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Los secretos del nuevo Hotel Palace, una pequeña ciudad en el corazón de Madrid

El alojamiento por donde han pasado todo tipo de artistas se ha sumado a la cartera The Luxury Collection de Marriot tras dos años de remodelación y 90 millones de euros. Han vuelto elementos del pasado, como la luminosidad de la cúpula, pero también flamantes cambios, como el lavado de cara de las habitaciones

Estatua de la fuente de Neptuno frente a la fachada del Hotel Palace, en Madrid.
Ixone Arana

Si hay un testigo incansable de la evolución del Hotel Palace de Madrid, ese es Neptuno. El dios del mar y los océanos, alzado en medio de la fuente a la que da nombre desde 1786, lleva los últimos 113 años con la mirada puesta en el monumental alojamiento, ajeno en su quietud a todo el ajetreo que se vive dentro. “El Palace es una ciudad en sí, en la que todos los días, a todas horas, pasan muchas cosas y tiene que estar preparado para todo”, lo define Miguel Díaz (Madrid, 39 años), arquitecto del estudio Ruiz Larrea y director del último proyecto de rehabilitación del hotel, que se inauguró oficialmente como parte de la cartera The Luxury Collection de Marriott el pasado marzo.

El nuevo lavado de cara del Palace ha costado dos años y 90 millones de euros. “Estaba prevista una remodelación mucho más somera, pero al final cuando te metes...”, recuerda Díaz. No contaban, por ejemplo, con que hurgando en la fachada descubrirían detalles de su esencia original, la que Neptuno vio construir en 1912. “Cuando empezamos a ver lo que salía, dijimos: ‘Es que esto lo tenemos que recuperar”, explica el arquitecto. El resultado es que los 8.000 metros cuadrados del edificio, que ocupa una manzana entera de la ciudad, vuelven a lucir el “color Palace” primigenio, un cálido beige que sustituye al blanco con el que había sido tapado ―que sí luce su rival, el Hotel Ritz, justo enfrente― y que también está presente en el interior, en los ornamentos florales y guirnaldas que han resurgido tras décadas ocultos. “Cada rincón es especial”, resume el arquitecto.

Miguel Díaz, arquitecto del estudio Ruiz Larrea y director del último proyecto de rehabilitación del Palace, en el interior del hotel.

Y lo más especial está de puertas para dentro. El propósito del proyecto ha sido darle un nuevo aspecto que a la vez le devuelva su vieja apariencia, y una de las principales dificultades ha sido hacerlo sin cerrar al público, con técnicos trabajando a destajo mientras los huéspedes se relajan tranquilamente. Eso resume un poco el alma del alojamiento, donde un martes cualquiera se juntan reuniones de negocios, congresos, presentaciones, eventos y quedadas de networking con familias desayunando chocolate con churros, parejas celebrando su aniversario con una copita de champán o grupos de amigas que se hacen fotos mientras disfrutan de un platito de jamón recién cortado. “Hacer una renovación total en un hotel abierto de este formato, que en el contexto de España es muy grande, y que además está en el centro de la ciudad y es un edificio clásico muy observado, tiene mucha dificultad”, advierte Lázaro Rosa-Violán (Tánger, 61 años), quien ha liderado la parte del diseño de interiores.

El diseñador de interiores Lázaro Rosa-Violán delante de algunos de los cuadros que ha escogido para las paredes del nuevo Hotel Palace.

El diseñador avisa que los curiosos que entren a cuchichear las zonas comunes no van a encontrar grandes cambios por su parte. “Sé que mucha gente está esperando ver una gran transformación, pero es que es justo lo que yo no quería”, advierte. La sorpresa está en las 470 habitaciones y suites. “Ahí sí que hay un cambio monumental. Han pasado de ser unas habitaciones ya un poco demodé a estar totalmente puestas al día, en cuanto a confort, en cuanto a diseño... Es un hotel clásico pero con habitaciones espectaculares, y esto lo iréis viendo por fases”, asegura confiado. En esta fase ya se pueden apreciar los elegantes papeles pintados a mano incrustados en las boiseries, con motivos naturales inspirados en los paisajes del cercano parque del Retiro; los originales mosaicos de la ducha, que representan la vista aérea del Real Jardín Botánico; o las acogedoras chimeneas de mármol. Todas las estancias tienen elementos comunes, pero también decisivas diferencias que se notan en el precio. Él tiene su favorita: “La suite Neptuno, claro”.

El primer cliente del Hotel Palace fue el belga Leopold Ghende, que pagó 7,50 pesetas por pasar una noche en la habitación 141 el 21 de septiembre de 1912, según los registros. La habitación más barata para pasar la noche en el alojamiento en la misma fecha, pero 113 años después (haciendo la reserva con cinco meses de antelación), cuesta 720 euros ―755 si se incluye el desayuno―. La suite Neptuno que menciona Rosa-Violán no baja de los 2.269 euros la noche. Aunque es ahora cuando lleva el “luxury” en el nombre, el Palace siempre ha sido lujo, pero un lujo que el diseñador de interiores considera “muy contenido, un poco funcionarial”. Quizá por eso se dice que el enfrentado Ritz era el hotel de la realeza y la aristocracia, mientras que el Palace recibía a los intelectuales y los artistas.

