Un hotel funcional para viajeros fugaces

Llévate nuestra sonrisa en tu maleta”, dice Javier de Lucas, director de este hotel. Porque ciertamente su equipo profesional se desempeña con una amabilidad inusual en este tipo de establecimientos modulares, de bajo coste y programados para un lapso breve de cualquier viajero que haga escala en el hub aeroportuario madrileño en sus vuelos internacionales. Ayuda el preciso diseño del lugar tanto como el novedoso vestíbulo multiusos, que se extiende, diáfano, por toda la planta baja del edificio con un espacio en su extremo para desayunar, comer o tomar el aperitivo. Junto a la entrada aparece un mostrador corrido de recepción en dos piezas con tres pantallas, como si uno fuera a adquirir al momento la tarjeta de embarque. Pero no, es el último gesto analógico de una marca —Ibis, integrada en el grupo Accor— que muy pronto sustituirá el registro de recepción por un ­check-in automático desde una aplicación móvil y un sistema de acceso por reconocimiento facial similar al que ya se emplea en la T4 del aeropuerto de Barajas. La misma cortesía con que se emplean los trabajadores durante la bienvenida es percibida a continuación en el área del comedor. Bien presentado, el desayuno prolonga las buenas sensaciones con las últimas tendencias saludables en zumos frutales bajo la etiqueta healthy.

Arriba, los dormitorios son pequeños, pero bien aprovechados. Diseñados con una finalidad puramente funcional. Venir a pasar la noche y punto. Eso sí, antes de irse al séptimo cielo uno reparará en la innovadora distribución del cuarto de baño, con el lavabo y la ducha enfrentados en sus esquinas y la puerta en chaflán. Lástima que la ducha solo deje correr un hilillo de agua. “Con frecuencia se estropea el intercambiador”, confiesa el servicio de mantenimiento.

A las seis de la mañana se inicia el transporte privado al aeropuerto con una frecuencia intermitente de medias horas hasta la medianoche. El servicio se interrumpe entre las 11.00 y las 19.30. Desde el interior de la furgoneta se desvanece progresivamente la imagen estratificada en blancos y negros de la fachada, entre los escasos edificios que forman el extrarradio de Barajas pueblo, camino del aeropuerto. Lo último que se ve es el rótulo de neón que corona el inmueble: “Desde 59 euros la habitación”.

Todas las habitaciones incluyen: televisión de pantalla plana vía satélite, aire acondicionado, suelo de madera y baño con secador de pelo.

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