lujo y una risa recorrer con él la ciudad, empezando en el Archivo de Navarra, que está lleno de legajos, de juicios por apuestas, y acabando en el frontón Labrit, que es la catedral de este deporte. Aquí vemos cómo le pegan dos expertos pelotaris —una de ellos, Maite Ruiz de Larramendi, medallista en siete mundiales— y jugamos un rato con las pelotas duras como piedras. La visita es gratuita y se reserva en visitpamplonairuña.com.
La mano, el hombre y la niña del Museo de Navarra
A tiro de piedra del Archivo de Navarra, donde empieza la ruta anterior, está el Museo de Navarra, donde contemplar ojipláticos tres piezas extraordinarias. Una, la mano de Irulegi, una placa de bronce en forma de mano diestra que fue hallada durante una excavación arqueológica en 2021 en un poblado vascón a 14 kilómetros de Pamplona, con una inscripción que es el texto conocido más antiguo en lengua vascónica, del primer cuarto del siglo I antes de Cristo. Dos, el Hombre de Loizu, un esqueleto datado hacia el año 9400 a.C. extraído el mismo año de una cueva de Erro, en el norte de Navarra, que pasma por su excelente estado de conservación. Y tres, el Togado de Pompelo o, más bien, la togada, porque la que se creía que era la estatua en bronce romana de un varón —encontrada en 1895 en la calle Navarrería— acaba de demostrarse que es de una niña de 10 o 12 años, una moza pamplonica de hace 2.000 años.

Paseando con una arquitecta
Desde la séptima planta del edificio de la antigua Caja de Ahorros Municipal se ve Pamplona como sobre un plano: la estrella de siete puntas de la Ciudadela, el Primer Ensanche —que se comió las otras tres— y el Segundo, de cuando la ciudad se estiró porque no cabía ya dentro de las murallas, en 1920. Estamos en el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro con una de ellos, Marta Pérez (699 98 85 52), guía apasionada de una ruta arquitectónica por la nueva Pamplona, la que Víctor Eusa sembró de edificios tan espléndidos como el orientalizante de La Vasco-Navarra, que ahora alberga un Zara. Paseando con Pérez por estas calles rectilíneas se ven muchos otros y de propina, ya en la plaza del Castillo, escudriñamos su obra más loca: el Casino Eslava, proyectado por el arquitecto en 1932.
Un no parar en el mercado del Ensanche
Seguimos en la Pamplona del estirón eusiano, pero no para ver más arquitectura, sino qué se cuece, se encurte, se degusta y se vende en el Mercado del Ensanche. Nada más entrar, en Oliva Norte nos dan a probar unas gildas que nos paralizan obnubilados, hasta que un guía de Comiruña nos obliga a acercarnos a Dulces 52 —¿una rosquilla de Olite? ¿una torta de txantxigorri?—, a La Tiendita del Vino —¿un sauvignon blanc de Inurrieta?—, a La Quesería de Guillermo y a Quesos Iriarte —¡uf, esos Idiazábal de Beruete y de Gorritz!— y ya no queremos parar, ni sentarnos, por mucho que la Guía Michelin diga del restaurante El Merca’o.

La catedral de noche y día
Victor Hugo, que era muy de ver catedrales, dijo que la de Pamplona era la catedral española con la fachada más “abominable”, y comparó sus campanarios con “orejas de burro”. Luego dijo cosas más bonitas, y más que las hubiera dicho de haberla visitado de noche, a la luz de las velas, o de día, con el guía adecuado. Para hacer lo primero hay que estar atento a la página visitpamplonairuña.com, porque las entradas ya están agotadas hasta el próximo mes de octubre. Para hacer lo segundo, y ver cómo el sol se enreda en los ventanales del claustro gótico y contemplar la ciudad desde la punta de sus “orejas de burro”, solo hay que acercarse cualquier día, menos los domingos, porque hay visitas guiadas a las 12.00, y subida hasta la campana María, la más gorda en activo de España —¡se oye a 14 kilómetros!—, a las 11.15.

Bodegas Otazu: sin enólogos a la vista
Otazu no es una bodega al uso: es un museo de arte contemporáneo con 800 obras de Ai Weiwei, Anish Kapoor, Manolo Valdés y artistas por el estilo. Sus botellas de vino Vitral no acaban en un contenedor verde, sino expuestas en alguna colección privada, porque el venezolano Carlos Cruz-Díez las diseñó para eso, con 30 etiquetas distintas, una para cada añada desde 2013 hasta 2042. Iker Andrés, quien nos enseña todo esto, no estudió Enología, sino Filosofía del Arte.

Una caja llena de ‘oteizas’
Otro lugar rebosante de arte, que deja con los ojos a cuadros, es el Museo Oteiza, en la localidad de Alzuza, a nueve kilómetros de la capital navarra. Aquí vivió el genio largo tiempo con su mujer Itziar, aquí está enterrado a su vera y aquí quiso que su amigo Francisco Javier Sáenz de Oiza hiciese un edificio para alojar las 1.690 esculturas, 800 dibujos, 2.000 tizas e infinidad de papeles que había donado a Navarra. Es una caja de hormigón teñido con óxidos metálicos que anticipa las cajas vacías y metafísicas de acero cobreado del interior. Una caja llena de cajas. Arte envuelto en arte.

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