Uno de los lucernarios del Hotel Palace de Madrid con el 'hall' de fondo.

La lista de personalidades que han pasado por aquí es interminable, desde Marie Curie a Michael Jackson. Lorca, Unamuno, Einstein, Buñuel... Algunos, como Mata Hari, dan nombre a alguno de los 20 inmensos salones para eventos que hay en la planta baja. “Parece que Mata Hari es como Hemingway, que ha vivido en todas partes”, afirma Rosa-Violán, que ha rediseñado más de un hotel en el que se ha dado el caso. Sí, Hemingway también estuvo en el Palace, y Ava Gardner y Mariah Carey. De hecho, Díaz piensa que es toda la historia que se ha vivido en cada rincón del alojamiento lo que le dota de una exclusividad inigualable. “Es una experiencia única porque han pasado cosas que solo han pasado aquí, hay cosas que solo se pueden ver aquí y que no tienes en otros hoteles ni de Madrid ni del mundo”, recalca el arquitecto.

Por eso uno de sus rincones favoritos son las escaleras del lobby principal, a las que se refiere como “las escaleras de los periodistas” porque sus escalones se convirtieron en el centro de operaciones de los reporteros que trabajaron desde el hotel el 23 de febrero de 1981, mientras Tejero lideraba el fallido golpe de Estado a 160 metros de allí, en el Congreso de los Diputados. Sus paredes también son eco de emblemáticas veladas regadas por alcohol, como se aprecia en la íntima coctelería, ahora rebautizada como 27 Club en homenaje a los poetas de la generación del 27 que la frecuentaban. Dentro hay enmarcado un papel timbrado que unos jovencísimos Salvador Dalí y Federico García Lorca usaron para escribir una carta a Claudio de la Torre, después de una intensa jornada de copas con Luis Buñuel. “Buñuel vino a Madrid para vernos a Dalí y a mí. Se gastó todo su dinero y se tiene que marchar a Zaragoza. Recurrimos a ti. Préstanos 125 pesetas. Te lo devolveremos dentro de cinco días. ¡No vemos otra solución! Mil gracias. Federico. Dalí”, se lee en el texto escrito por el poeta, adornado con dibujos del pintor.

Placa de la fachada del Hotel Palace, abierto en 1912 en Madrid.

El edificio está lleno de guiños así, de fotos, documentos o cuadros que recuerdan a los ilustres personajes que pasaron por aquí, pero repartidos con la suficiente sutileza para que el hotel no se convierta en un nostálgico museo donde la historia de los huéspedes del pasado absorba la experiencia a los del presente, que al fin y al cabo vienen al Palace a relajarse, olvidarse del resto y disfrutar. Eso es lo que ofrece La Cúpula, el corazón gastronómico del hotel, que toma el nombre de la impresionante cúpula vitral bajo la que se ubica. Lo que en sus inicios fue un salón de baile alberga ahora el restaurante y un bar de copas que está abierto todo el día. El chef portugués Nuno Matos ha diseñado la nueva carta, con apuestas seguras, como la ternera Wellington The Palace, con jamón ibérico, acelga, puré de patata y trufa, regado con salsa de vino de Jeréz (a 76 euros, para dos personas); y nuevas refrescantes propuestas, como el sabroso plato de tagliatelle con alcaparras, almendras, limón y queso Parmesano (a 27 euros).

Uno de los encantos que el Palace mantiene intacto desde su origen es su privilegiada ubicación, en pleno Paisaje de la Luz, declarado patrimonio mundial de la Unesco en 2021. Y si algo ha conseguido sumar esta nueva remodelación es precisamente la luz que le ha devuelto al alojamiento. “Se le ha dado mucha importancia a la iluminación y a la luz natural”, confirma Díaz. Al margen de la buscada oscuridad del 27 Club, la luminosidad ha vuelto al Palace y la enorme cúpula que cubre el restaurante es el ejemplo más representativo. También el más costoso. “Se ha desmontado vidrio a vidrio [está compuesta por 1.875 vidrios]. Los que estaban relativamente bien se han dejado aquí, porque se montó un taller ex profeso para poder hacer las técnicas de recuperación y rehabilitación, y los que estaban peor se han llevado a un taller especializado en artesanía de vidrio de Barcelona [Vitralls Bonet]”, explica el arquitecto. Rosa-Violán, que se ha encargado de la luz artificial, “todavía por pulir”, según se excusa, también defiende la importancia de esta: “Es lo que define el carácter de un sitio. Una buena iluminación en un mal proyecto lo puede arreglar y una mala iluminación en un proyecto espectacular se lo carga”.

La cúpula restaurada del Hotel Palace, bajo la que se ubica el espacio gastronómico del alojamiento.

Mientras hablan, siguen llegando nuevos muebles, sofás, mesas, sillones, cuadros... que van colocando aquí y allá. Meses después de la inauguración oficial, todavía queda mucho por hacer porque así es el Palace, el Palace nunca duerme, el Palace está continuamente cambiando y eso es lo que lo mantiene igual que siempre.

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Sobre la firma

Ixone Arana
Es redactora de Estilo de Vida. Antes de incorporarse a EL PAÍS, donde también ha escrito para la sección de Madrid, trabajó en 'Cinco Días', principalmente en la sección de Fortuna. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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